La tradición de encender velas para los difuntos en la casa es una posible forma de mantener vivo su recuerdo. La luz representa también la unión de los vivos y los difuntos. La Fe es el mejor refugio para quienes tienen que pasar por el proceso de superar el duelo de una pérdida de cualquier tipo y particularidad. Y la vela encendida simboliza a Jesús como Luz del Mundo. Luz de la que queremos participar y ofrecer también a Dios.
Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la luz verdadera” y “Vosotros sois la luz del mundo… Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos", Mt 5,16.
En los orígenes de la cristiandad se encendían velas o lámparas de aceite en las tumbas de los santos difuntos, particularmente de los mártires, utilizando el simbolismo de la luz como representación de Jesucristo. “En él estaba la vida; y la vida era la luz de los hombres”, Juan 1,4.
Es por ello que hoy en día acostumbramos a encender velas para los difuntos, poniendo en las manos de Dios la oración que ofrecemos con fe. Simboliza también el deseo de quedarnos allí, con ellos, junto a Dios, orando e intercediendo por nuestras necesidades y por las de todo el mundo, dando gracias, alabando y adorando a Jesús. Porque donde hay Dios ya no puede haber oscuridad.
Existe una dimensión íntima, relacionada con encender velas a nuestros difuntos, algo que concierne a de cada uno y a su diálogo silencioso con Dios. Esta vela encendida se convierte en el símbolo del fuego divino que arde en cada uno de nosotros, que nos convierte en parte integral de esa luz de la que Jesús es símbolo, pero de la cual todos nosotros, como cristianos, somos parte.
«Con la luz de la fe, suplicamos a la Santísima Virgen María que rece con nosotros. Y que interceda ante Dios por nuestras plegarias».
Las velas litúrgicas están vinculadas a la firme creencia de Jesucristo como “luz que ilumina a el mundo”. “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, Juan 8,12.
Encender velas, significa, en este caso, conocimiento de Dios que es guía en la oscuridad y que a través de su Hijo que desciende sobre nosotros, nos abre los ojos y nos hace dignos de su presencia, de su consideración.
Es por ello que, en la Iglesia Católica, además de las velas para los difuntos, las velas se colocan en el altar y cerca del tabernáculo. Son acompañantes de las celebraciones y se usan en casi todos los sacramentos, desde el Bautismo hasta la Extrema Unción, exceptuando el sacramento de la Reconciliación como elementos simbólicos irremplazables.
El cirio pascual
Se enciende durante la Vigilia Pascual, la Santa Misa celebrada el Sábado Santo, después del atardecer y antes del amanecer del Domingo de Pascua, para celebrar la resurrección de Jesús. Luego se deja en el altar durante todo el tiempo de Pascua y se apaga en Pentecostés.
Se enciende como un signo de la luz resucitada de Cristo, que vuelve de entre los muertos para iluminar el camino de sus hijos y ofreciéndose por su salvación.
Vela bautismal
Durante el Bautismo, el sacerdote presenta una vela, que se encendió con el cirio pascual.
La vela blanca en el sacramento del Bautismo es un símbolo que representa la guía en el camino de encuentro con Cristo que a su vez es luz de nuestras vidas y luz del mundo. También simboliza la resurrección de Cristo.
Velas votivas
Proviene del latín votum, que significa promesa, compromiso o simplemente plegaria.
Son las velas similares a la velas para difuntos. Son encendidas por los fieles frente a un altar, un crucifijo, una imagen de la Virgen María o de un santo. Tienen un significado preciso: expresa el deseo de confiar nuestras palabras y nuestros pensamientos. Estas velas encendidas son comunes en la mayoría de las iglesias. Sirven para una ofrenda, una intención en particular y van acompañadas de un tiempo de oración personal.
Vela del Tabernáculo
La luz que ilumina el Tabernáculo, indicando la presencia del Cuerpo de Cristo es fácilmente reconocible para cualquier cristiano que entre en una Iglesia.
Actualmente, en muchos lugares es una lámpara, no una vela, pero aun así es una de las más importantes y preciosas: la llama ardiente que simboliza a Jesús y la fe de aquellos que le aman. Luz inagotable que permanece encendida incluso cuando abandonamos la iglesia.
