Consecuencia necesaria de este reconocimiento, es la afirmación de la igualdad de todos los hombres y mujeres.
Igualdad que implica que, con independencia de todas las diversidades que puedan darse en las personas (que son muchĆsimas), hay algo que nos hace iguales.
Ese algo es que cada uno de los seres humanos somos Ćŗnicos pero, a la vez, dotados de un valor personal que es igual para todos.
Lo podemos ilustrar de un modo grĆ”fico imaginando que, si pusiĆ©ramos a las personas en una balanza que calibrara su valor, la dignidad de cualquier persona comparada con cualquier otra, sea quiĆ©n sea, pesarĆa lo mismo.
Es evidente que esta verdad es reconocida, por primera vez en el mundo, con el cristianismo.
Jesucristo introdujo, de un modo definitivo, en la vida de los hombres un modo de vivir nuevo hasta entonces, que consiste en āamar al prójimo como a uno mismoā.
Es decir, puesto que somos iguales, el prójimo merece lo mismo que yo merezco. Y ¿porqué? Simplemente por el hecho de ser hombre o mujer.
Ha costado y mucho que a lo largo de la historia se llegara, con bastante universalidad, a este reconocimiento.
Han sido muchĆsimos los siglos en los que la humanidad ha estado sometida a las ambiciones de hombres y mujeres que consideraban que su dignidad era superior a la de los otros. Pero, la verdad es la verdad y todos ellos, sin excepción, se vieron abandonados de sus propias ambiciones, murieron como mueren todos los demĆ”s y quedó evidente que su dignidad era la misma que la de cualquier otro.
DespuĆ©s de las experiencias en el mundo entero de que, bajo capa de pretensiones de igualdad, los regĆmenes tirĆ”nicos del comunismo, fascismo, etcā¦, no consiguieron mĆ”s que cambiar unos tiranos por otros, se realizó un cierto reconocimiento universal de la dignidad del hombre, con sus derechos fundamentales.
Gran logro, como decĆa al principio, de toda la humanidad. DeberĆ”n tener cuidado los seƱores y seƱoras que ostentan hoy algĆŗn poder, porque la dignidad del ser humano, con todos sus derechos inherentes, no es de su propiedad; es patrimonio de la humanidad.
Don Juan José Corazón Corazón
Sacerdote
Doctor en Derecho Canónico
Doctor en Derecho
Publicado en Religión Confidencial