Mon Carmelo proviene de una familia católica, de cuatro hermanos, que asistĆa siempre a Misa, rezaba el rosario y celebraba la Palabra cada domingo. Entró en el seminario menor por ācuriosidadā cuando tenĆa 12 aƱos. āNo sabĆa que era un seminario hasta que escuchĆ© un anuncio del cura de mi parroquia diciendo que habĆa un examen para los que quisieran ingresar el seminario menor. Entonces, preguntĆ© a mis padres si podĆa realizar el examen para entrar. Para ellos fue una sorpresaā, explica.
Mon Carmelo confiesa que entró al seminario sin tener claras las ideas. Y aunque le costaron algunas cosas, afirma que echa la vista atrĆ”s y mira con alegrĆa aquellos cuatro aƱos en el seminario menor: āAprendĆ muchas cosas y allĆ descubrĆ mi vocación al sacerdocio. DescubrĆ que Dios me estaba llamando a ser sacerdoteā.
En ese momento tenĆa 15 aƱos y mucho miedo, aunque una gran confianza en el SeƱor. Confuso, en su oración le preguntaba: āAclĆ”rame todo esto, SeƱor, aclĆ”rame a mi todo esto. Soy muy joven, no sĆ© quĆ© hacer. Pero sentĆ tu llamada y te pido que me ayudes a responderlaā.
Para aquellos que piensan que ingresó en el seminario siendo muy joven, tiene una respuesta: āComo digo, entrĆ© sin ningĆŗn plan de querer ser sacerdote. Pero tengo que decir que mis aƱos estudiando filosofĆa fueron de los mejores de mi vida. Comenzaba a crecer mi vocación al sacerdocio. Empezaba a comprender la llamada del SeƱorā.
Porque Mon comprendió la necesidad de sacerdotes de su diócesis, la sed de la gente de los sacramentos y en ese momento, āsabĆa y sentĆa que el SeƱor me estaba pidiendo ser sacerdote. Por eso le dije que SĆ. ĀæQuiĆ©n soy yo para decir no a su llamada para ser instrumento suyo? Sin duda, era un SĆ con muchĆsima confianza en la misericordia y Gracia de Diosā.
Recuerda perfectamente el dĆa que le dijo āSĆā al SeƱor. āUn verano, mi rector me envió a un pueblo de una isla muy remota, sin electricidad, sin nada. Fue muy duro porque soy de una ciudad grande y no estaba acostumbrado a vivir sin medios. El rector me envió allĆ para enseƱar a la gente a rezar, acompaƱarlos, impartir catequesis, dar clases del catecismo para jóvenes y mayores y, sobre todo, para ayudar a celebrar la Santa Misa porque en ese pueblo solo se celebra la EucaristĆa una vez cada dos meses. En esa isla, le dije SĆ al SeƱorā.
āCasi todos los dĆas tengo bautizo. En las tres primeras semanas como diĆ”cono de Filipinas, bauticĆ© a mĆ”s de 50 niƱosā.
Posteriormente, su obispo le envĆo a estudiar al Seminario Internacional Bidasoa donde ha permanecido cuatro aƱos.
āHan sido unos aƱos maravillosos y me lo he pasado muy bien. Me ha encantado el ambiente familiar, el cariƱo de los formadores, el amor fraternal que se comparte entre los seminaristas, el nivel acadĆ©mico que ha sido brutal. Ha sido una experiencia espectacular. He regresado a mi diócesis de Masbate preparado para cualquier cosa gracias a la formación recibida. Estoy muy agradecido por todo lo que me han ayudado en el seminario Bidasoaā, relata.
Cuando se ordene sacerdote, su obispo le enviarĆ” a una parroquia.Ā āA los jóvenes les encantan los sacerdotes jóvenes y nuevos. Ellos quieren ver curas muy animados, que tengan un gran corazón para ellos. Para mĆ, hay que estar siempre animado, sonreĆr mucho, y estar con ellos siempre. La sonrisa y estar siempre presente cuando te necesitan son las dos cosas mĆ”s importantes en la evangelización juvenilā, afirma.
TambiĆ©n considera que los jóvenes deben sentir que la Iglesia los ama y necesita. āNuestro gran reto es que formen parte de la gran comunidad de fe de una parroquia. No es fĆ”cil. Pero con el poder de la sonrisa y la oración, Dios obra milagros porque podremos entablar una conversación fĆ”cilmente con ellos si te ven siempre alegre y felizā, seƱala.
Muchos aseguran que Filipinas es el paĆs con mĆ”s católicos en Asia, el baluarte del catolicismo en el continente. Pero tambiĆ©n el secularismo estĆ” influyendo en ese paĆs.Ā āMĆ”s de dos aƱos de pandemia han sido muy duros para la provincia de Masbate. Ahora nos estamos recuperando tanto económica como culturalmente. En estos Ćŗltimos aƱos, los jóvenes se han alejado un poco de la Iglesiaā.
Para frenar esta tendencia entre la juventud, su parroquia ha preparado un programa de evangelización para ir a las islas, pueblos y barrios para acompaƱar y dar formación católica a los jóvenes. āEs una gran necesidad apostólica. Por lo tanto, no nos importa acudir a lugares remotos y subir montaƱas para dar catequesis a los jóvenesā, dice.
Otra de las preocupaciones de su diócesis es la necesidad de sacerdotes. āExisten muchos lugares donde la gente tiene mucha sed para los sacramentos, pero por el escaso nĆŗmero de curas, solo pueden visitarles una vez al mes. Me da mucha pena tanta gente que solo reciben al SeƱor en la comunión una vez al mes porque no tenemos sacerdotes. Eso me duele muchoā.
Ser diĆ”cono en Filipinas implica a Mon preparar ministros extraordinarios de la sagrada comunión para que puedan ayudarles en administrar la EucaristĆa en esos pueblos tan remotos y perdidos de las montaƱas.
AdemĆ”s de todas estas labores pastorales, Mon tambiĆ©n se ha preparado para dar un curso de latĆn en el seminario de su diócesis e imparte clases de espaƱol en una universidad católica de su diócesis.
Y algo que le llena de satisfacción desde que se ha ordenado diĆ”cono en Filipinas: āCasi todos los dĆas tengo bautizo. En las tres primeras semanas como diĆ”cono, bauticĆ© a mĆ”s de 50 niƱosā.
Marta SantĆn
Periodista especializada en información religiosa.