Fundación CARF

17 abril, 20

Testimonios de vida

Ángel, seminarista de México: “Vivo en libertad este confinamiento”

Ángel de Jesús González es un seminarista de México que reside en el Colegio Eclesiástico Bidasoa de Pamplona y estudia en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra. A pesar del aislamiento por coronavirus afirma: “Vivo en libertad este confinamiento”. Cuenta cómo es el día a día de su cuarentena.

En medio de la cuaresma llegó el coronavirus. Para algunos, es un producto del hombre o un aviso de la naturaleza; para otros el fin del mundo, desesperación, pánico. Yo he tomado el camino del creyente, el de aquel que se pregunta: ¿Dónde estás mi Dios? ¿Qué está pasando? ¿Qué me estás diciendo desde esta realidad? Yo, como seminarista, vivo en libertad este confinamiento.  Dios sigue estando presente y se sirve de esta extraña e incomprensible situación para decirnos algo que podría ser importante, algo de nosotros, de los demás, algo esencial sobre Él.

Cercanía de Dios

A pesar de que algunos me repiten “¿Dónde está tu Dios?” (Sal 42, 3), y escucho a amigos que, con dudas, claman como el salmista “Roca mía, ¿por qué me has olvidado, por qué he de andar abatido…?” (Sal 42, 10); a pesar de ello, es fundamental para mi vida reconocer la cercanía del eternamente amante, la cercanía de Dios. Quedarme en casa y mirar el crucifijo es vivir con la convicción de que Dios está presente, está aquí, a pesar de esta situación dramática. Él ha cargado con nuestros sufrimientos, porque “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn3,16).

"Vivo en libertad este confinamiento"

Con esta convicción vivo en libertad este confinamiento por coronavirus, en solidaridad con los que residen conmigo y con mi familia, con la que aun en la distancia estamos muy cercanos. Quedarme en casa, frenar de golpe mi rutina diaria y considerar que el valor de la vida es más importante que obtener una matrícula de honor o que adquirir el teléfono móvil más sofisticado, merece la pena. Quedarme en casa, como nos están aconsejando las autoridades sanitarias, me está haciendo más agradecido con Dios, por todo lo que sin merecerlo me ha dado, ya sea a través de mi familia o de los benefactores que ayudan a mi formación sacerdotal.

Porque no salir de casa es gozar de los pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos. La situación de aislamiento solidario ha modificado un poco mis horarios, aunque no en lo esencial. Me sigo levantando a las 6:45, dando gracias a Dios con un elenco de oraciones que desde la infancia me enseñó mi madre. Últimamente, alargo estas oraciones con una parte del rosario para pedir de modo especial por México.

Todo esto no quita para que nuestra mente y corazón se encuentren unidos a nuestros familiares, a las personas que colaboran en nuestra formación sacerdotal y a todas aquellas que se encuentran desamparados, incluso dominadas por el miedo, el cual no les permite escuchar a Dios aun en estas situaciones.

 

Por eso puedo decir que, a pesar del coronavirus, yo vivo en libertad este confinamiento

Recibir la Eucaristía

En el oratorio me preparo para recibir la Eucaristía. Traigo a mi mente a todas aquellas personas que no pueden participar en estos días de la Santa Misa de manera presencial, aunque sí de manera online. Rezo por los difuntospor los enfermos y sus familiares, sanitarios y por todos los gobernantes y en especial, por la Iglesia. Después del desayuno, nos organizamos para limpiar nuestras habitaciones, pasillos y escaleras, siguiendo las indicaciones de sanidad establecidas.

Las Campanas de las Parroquias

Al terminar,  estudio las materias que me encuentro cursando. Me resulta muy emotivo escuchar al medio día las campanas de las parroquias cercanas que nos invitan a rezar el Ángelus y la oración del Papa a la Virgen, con motivo del coronavirus, uniéndonos como Iglesia para rezar por los que más lo necesitan. Pasado el mediodía, participamos de los distintos talleres que organizan los seminaristas. Por ejemplo: clases de inglés, italiano, guitarra, edición de video, edición de fotografía, etc. 

Conectarme con familiares y amigos de México

Al terminar mi turno de comida (ya que somos 108 personas en la casa y para guardar distancia se han hecho turnos) rezo el rosario. A las cuatro de la tarde empiezan las clases online. Entre clase y clase, tarea y tarea, me comunico con mi gente de México, que está comenzando el día. Rezo mucho por ellos, les envío noticias positivas y de prevención, links de transmisión de Eucaristías, rosarios, viacrucis, etc. He descubierto que las redes sociales tienen cosas muy positivas. Por ejemplo, algunos días enlazo con mi familia para rezar juntos el rosario por el fin del Covid-19 y les hago partícipes de la oración del Seminario Bidasoa. Así, mi familia carnal y mi familia vocacional se encuentran unidas en la oración de la familia de los hijos de Dios, unidos en la oración de la Iglesia.

Dios no abandona

Continuamente traigo a mi mente las palabras del salmo que dice: “¿Por qué te abates, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que aún podré alabarlo, salvación de mi rostro y Dios mío” (Sal 42,6). Pienso sobre todo en las personas que no pueden participar directamente de los Sacramentos o de aquellos que creen que la Iglesia, o que incluso Dios, las ha abandonado. Lo cierto es que ni Dios ni su Iglesia abandonan a nadie, ya que desde el Papa hasta mi sobrino de casi 6 años se encuentran orando ante esta situación, sobre todo por los que más lo necesitan. Así, da gusto ver como algunos sacerdotes se atreven a salir con el Santísimo a la calle, otros transmiten adoraciones a Jesús Sacramentado, Eucaristías, Rosarios y hasta retiros online.

Mucha presencia de Dios en las redes sociales

Desde que uso Facebook o Instagram no había visto tanta presencia del Señor, tanta gente compartiendo y viendo este tipo de enlaces. Lo ven incluso los no creyentes, que tarde o temprano se toparan con Él, puesto que Dios, entre otras cosas, nos invita a reestructurar nuestras iglesias domésticas, nuestras relaciones familiares, valorar lo que tenemos, valorar su presencia sacramental, fortalecer nuestra relación y confianza en Él. Darlo a conocer. Sigo con mi horario. Antes de ir a cenar hago mi oración de la tarde. Durante la Cuaresma, uní el sacrificio del confinamiento para prepararme mejor para la Pascua del Señor. Después de cenar, comparto con mis compañeros actividades lúdicas: juegos de mesa, documentales, musicales. Y, por último, antes de irme a la cama, rezo otra parte del rosario, Completas. Es el momento para agradecer a Dios un nuevo día.

Todo facilita una conexión más rápida con lo divino.

Dar un sentido sobrenatural a la cuarentena

Quisiera acabar estas líneas resaltando que vivir de esta manera mi cuarentena y darle un sentido sobrenatural, se consigue gracias a las bases humanas y espirituales tan sólidas que se encuentran en el Seminario Bidasoa. La fraternidad de los compañeros, la responsabilidad en las labores, el ejemplo de piedad, el testimonio de los formadores, la creatividad de los alumnos, etc.

Estas bases humanas y espirituales no las hubiese descubierto si Dios no me hubiera colocado en Bidasoa. Esta casa es como una joyería, donde se moldean esas piedras preciosas que necesita la Iglesia y el mundo en el siglo XXI. Quizás esta cuarentena sea ese cincel que el Buen joyero emplea para pulir la piedra preciosa que necesita México en los próximos años. Solo Dios lo sabe. Por eso puedo decir que, a pesar del coronavirus, yo vivo en libertad este confinamiento.

Comparte la sonrisa de Dios en la Tierra.

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