Recientemente ha publicado un libro sobre el celibato ¿Qué le ha llevado a tomar esta decisión? He tenido la suerte de compartir formaciones con más de mil sacerdotes distintos y otros tantos laicos, y hay un creciente interés en comprender y vivir mejor el celibato.
¿Así que nace de un contacto real con personas que viven el celibato, sus aportaciones y dudas? Efectivamente, del interés práctico de personas que querían ahondar en el sentido y significado de esta realidad en su vida o en la de familiares. En los últimos años he tenido muchas conversaciones sobre el celibato en reuniones de formación con sacerdotes, religiosos y laicos. Al experimentar que lo que hablábamos les daba luz y ayudaba, me pareció que ponerlo por escrito podría servir.
¿No está pasado de moda? Mi experiencia es que no, sino muy vivo y con muchas personas con ganas de vivirlo plenamente. Considero que es interesante e ilusionante hablar del celibato como una realidad propia de los católicos que aporta mucha riqueza. Sugiero que, quien quiera cuestionarse el celibato, lo haga en un ambiente festivo y de celebración, con el interés de comprenderlo, vivirlo, sentirlo y enriquecerse.
¿A qué público está dirigido? Lo he escrito principalmente para quien lo vive como vocación particular, pero también para cualquier cristiano. Tengo la esperanza de que sirva para comprender mejor cómo el celibato enriquece la vida de la Iglesia, la vida cristiana y la vocación particular de cada uno.
¿También para los casados? Sí, esto es muy luminoso porque, como dice el Catecismo, celibato y matrimonio “son inseparables y se apoyan mutuamente”. Así, espero que resulte sugerente tanto para quienes viven el celibato como para quienes lo comparten más directamente en la familia –por ejemplo, para unos padres a quienes una hija les dice que vivirá célibe– y para cualquiera que quiera aprender más sobre cómo enriquecer su vida cristiana gracias a la presencia en su vida de personas que viven el celibato.
¿Y para todos los estilos de celibato? Hay un mayor acento en el celibato de los laicos en medio del mundo y a la vez referencias y fundamentos para los factores comunes como la esponsalidad y la nupcialidad; el sacerdocio como ministerio sacerdotal y como sacerdocio común de todos los fieles; la misión específica; la eucaristía; la imitación de Cristo; el testimonio de la unión con Dios; la maternidad y paternidad, etc.
Usted es médico psiquiatra y autor de un estudio sobre afectividad y vida sacerdotal. ¿Qué concluye su estudio que pueda ayudar en la vida afectiva del sacerdote? Este estudio se publica ahora en la revista académica Scripta Theologica y está accesible. Tras entrevistar a 140 sacerdotes concluimos que hay ocho dimensiones de desarrollo de la vida afectiva sacerdotal: la relación con Dios y la vida espiritual; la amistad en general con todo tipo de personas; tener un buen acompañamiento espiritual y mantenido en el tiempo; vivir la fraternidad sacerdotal de forma activa, tanto para dejarse querer como para querer; la formación permanente, tanto como actitud de fondo para tener mente de principiante como para recibir formación y estudiar los diversos y novedosos aspectos de la vida sacerdotal; el cuidado personal en lo físico (comer, dormir, ejercicio físico, aficiones) y en lo mental (descanso, límites, equilibrio en las relaciones); el conocimiento psicológico sobre cómo funcionamos las personas; y tener una misión clara y estructurada, que facilite el servicio concreto.
¿Se encontraron con algún resultado que les sorprendiera? Sí, en lo referente a la soledad. Se generaron nuevas hipótesis de investigación sobre la soledad que sienten los sacerdotes. La refirieron como un reto y fue el principal riesgo referido, pero no sabemos si se referían a la soledad física por el aislamiento que puedan tener, a una soledad afectiva por no sentirse queridos, soledad institucional por falta de apoyo, psicológica por tener un sistema de apego inseguro, soledad pastoral por el exceso de tareas, social o emocional.
¿No tiene cierta lógica que un sacerdote cultive la soledad? Sí, es algo que planteamos en la discusión. Podría ser que no estuvieran aprovechando precisamente la soledad propia del célibe para cultivar ahí su particular y cómplice relación con Dios, un ámbito íntimo donde cortejarle. En breve comenzaremos un estudio específico sobre la soledad en los sacerdotes, con la intención de conocer mejor cuál es la que les preocupa y proponerles herramientas prácticas para solventarla.
