Fundación CARF

19 abril, 23

Testimonios de vida

“Los jóvenes en mi país son de esos que hacen lío"

Carlos Alberto Bracho tiene 36 años, es de la diócesis de Cabimas, (Venezuela) y estudia en el Seminario Internacional Bidasoa gracias a una beca de la Fundación CARF. Cuando le comentó al rector del seminario en Venezuela sobre su vocación tenía 27 años y pensó: “es muy tarde para comenzar este camino”. Sin embargo, para Dios no hay tiempo, a unos llama antes y a otros después.

Una cosa es importante: decirle sí al Señor

Siendo profesional, impartiendo clases de Bachillerato, Carlos se dio cuenta de que faltaba algo en su vida. “Él no dejaba de insistir y al final, con miedo, dije que sí a Dios y es la mayor aventura que Dios me ha concedido”, afirma este seminarista de la Iglesia de Venezuela.

El rector del seminario de esta diócesis de la Iglesia de Venezuela, que tenía 33 años y ya llevaba 8 años de sacerdote, le respondió: “Dale gracias a Dios que te ha permitido vivir, graduarte, trabajar, tener experiencia del mundo y darte cuenta de que una cosa es importante, decirle que sí al Señor”. Carlos es licenciado en Educación y, antes de ingresar en el seminario, fue profesor de bachillerato de asignaturas como Matemáticas, Física y Dibujo Técnico.

En esta entrevista nos cuenta su vocación, la influencia de su familia y la evangelización de la Iglesia de Venezuela. En Bidasoa actualmente residen diez seminaristas de cuatros diócesis de Venezuela: (Margarita, El Vigía-San Carlos, Punto Fijo y Cabimas).

“Te apoyaremos en lo que quieras hacer”

— Muchas gracias, Carlos por compartir con nosotros tu testimonio. Me cuentas que tu familia te apoyó en tu decisión de dejarlo todo para ser sacerdote.

Soy el segundo de tres hermanos. Mi padre, Carlos, es contador público y profesor universitario jubilado y mi madre, Edith, oficinista en un instituto universitario, está ya jubilada. Cuando les comenté que dejaba todo y que iba a comenzar mi proceso en el seminario me apoyaron. Gracias a Dios, mis padres siempre han querido vernos a mis hermanos y a mí felices, aunque temían un poco que me estuviera equivocando. Mi papá solo me dijo: “Si es una decisión tuya y eso es lo que quieres para tu vida, ten en cuenta que aquí estaremos para apoyarte siempre en lo que quieras hacer”.

— Y, además, desde que eres seminarista, tus padres han aumentado sus prácticas de piedad.

En ese momento mis padres no asistían con frecuencia a Misa, solo iban en ocasiones puntuales. Pero al entrar en el seminario, comenzaron a participar con mayor frecuencia de la Santa Misa y hoy lo siguen haciendo. Puedo decir que el Señor me prepara para que sea sacerdote, ocupa mi lugar en el espacio que he dejado en mi hogar y va mostrando su amor a quienes con amor han dado un hijo a la Iglesia de Venezuela.

— La fe de tu abuela y su ejemplo, también te ha influido mucho en tu discernimiento vocacional.

Pienso que mi abuela Aida fue el segundo instrumento de Dios para que conociera sus caminos. Nunca me obligó a ir con ella a la Iglesia, pero de pequeño veía como se iba sola y me preocupaba. Así que empecé a acompañarla, sin saber que esa fue una forma que Dios me estaba mostrando el camino para que descubriera su Amor.

La relación de abuela y nieto fue creciendo, porque los días que ella no podía ir por salud, al verme entusiasmado me decía: Carlos Alberto si quieres ir ve, vamos juntos que ahora soy yo la que quiero acompañarte. Gracias a acompañar a mi abuela a Misa, un grupo de jóvenes me invitaron a formar parte de su grupo y así fui poco a poco descubriendo lo maravilloso que es servir al Señor.

El sacerdote del siglo XXI

— Tienes 36 años, has trabajado como profesor, conoces las inquietudes de los jóvenes. ¿Cómo tiene que ser, en tu opinión, el sacerdote del siglo XXI para servir al Señor en esta época?

