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22 julio, 25

María Magdalena con expresión de angustia, tumbada en el suelo. Escena de la Pasión de Cristo, de Mel GIbson.

Santa María Magdalena: testigo de la Resurrección

Cada 22 de julio, nuestra madre la Iglesia nos invita a mirar a María Magdalena no con ojos de sospecha, sino con admiración y gratitud por su fidelidad y amor a Jesús a quien primero se apareció en la Resurrección. Su vida demuestra que la misericordia de Dios transforma todo en amor.

Cada 22 de julio, la Iglesia católica celebra con especial devoción la festividad de santa María Magdalena, una de las discípulas más cercanas a Jesús y la primera persona que fue testigo de su Resurrección. Su figura, a menudo envuelta en confusiones históricas, ha sido reivindicada por el Magisterio como una mujer clave en los comienzos del cristianismo.

¿Quién fue realmente esta santa? ¿Qué sabemos de su vida antes de seguir a Cristo? ¿Por qué ha llegado a tener un lugar tan destacado en la tradición de la Iglesia?

¿Quién era María Magdalena?

El Evangelio la identifica como María, la que era de Magdala, una pequeña localidad situada a orillas del lago de Galilea. De ahí el nombre de Magdalena.

Según Lucas 8, 2, Jesús había expulsado de ella siete demonios, expresión que puede aludir a una situación de profundo sufrimiento físico, espiritual o moral. Sea como fuere, lo que sabemos con certeza es que, a partir de ese encuentro con Jesús, su vida cambió radicalmente.

A partir de entonces, se convierte en discípula y seguidora fiel de Jesús, acompañándole junto a otras mujeres durante su ministerio público. Muchas de ellas ayudaban con sus bienes a sostener la misión.

María Magdalena representa así la figura de la mujer creyente que, tras experimentar la misericordia divina, lo deja todo para seguir al Maestro.

María Magdalena Resurrección y Jesús
María Magdalena, antes de la Resurrección, postrada ante la cruz de Jesús en La Pasión de Cristo.

Una vida transformada por el amor de Jesús

Apenas contamos con datos concretos de la vida de María Magdalena antes de encontrarse con Jesús, pero lo que los evangelios nos muestran es suficiente para comprender la profundidad de su compromiso con el Señor.

La tradición ha vinculado a María Magdalena con la mujer pecadora que unge los pies de Jesús con perfume en casa del fariseo Simón (cf. Lc 7, 36-50), aunque los estudios bíblicos modernos tienden a distinguirlas como personas diferentes.

No obstante, el gesto de amor y arrepentimiento que realiza aquella mujer muestra similitudes con el modo en que María Magdalena respondió a la gracia recibida: con una entrega total, sin reservas. Por eso, se ha convertido en un modelo de conversión sincera, de amor agradecido y de seguimiento radical.

Discípula fiel hasta la Cruz

Mientras muchos discípulos huían por miedo tras la detención de Jesús, María Magdalena permanece al pie de la Cruz. Los evangelios la mencionan explícitamente como testigo de la Crucifixión y muerte, junto a María, la madre de Jesús, y otras mujeres. Esta fidelidad en el momento del dolor y del aparente fracaso prueba su amor incondicional y su profunda fe, aunque todavía no comprendiera del todo el misterio pascual.

Después de la muerte de Jesús, también se menciona a María como una de las mujeres que fueron al sepulcro, al amanecer del domingo, llevando perfumes para ungir el cuerpo del Señor sin atisbar que ya se había complido su palabra y que la Resurrección era un hecho.

Primera testigo de la Resurrección

Es en ese momento cuando se produce uno de los episodios más bellos y significativos del Evangelio: María Magdalena es la primera en ver al Cristo resucitado (cf. Jn 20, 11-18). Llena de dolor por la pérdida de su Maestro, llora fuera del sepulcro vacío hasta que Jesús se le aparece, aunque ella no lo reconoce al principio. Es cuando Él la llama por su nombre —¡María!—, sus ojos se abren y reconoce al Señor.

Ese encuentro con el Resucitado marca un punto de inflexión: Jesús le encomienda anunciar la buena noticia a los apóstoles. Vuelve a ser significativo que el Señor quiera que una mujer (en aquella época gozaban de escasa consideración) se encargue del anuncio a sus discípulos.

Por eso, la tradición patrística le ha dado el título de Apóstol de los Apóstoles, porque fue enviada por Cristo mismo para dar testimonio de su victoria sobre la muerte.

María Magdalena Resurrección y Jesús
Escena de La Pasión de Cristo: María Magdalena llora la muerte de Jesús a los pies de la cruz.

Un lugar de honor en la Iglesia

El Papa san Juan Pablo II la recordó en su carta apostólica Mulieris Dignitatem como un ejemplo del papel esencial de la mujer en la vida de la Iglesia. Y en 2016, el papa Francisco elevó su memoria litúrgica a fiesta, el mismo rango que tienen las celebraciones de los apóstoles, subrayando su relevancia como modelo de discipulado.

Este reconocimiento oficial quiere recuperar y limpiar la imagen de María Magdalena, muchas veces distorsionada por interpretaciones populares o literarias que la han retratado injustamente como prostituta o mujer caída, cuando en realidad fue una discípula valiente.

Devoción y legado

La figura de santa María Magdalena ha sido objeto de devoción desde los primeros siglos del cristianismo. En la tradición occidental, especialmente en Francia y España, hay numerosas iglesias, monasterios y santuarios dedicados a su nombre. También ha inspirado el arte cristiano, que la representa habitualmente con un frasco de perfume en la mano, símbolo de su amor al Señor y del momento en que lo ungió.

María_Magdalena_Jesús_Resurrección
Magdalena penitente, El Greco 1557.

Su historia es una invitación constante a la esperanza, al perdón y a la fidelidad. En un mundo que muchas veces juzga y condena sin misericordia, María Magdalena nos recuerda que el amor de Dios puede transformar incluso las heridas más profundas en una fuente de gracia.

Santa María Magdalena es mucho más que un personaje secundario de los Evangelios. Es la mujer renovada por el amor de Cristo, modelo de discípula fiel y primera anunciadora de la Resurrección.

Como su vida nos interpela, pensemos: ¿tenemos nosotros el mismo amor apasionado por el Señor? ¿Sabemos mantenernos firmes junto a la Cruz? ¿Somos testigos del Resucitado en medio del mundo?

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