En esta entrevista nos cuentan la importancia de las peregrinaciones en su vida y de cómo el Señor les fue conduciendo en su camino para ser sacerdotes.
Vianney nació en Poitiers, Francia, el 28 de agosto de 2000 y está cursando el primer ciclo de Teología, el primer año del Bachiller.
Vianney (V): ¡Así es! Tengo 23 años y soy el primero de cuatro hermanos. Crecimos en una familia en la que no faltaban los servicios dominicales, y agradezco a mis padres que me transmitieran la fe cuando era niño. Siempre sentí curiosidad por mi religión y me nutrí de la formación en los diversos campamentos de verano que hice con los Legionarios de Cristo y los Franciscanos.
Sin embargo, al llegar a la adolescencia, el ambiente escolar y las amistades no favorecieron mi relación con el Señor, que dejé de lado.
Su hermano, Emmanuel-Marie nació el 21 de diciembre de 2002, en Poitiers, y está cursando el segundo año del primer ciclo de Filosofía, el llamado propedéutico, para luego seguir con los estudios de Teología, formación que necesita todo seminarista.
Emmanuel-Marie (E): Sí, como dijo Vianney nos criamos en una familia cristiana que nos concedió la gracia de bautizarnos de niños. En nuestra familia, íbamos a Misa todos los domingos, era nuestra cita de fe. El Señor me guio por este camino, y debo decir que mi padre y mi madre desempeñaron un papel importante en el desarrollo de mi fe personal y en mi relación con Jesús.
Hice la Primera Comunión a los ocho años y en nuestra casa rezábamos el rosario y hablábamos a menudo de la fe. Sin embargo, debo decir que todavía no había tenido ese encuentro personal con el Señor.
De joven, realizamos una peregrinación a Medjugorje toda la familia y allí sentí especialmente la presencia de la Virgen María. Pero al regresar, con unos 12-13 años, me sumergí en el mundo, en la música y en las fiestas. Pronto abandoné la relación con el Señor y me dejé llevar por el mundo.
Seguía teniendo el deseo recibir la Confirmación, y durante todo ese tiempo me buscaba a mí mismo; así que era como si interpretara un doble papel, en casa era yo mismo, tenía relación con Jesús, me interesaba por la fe, y, cuando estaba en el instituto, volvía al mundo. Comencé a ir a Misa por costumbre y cada vez me resultaba más sacrificado.
V: Totalmente. Hasta los 18 años, me ayudaron mucho las varias peregrinaciones a santuarios marianos, que suponían un 'combustible' para todo el año, en medio de tantas preocupaciones y diversiones. Sin embargo, la llamada para ser sacerdote crecía en mí desde los 13 años, cuando vino a la escuela una persona de la pastoral penitenciaria.
Este encuentro me impactó porque vi la belleza de llevar el mensaje del Evangelio a quienes ya no tenían esperanza ni un horizonte ni sentido en la vida. También me pregunté qué me gustaría hacer con mi vida.
Cuando empecé la universidad, a los 17 años, me encontré solo en una ciudad nueva. Hacer nuevos amigos no fue fácil y el ambiente de fiesta ya no iba conmigo. Ese año encontré consuelo en la oración y en la vida sacramental, que vivía con mucha más intensidad.
E: Igual para mí… Un momento importante de mi adolescencia que me marcó mucho fue cuando fui por primera vez al festival de jóvenes en Medjugorje, a la edad de 13 años. Durante una semana viví el programa del festival, la Misa, las conferencias, y lo que me marcó especialmente durante el festival fueron los testimonios conmovedores, verdaderos milagros de la misericordia de Dios, especialmente del poder de la oración del Rosario.
En aquel momento, el Señor tocó mi corazón y puso en mí esta semilla, que dejó brotar poco a poco. Pero luego volví al mundo y hubo una batalla de un año con el mundo, las fiestas, el alcohol..., y por otro lado mi relación con el Señor.
Al año siguiente, con 14 años, volví al festival y de nuevo Jesús hizo brotar la semilla que había puesto en mí. Pero debo decir que nunca pensé en ser sacerdote, ni tenía la idea ni el deseo.
Aquellos momentos pasados allí fueron para mí una fuente de paz y de alegría, pero pronto, cuando volví a casa, lo dejé todo por falta de ganas. Ya no rezaba, ya no iba a Misa los domingos.
Finalmente, la vocación fue una llamada entre muchas dificultades.
V: Sí, y sin embargo esta llamada para ser sacerdote se iba fortaleciendo. Pero había que discernirlo entre los mil ruidos del mundo. Así que al final del primer año de Bachillerato decidí pasar un mes entero con mi madrina, que es una monja de la comunidad de las Bienaventuranzas. Ella siempre ha sido para mí un modelo y una referencia en mi vida espiritual.
