Fundación CARF

26 marzo, 24

Testimonios de vida

«Los jóvenes se acercarán a Dios, si les ayudamos a reconocer sus heridas»

Carlo Emmanuel dy Cabristante es un joven seminarista de 24 años de la diócesis de Imus en Filipinas. Su obispo le ha enviado al Seminario Internacional Bidasoa a formarse y empaparse bien de la doctrina católica de cara a convertirse en un sacerdote del siglo XXI, con una sólida preparación para enfrentarse a los desafíos del mundo actual.

Porque Filipinas, que siempre han sido el país de Asia con el mayor número de católicos, atraviesa un momento difícil: «Hoy en día es notable el dramático aumento en el número de adeptos a sectas, incluyendo a la masonería», afirma con un punto de tristeza. 

Filipinas, el país de Asía con más católicos

Carlo Emmanuel, el mayor de tres hermanos (una chica y un chico) recuerda que la evangelización en Filipinas nunca ha sido fácil desde los primeros días del cristianismo. De hecho, los primeros cristianos filipinos fueron perseguidos y sacrificaron sus vidas por su fe. Sin embargo, a pesar de los desafíos y dificultades de la evangelización, «un destello de esperanza brilla sutilmente a través de las obras silenciosas de pastores dedicados en cada parroquia, al menos en mi diócesis», expresa con emoción.

Para este joven seminarista es posible dar testimonio de la fe y evangelizar a través del buen ejemplo al ejercer y profesar nuestra fe. «El Señor nos permite hacer el bien y colaborar con Él, haciendo el bien a los demás. Nos otorga la gracia de levantarnos de cada caída causada por el pecado. Es hora de ser una Iglesia inclusiva, porque el Señor ha salvado a toda la humanidad». 

La importancia del buen ejemplo

Y el buen ejemplo y el testimonio es lo que buscan los jóvenes del siglo XXI y en concreto los de Filipinas. Porque para Carlo, «la juventud filipina siempre busca integridad. Ansían buenos ejemplos de fe inquebrantable. Se dejan persuadir por palabras hermosas que se manifiestan en acción. Si los adultos pierden esta integridad y confían únicamente en palabras vacías o endulzadas, los jóvenes no creerán. Además, necesitan compañía. Acompañar a los jóvenes siempre ha sido el camino correcto para comprenderlos genuinamente».

Escuchar las heridas de los jóvenes

Carlo Emmanuel conoce bien a la juventud de Filipinas. Y por ello, lanza unas claves muy bonitas para acercar a los jóvenes a Dios que valen para todos:

  • Acompañarlos en su camino. 
  • Escuchar sus historias. 
  • Reconocer sus heridas. 
  • Apreciar sus esfuerzos en el trabajo y los estudios. 
  • Mostrarles compasión.

«Hablo como parte de la juventud, porque he sido testigo de numerosas heridas que arrastran los jóvenes derivadas de problemas familiares, de la escuela o debido a incomprensiones de sus amigos.  Esto no es solo un problema exclusivo de la juventud filipina, sino que afecta a la juventud en general de todo el mundo».

La vocación, un regalo de Dios

Desde su experiencia, Carlo cuenta que su vocación sacerdotal fue madurando gracias a un buen pastor que le acompañó en su camino. «Para mí, es un regalo de Dios. Cada día es una oportunidad para hacer las cosas bien, ser fiel en la oración, el estudio y en la convivencia con los demás».

Pero en sus años de juventud, ni siquiera imaginó esta opción en su vida. A pesar de que consideraba a su familia como religiosa, entrar en la iglesia cada domingo era para él una lucha semanal. Su sueño de la infancia era ser maestro, ya que siempre admiró a sus maestros desde sus días en el kindergarten. «Tenían algo especial que hacía que el aprendizaje fuera interesante, una especie de arte que nos atraía a escuchar. Para mí, educar es la profesión más noble de todas».

Una publicación en Facebook

En el verano de 2014, su mejor amigo de la escuela secundaria le invitó a unirse al grupo de monaguillos. «Un año siendo monaguillo fue una experiencia interesante. Aprendí mucho sobre liturgia, disciplina, devoción, amistad, humidad y obediencia».

Después de ese año, vio un post en Facebook publicado por el seminario de la diócesis que anunciaba un programa de búsqueda para que los jóvenes vieran y experimentarán la vida en el seminario. Él lo ignoró, pero a su párroco se le encendió una luz. «Me preguntó si estaba interesado en unirme al programa. Le dije que no. Sin embargo, repitió y me animó diciendo que no estaría solo porque otros cuatro compañeros de la parroquia también se unirían. Los otros tres eran mis colegas en el ministerio. Así que me convenció y empecé el programa».

«El día más feliz de mi vida»

Ese año estaba en décimo grado y sus padres le preguntaron sobre los estudios universitarios. Pero su mente ya estaba en el seminario. Cuando llegó el momento de matricularse en la universidad, les dijo a sus padres que quería ingresar en el seminario.

«Rechazaron mi deseo. Entonces, le conté mi lucha a mi párroco. Me dijo que rezara y que no me preocupara. Al final, me permitieron entrar en el seminario durante un año. Teníamos un acuerdo. Después de un año dentro del seminario, me dijeron que lo dejara y que estudiara otro curso. Pero mi primer año en el seminario fue el día más feliz de mi vida. Esto fue en el año 2016, tenía 16 años», recuerda.

La conversión de su familia

Finalmente, sus padres aceptaron la vocación a la que había sido llamado. Ahora, expresa con felicidad que su vocación sacerdotal está purificando la vocación de sus padres a la vida matrimonial y la familia se ha unido mucho más.

«Poco a poco, noté la conversión de la familia. Cada vez que iba a casa para el fin de semana familiar, rezábamos el rosario después de cenar. Creo que, por la gracia de Dios a través de las buenas obras en cada vocación, ayuda a la mejora de la persona y a la cura cada herida del pasado».

Oración y acompañamiento

La conversión de su familia junto a la maduración de su vocación no habrían sido posibles sin la oración y el acompañamiento. 

Carlo Emmanuel dy Cabristante desea terminar su testimonio con una petición: rezar por la paz mundial. «Vivimos en un mundo contemporáneo donde la fe a menudo parece carecer de sentido; los actos de sacrificio parecen sin sentido. Sin embargo, con la ayuda de Dios, a través de Su infinita misericordia y gracia, viajamos junto a aquellos que sufren mucho debido a la guerra, a través de oraciones y actos de caridad. Podríamos encontrarnos en su situación, pero solo a través de la fe en Jesucristo podemos soportar cada circunstancia y ser salvados por Él».


Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.

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