En 2019 su obispo le envío de nuevo a su "queridísima Universidad de Navarra" para continuar con el Ciclo III en la facultad Eclesiástica de Filosofía. Ha residido en la Residencia Sacerdotal Padre Barace, siendo el rector de esta. El pasado 10 de junio leyó su tesis doctoral “El humanismo cristiano en Charles Moeller”.
Toda la formación recibida en Pamplona le ha servido para ponerla al servicio de los católicos y ciudadanos de su diócesis y para ser un buen sacerdote diocesano de Ecuador. “Estos años en Pamplona han sido un grandísimo e inmerecido regalo de Dios. La formación en la Universidad de Navarra han supuesto para mí el descubrimiento inteligente y enamorado del servicio a Dios y a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente, a los más necesitados”, afirma.
Con motivo del regreso a su diócesis, hablamos con él de su vocación y de su experiencia como rector de la Residencia Sacerdotal.
D. Bolo, ¿cómo descubrió su vocación?
Estudié la primaria y la secundaria en el colegio salesiano de Ibarra. En la primaria conocí la vida de don Bosco y la experiencia bella y maravillosa de su entrega a los niños y a los jóvenes. Fue ahí donde el ejemplo y la vida de un sacerdote salesiano, el P. Benito del Vecchio, me cautivaron y pensé que quizá lo mío fuese ser sacerdote.
En el último año de bachillerato, en enero, fui por primera vez al Seminario Diocesano a preguntar por los “requisitos” para ser sacerdote. Estaba entonces como rector del Seminario, Mons. Danilo Echeverría (obispo auxiliar de Quito). Le comenté mis inquietudes y me invitó a las convivencias mensuales en el seminario. Esas convivencias me sirvieron para aclarar el panorama de mi vida y al término de la secundaria, creía que el Señor me llamaba a ser sacerdote. Entré en el Seminario Diocesano Nuestra Señora de la Esperanza en septiembre de 2005.
¿Cuál fue su primera impresión al entrar al Seminario?
Me recibieron con inmenso cariño. Recuerdo con gran agradecimiento los brazos abiertos de D. Julio Pérez García (sacerdote diocesano de Santiago de Compostela, que dejó y sigue dejando su vida por el clero diocesano de Ibarra) que entonces era formador del seminario.
Al comenzar esos años de discernimiento, no me esperaba que al año siguiente mi obispo hubiera pensado en mí para que prosiguiera mis estudios en la Universidad de Navarra. Llegué a Pamplona en 2006 al Seminario Internacional Bidasoa. Y desde entonces doy infinitas gracias a Dios, porque gracias a Bidasoa y a la Universidad de Navarra soy un sacerdote feliz.
En la imagen, D. Bolívar (el segundo abajo a la derecha) aparece con los sacerdotes de la Residencia Sacerdotal Padre Barace de Pamplona, durante una visita a la casa de arzobispo de Pamplona Francisco Pérez González y el entonces obispo auxiliar, Juan Antonio Aznárez Cobo, hoy arzobispo Castrense.
Para él, el cuidado de los sacerdotes es una tarea divina. "La misión de la residencia es procurar que haya un ambiente de familia en el que los sacerdotes que vienen enviados por sus obispos a estudiar en la Universidad de Navarra se sientan efectivamente “en su casa".
En estos tres años, le han encomendado la misión de ser rector de la Residencia Sacerdotal Padre Barace. Cuéntenos cómo ha sido su trabajo.
En 2019, Mons. Iván Minda que estaba como Administrador Apostólico de mi diócesis, me propuso volver a mi queridísima Universidad de Navarra para cursar el Ciclo III en la Facultad Eclesiástica de Filosofía. Acepté con muchísimo gusto la propuesta.
Al llegar a Pamplona en agosto de 2019, el servicio de asistencia y promoción de las facultades eclesiásticas me propuso ayudar un poco haciendo cabeza en la residencia sacerdotal que ha sido mi casa durante estos tres hermosísimos años.
Sabía, por mi corta vida sacerdotal, el grandísimo cariño de san Josemaría por sus hermanos sacerdotes diocesanos, pero la experiencia vivida en estos años me ha mostrado con hechos concretos que, el cuidado de los sacerdotes es una tarea divina. La misión de la residencia es procurar que haya un ambiente de familia en el que los sacerdotes que vienen enviados por sus obispos a estudiar en la Universidad de Navarra se sientan efectivamente “en su casa”. Gracias a los cuidados de varios antiguos alumnos, ese ambiente de familia propicia realmente la vida de oración y la fraternidad sacerdotal.
En esta sociedad tan secularizada, muchos se preguntan por la razón de ser de un sacerdote. Y usted ¿qué nos responde, para qué sirve un sacerdote?
¡Esta pregunta me fascina! Pienso que es la clave que deberíamos plantearnos todos los sacerdotes. Pienso que el sacerdote sirve para ¡servir!
Si toda persona humana se realiza plenamente en el servicio, en el don sincero de sí mismo, en el sacerdote ese “don sincero de sí mismo” lo realiza haciendo presente sacramentalmente al mismo Cristo que se entrega cada día en la Eucaristía y en toda la vida litúrgica.
Recuerdo con cariño la mirada de mi obispo, Mons. Valter Maggi, cuando me ordenó sacerdote y en la homilía nos dijo a los ordenandos que si no conocíamos por el nombre a las personas que nos confiaría, seríamos unos funcionarios eclesiásticos que no se enteran de aquella mujer que no llega a fin de mes para dar de comer a sus hijos, o de aquel hombre que no encuentra trabajo, y más aún de aquellos niños y jóvenes que no conocen el rostro atractivo y hermoso de Jesucristo y que nadie les hace presente.
La presencia de Cristo en la Eucaristía se realiza sacramentalmente porque existen los sacerdotes. Por eso, el dilema es ser un funcionario eclesiástico (que no sirve) o bien un pastor joven (aunque pasen los años), alegre y sobre todo enamorado que sirve a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.
“Gracias a CARF, Ecuador, mi país, tiene sacerdotes mejor preparados. Dios se lo pague”
Y en estos tiempos que la Iglesia está algo desprestigiada y escasean las vocaciones, ¿cómo animaría a los jóvenes a descubrir su vocación?
Pienso y creo que la Iglesia es Cristo presente entre los hombres. Si nos creemos realmente esta verdad maravillosa, podremos proponer a muchísimos jóvenes la belleza y grandeza de la vocación cristiana: la llamada a la santidad y luego en cada caso a concretarla existencialmente según lo que Dios quiera para cada uno.
El gran problema y la gran tentación que tenemos los cristianos es el aburguesamiento, el acomodarse y olvidarnos de la grandeza de nuestra vocación. El testimonio de tantas personas que desinteresadamente dan su vida por Dios y por los demás muestra realmente que Cristo está presente hoy en medio de nosotros y que ha querido correr el riesgo de nuestra libertad, para que libremente elijamos el Bien habiendo conocido la Verdad.
Para terminar, quisiera agradecer de corazón al CARF, a las fundaciones y benefactores de las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra, porque gracias a tanta generosidad, aquí tienen a un hombre enamorado que, con sus defectos y miserias pero, sobre todo con el auxilio del Señor, que procura ser sacerdote cien por cien. Gracias a CARF, Ecuador, mi país, tiene sacerdotes mejor preparados. Dios se lo pague”.
Marta Santín
Periodista especializada en información religiosa.