Velas de Adviento
La corona de Adviento, costumbre europea, comenzó a mediados del siglo XIX, para marcar las semanas que faltan hasta Navidad.
Se compone de una corona de ramas de hoja perenne entrelazadas entre sí, sosteniendo cuatro velas. Cada domingo de Adviento se enciende una vela y se hace una oración acompañada de una lectura de la Biblia y se puede cantar un villancico.
Las velas de altar
Se utilizan durante la Santa Misa desde al menos el siglo XII. Estas velas nos recuerdan a los cristianos perseguidos en los primeros siglos que secretamente celebraron la Misa en la noche o en las catacumbas a la luz de las velas.
También se pueden usar en las procesiones de entrada y finalización de la Misa. Se llevan a donde se lee el Evangelio como una señal de gozo triunfante en la presencia de las palabras de Cristo.
Durante la Vigilia Pascual, cuando el diácono o el sacerdote entra en la iglesia oscura con el cirio pascual, recita o canta Luz de Cristo, a lo que los fieles responden: Demos gracias a Dios. Este canto nos recuerda cómo Jesús llegó a nuestro mundo de pecado y muerte para traernos la luz de Dios.
Encender velas para los difuntos
Esta antigua costumbre de encender velas para los difuntos era ya practicada por los romanos, incluso antes por los etruscos y, aún más atrás, por los egipcios y los griegos, que usaban velas para los difuntos en los ritos funerarios, En la religión cristiana, visitar la tumba de un ser querido, llevarle flores, encender velas para difuntos y detenerse a rezar, es algo reconfortante y consolador.
Porque las velas para los difuntos son centinelas palpitantes, pequeños fragmentos de luz que dibujan el camino hacia la paz para nuestros seres queridos difuntos, por ello es una buena costumbre encender velas para los difuntos y dejarlas en las lápidas para que iluminen la noche de los cementerios. En la luz de las vela para los difuntos que se consume, alimentándose de su propia cera, reconocemos la vida humana que se apaga lentamente.
La ofrenda que dejamos al encender velas para los difuntos, es un sacrificio que acompaña nuestra oración con hechos y hace que nuestra intención de Fe sea tangible. Protección, por lo tanto, y guía, estas son las funciones principales de encender velas para los difuntos luto. Que cada año es costumbre volver a encender, el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, y el día 2, de los difuntos o día de los muertos.
Además de las velas para difuntos, las velas tienen un papel importante en la bendición de cenizas y palmas de Domingo de Ramos. También en los sacramentos, la consagración de iglesias y cementerios y la misa de un sacerdote recién ordenado. Por color y por día, las velas nos pueden ayudar a mejorar y estimular los momentos de oración.
Estas velas que encendamos, pueden ser bendecidas por un sacerdote para ayudarnos a orar por los enfermos y ponernos en manos de Dios.
En el siglo II, fueron los romanos quienes decidieron que el color oficial del luto fuese el blanco, por lo que las velas para difuntos eras blancas. Un color reconocido por las reinas europeas hasta el siglo XVI. Un luto blanco nos recuerda la palidez de la muerte y lo frágiles que somos ante ella, reafirmando la pureza de nuestra alma.
Para simbolizar el tiempo de especial espera y preparación, por ejemplo, podemos encender las velas blancas de la corona de Adviento, durante la cena de Navidad. Mientras podemos realizar oración en familia pidiendo que el Niño Jesús nazca en el corazón de cada uno de sus integrantes.
Es blanca también, la vela pascual. Quizás la más reconocible por su tamaño y apariencia, ya que puede medir más de un metro de alto y tiene diseños coloridos.
En el Antiguo Egipto, el color rojo se consideraba símbolo de la ira y del fuego. También se asociaba con el desierto, lugar que guarda relación con la muerte. En la Antigua Roma, se asociaba con el color de la sangre derramada e iba unido, tanto con el luto, como con la muerte.
Por ejemplo, encender las velas rojas, rosas o burdeos en la corona de adviento representan nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve. Corresponden al tercer domingo de Adviento, y su significado es de alegría y gozo, porque ya está cerca el nacimiento de Jesús.
Los Reyes Católicos dictaron, en el 1502, que el negro fuera el color oficial del luto. Todo esto queda recogido en la “Pragmática de Luto y Cera”, un protocolo escrito sobre cómo se debía llevar el luto en aquella época.