Tengo que decir que cada uno de los tres párrocos que he conocido, desde mi primera comunión en 1998 hasta 2014, cuando entré al seminario, han sido claves en mi proceso vocacional. Ellos han sido unos padres que me han enseñado, educado, corregido y acompañado con toda la caridad del mundo en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de la diócesis de Cabimas, de la Iglesia de Venezuela. Me dieron mucho ejemplo. Por eso creo que un sacerdote debe ser alguien que sabiendo que no es perfecto, pide a Dios todos los días la gracia de ser su instrumento. Que enseñe al pueblo la correcta doctrina de la Iglesia, que eduque sobre la verdad revelada, que corrija en los momentos que es necesario con la única finalidad de que demos lo mejor de nosotros a Dios, que acompañe en cada experiencia y que en sus acciones nunca falte la oración como vínculo directo entre el hombre y Dios.

Y también que sea capaz de ayudar a discernir y sea ejemplo de hombre feliz, alegre, que demuestre con acciones que dejarlo todo por el Señor es una gran decisión de vida.

— ¿Cómo fueron tus primeros años en el seminario de Venezuela?

En Venezuela pude cursar un año propedéutico en el seminario El Buen Pastor, en mi diócesis de la Iglesia de Venezuela, y luego 3 años en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino en la arquidiócesis vecina. Cada uno de los años ha marcado mi vida. Guardo grandes recuerdos, momentos de dificultades que fueron superadas, de aprendizajes y ejemplos de sacerdotes que, con sus acciones, mostraban que el Señor nos llama cada día. En cada uno de esos años no faltaba muestras de que el Señor quería algo de mí siendo quien soy.

Tan grande ha sido Dios que me ha sacado de mi país hasta otro continente para que siga mi proceso de formación. La realidad de mi país para nadie es un secreto, hacer todo lo posible para venirme implicaba pensar que sería imposible, aunque no faltaron esos momentos de desesperanza. Pero Dios siempre muestra su bondad y milagrosamente cumplí y conseguí toda la documentación necesaria en poco tiempo. Esto me lleva a estar convencido de que Dios quería que continuara en el Seminario Internacional Bidasoa, donde en cada instante puedo ver la catolicidad de la Iglesia, compartir con hermanos de muchos lugares del mundo, ayudarnos, aconsejarnos, explicarles detalles que me ha tocado aprender a mí y descubrir juntos que eso es la Iglesia.

La delicada situación de su país

— Venezuela sigue pasando por una situación delicada, aunque quizás ahora con más libertad que nuestros hermanos nicaragüenses. ¿Es difícil ser católico en Venezuela?

La dificultad nunca va a desaparecer en la Iglesia de Venezuela, ni en Nicaragua, ni en ningún lugar del mundo, es parte de la vida del ser humano. Pero sobre toda dificultad reina el Amor, que conduce a que aprendamos a mantenernos firmes en la adversidad y en la prosperidad. En toda la historia de la Salvación, hasta nuestros días, siempre han existido dificultades que son superadas por los hombres con la ayuda de Dios.

Aunque es difícil ser católico en Venezuela, motiva el hecho de ver que las parroquias están llenas de adultos, jóvenes y niños que tienen sed de Dios, que descubren en Él la fuerza para continuar, que en momentos puntuales, en medio de peligros, salen a la calle a compartir la palabra de Dios, cumpliendo el mandato misionero, con la única finalidad de que, por medio de ellos, otros puedan descubrir el amor de Dios.

Todo esto me motiva a seguir preparándome para volver, ayudar y apoyar a mi país, siendo instrumento de Dios para que llegue a los lugares donde hoy aún no ha podido llegar.

Los jóvenes de la Iglesia de Venezuela

—  ¿Cómo son los jóvenes en Venezuela? ¿Cómo transmitirles la fe católica con tanta secularización e influencia del protestantismo?

Los jóvenes son de esos que hacen lío, en el buen sentido de la palabra, que una vez que descubren que la Iglesia de Venezuela es un lugar donde pueden crecer, aprender y amar, los lleva a inventarse medios de evangelización coherentes con lo que pide la Iglesia para llamar a las personas al encuentro con Dios.

Muchos de estos jóvenes han salido del país por necesidades económicas, pero, asombrosamente, la generación de relevo se evidencia. Aquellos que eran niños cuando me vine a España, ahora son adolescentes dispuestos a darlo todo por Dios, siguiendo el ejemplo de aquellos que veían cuando eran niños.

No estamos libres de secularización y protestantismo, pero a pesar de ello, Dios sigue llamando. Se siguen integrando jóvenes y ellos invitan a otros jóvenes. A pesar de tantos problemas, Dios se sigue manifestando e invitando a llevar su amor a cada rincón de cada una de las diócesis de la Iglesia de Venezuela.

Marta Santín
Periodista especializada en información religiosa.

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