Quería encontrar una respuesta a esta intuición que crecía en mí, la de entregar mi vida al Señor haciéndome sacerdote. Después de este período de discernimiento, decidí dejar los estudios universitarios y entrar en el seminario. Conocí entonces la comunidad de la Obra de Jesús Sumo Sacerdote a la que pertenezco.
E: Bueno, para mí un gran impulso eran los jóvenes que yo veía en las peregrinaciones, en los campos de verano, en los festivales… Y claro, ¡mi hermano!
Después de acudir con mi familia, a los 16 años fui por primera vez a Medjugorje solo, al festival de la juventud. Y en aquel preciso momento de mi adolescencia, el Señor hizo crecer en mí esta oración: “Hazme tu siervo”. Recuerdo que cuando estaba delante del Santísimo Sacramento y recibía la Comunión, repetía esta oración que me acompañaba y brotaba en mí.
Creo que en ese momento Jesús puso en mí ese deseo de entregarme más a Él, y lo sentía en mí con mis amigos, rezaba más, iba a Misa más a menudo, a veces a la Adoración entre semana. Ese encuentro a solas con Jesús en Medjugorje realmente cambió mi corazón. Y sin embargo tenía miedo… Miedo a que el Señor me llamara al sacerdocio y tuviera que renunciar a casarme, a tener una vida 'mía', digamos…
Tenía 16 años y entraba en el último curso de Bachillerato, el último año, en el que tenía que pensar en mi futuro. Y yo quería dedicarme al marketing y a la moda.
Pero tu hermano entró en la Obra de Jesús Sumo Sacerdote y algo cambió en ti…
E: Exacto. En ese mismo año mi hermano mayor entró en la Obra de Jesús Sumo Sacerdote y tomó la decisión de ingresar en el seminario. Me conmovió mucho su elección y me alegré mucho por él. Y, a pesar de que no lo tuviera en casa conmigo, cada vez que le llamaba y tenía preguntas sobre Dios, él me respondía y me ayudaba en mi vida diaria a través de la oración.
En aquella época, recuerdo que un día de diciembre fui a Misa. Cuando entré en la capilla miré a Jesús y le dije: «¿Qué quieres realmente para mí, qué quieres que haga con mi vida?». Hice esta petición con gran intensidad y nada, ninguna respuesta en mi corazón.
Sin embargo, comenzó la Misa y cuando el sacerdote levantó la hostia y dijo las palabras Este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros, sentí en mi corazón que Jesús me decía: tu respuesta está ante ti, y vi que el sacerdote sostenía la hostia. En ese momento, tan intenso, pero imposible de describir, incluso con las palabras más bellas, sentí en mi corazón que Jesús me llamaba para ser sacerdote, como si me dijera interiormente: Me gustaría que te entregaras totalmente a mí, pero eres libre. Era un sentimiento nuevo para mí, un deseo nuevo.
Recuerdo que cuando nos fuimos, en el coche le dije a mi padre: «O me hago cura o nada». En los meses siguientes hubo un encierro a causa del Covid, así que pude rezar más en casa, pero me privaron de la Misa y esto fue un gran dolor para mí.
Estando conectado con los franciscanos a través de los campamentos de verano, pensaba en ingresar en su orden, así que le pedí a Jesús que me guiara a un seminario. Le dije que lo más importante era que sintiera alegría y paz cuando entrara en el seminario, para saber que era Su voluntad. Y después de algunos meses entré en la Obra de Jesús Sumo Sacerdote, donde ya estaba mi hermano.
Y con la decisión de la vida religiosa, llega la formación en Roma para ambos hermanos.
V: Tras un periodo propedéutico, comencé a estudiar filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. En octubre de 2023 empecé a asistir al curso de Teología de primer año. Estoy muy contento de poder estudiar en la Santa Cruz, donde puedo profundizar en el estudio de la Teología, gracias a la ayuda de nuestros benefactores de la Fundación CARF.
E: ¡Yo también estoy de verdad muy contento! Llegué el 9 de septiembre de 2020 a Roma. Hice dos años de estudios propedéuticos antes de ingresar en la Universidad de la Santa Cruz, donde este año he empezado mi segundo año de Filosofía.
Con mi hermano quisiéramos darles las gracias a todos nuestros queridos benefactores de la Fundación CARF, porque gracias a sus donativos, los seminaristas podemos sostener nuestros estudios para llegar un día a ser sacerdotes. Os llevamos en nuestras oraciones cada día con vuestras intenciones y os damos las gracias.
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.