¿Qué herramientas se conocen ya como eficaces para disminuir esta soledad? En estudios específicos con sacerdotes se han encontrado factores protectores como vivir en comunidad, la propia vida espiritual bien cuidada, contar con el apoyo de otros sacerdotes, tener una buena red social (amistad general y con otros sacerdotes), cuidar la salud y poder descansar, que el sistema organizativo sea menos jerárquico y más motivante / colaborativo, el trabajo en equipo, mantener bien los límites en las distintas dimensiones vitales, la extroversión, el optimismo y la capacidad para el compromiso. Como dice una canción de Ariel Rot: el que tenga un amor que lo cuide / y que mantenga la ilusión.
Ahora trabajo en otro estudio sobre la soledad sacerdotal sobre el que estoy en pleno trabajo de campo.
¿Trata este tema de la soledad en su libro sobre el celibato? Sí, el subtítulo del libro es “Disfruta de tu regalo”. Al ser un don que te facilita amar todo, a todos y a todas, precisamente debería ser un factor protector frente a la soledad, porque la vida del célibe está llamada a estar constantemente habitada por muchas personas, sin que ninguna se quede a vivir en tu “hogar interior” ni te quedes tú a vivir en exclusiva en ninguna. Ahora bien, tiene una proporción de soledad que es necesario tolerar y que a la vez te facilita la entrada en ese ámbito donde poder estar a solas con Dios, en esa relación espiritual exclusiva, no obstante eres sacerdote, no un coach ni un cooperante de una ONG ni un agente social.
El actual prefecto del Dicasterio para el Clero, cardenal Lazzaro You decía a Omnes que «una persona no está nunca sola si busca vivir en Dios. Nuestro Dios no es soledad, es Uno y Trino». A lo mejor esa soledad es la caja fuerte donde está escondido el tesoro y es necesario encontrar la clave y así poder cantar con san Juan de la Cruz: En soledad vivía / y en soledad ha puesto ya su nido / y en soledad la guía / a solas su querido / también en soledad de amor herido. Es una soledad donde el yo puede desprenderse del ego, del egoísmo, del narcisismo, del egotismo, y entrar en la tienda compartida con la Trinidad, sin máscaras ni ropajes.
La soledad o el aislamiento pueden llevar también a las adicciones. Sí, es algo conocido tanto para las adicciones con sustancia como para las conductuales (juego, sexo, pornografía, pantallas), porque completan una necesidad que tienes de satisfacción y plenitud.
¿Cómo prevenirlas? Para que un adulto sacerdote puede ayudarle a prevenirlas conocer si tiene predisposición a engancharse, porque en él o en la familia hay antecedentes, por ser más impulsivo, con mayor tendencia a buscar la novedad o porque tiene ansiedad o bajo ánimo. Así, estará más pendiente y cuidará cómo atender esto.
Además, tener un diseño de la vida personal interesante, con un proyecto vital individual concreto, con objetivos y metas que le impliquen en su desarrollo. Que estén vivos y no sean robots sin iniciativa.
Es necesario tener los pies en la realidad y saber que es fácil desarrollar hábitos perjudiciales con las pantallas, las series o la pornografía si no te cuidas. Son personas normales y corrientes. Si cuidan las ocho dimensiones antes referidas la eficacia de la prevención está asegurada.
¿Cómo buscar ayuda para salir de ellas? Basta con ir al médico de atención primaria, a un centro especializado público o privado. En los buscadores de internet aparecen inmediatamente.
Como un coche que necesita las cuatro ruedas bien puestas. ¿Cuáles serían? Biológica: tratar enfermedades de fondo, fármacos para controlar los síntomas. Psicológica: motivación para el cambio, esperanza de una vida mejor, volver a disfrutar, rehumanizarse, rellenar sus carencias y desarrollar nuevos hábitos, y estrategias de regulación emocional y de afrontamiento. Pueden servir los grupos de ayuda como Alcohólicos Anónimos, que los hay de todas las posibilidades. Actitud personal: reconocer la realidad, aceptarla, ser honrado y sincero, asumir las responsabilidades. Ambiental: será necesario un cambio de escenarios y de relaciones.