Uno de ellos es el padre Wydrowski, joven sacerdote de 36 años y ordenado en 2014, hace ya más de siete. En Secundaria se planteó por primera vez si estaba llamado a la vida religiosa, pero fue durante sus estudios universitarios en Londres donde tuvo el convencimiento de que su lugar estaba en el Seminario.
La belleza y el cuidado de la liturgia le ayudaron a entender el sentido profundo de la Eucaristía y encauzar esta llamada al sacerdocio. Por ello, ahora al celebrar la misa cada día intenta transmitir y cuidar la liturgia de la misma manera.
Don Sebastián Wydrowski fue enviado por su obispo a estudiar a la Universidad de Navarra gracias a una beca del CARF, donde ha podido licenciarse y doctorarse en Derecho Canónico, formación adicional que ahora aprovecha su diócesis en Polonia en el servicio que presta en la curia a la vez que sigue atendiendo varias parroquias rurales.
En esta entrevista con CARF este joven sacerdote polaco nos habla de su vida, de la religiosidad en su país y de su experiencia de estudios en Pamplona, cuyos beneficios ahora disfruta:
Ya no. Es verdad que mientras los países europeos sufrían debido a la crisis del postconcilio en los años 70 y 80, la Iglesia en Polonia estaba floreciendo. Había tres factores: los cambios litúrgicos llevados a cabo muy lentamente y con cuidado, el prestigio moral de la Iglesia que resistía a los comunistas y el efecto del Papa polaco.
Según lo que veo, en los últimos 5-10 años las cosas se han deteriorado mucho, hay mucha confusión moral y doctrinal entre laicos y bastante autocomplacencia entre sacerdotes. La gran mayoría de los jóvenes abandonan las prácticas religiosas. El problema, sin duda, será cada vez más serio en el futuro.
La fe es una cosa muy personal, evitaría generalizaciones en este campo. Por lo que se refiere a los datos que tenemos hay muchas diferencias entre varias regiones de Polonia. En algunas partes la fe está muy viva y las iglesias se llenan los domingos. En mi diócesis de origen hay algunas parroquias donde casi todo el mundo va a misa y también hay otras donde van menos de 10%. Hay varias razones de ese fenómeno: históricas, sociales etc...
Lo que llamaba atención es que, hasta el tiempo de promoción reciente de algunas medidas supuestamente anti-covid en las misas, mis paisanos respetaban mucho el Santísimo Sacramento, por ejemplo, con su manera de recibir la Santa Comunión.
Polonia es un país unido, casi no hay separatismos. Algunas partes del país tienen sus tradiciones locales pero no se habla, gracias a Dios, de autonomías. No se acepta que alguien muestre su desprecio a los símbolos nacionales, todo lo contrario a lo que he visto a veces en España.
Aquí casi todos tienen familiares o antepasados que fueron víctimas de los alemanes durante las guerras o más recientemente durante la época del comunismo. Esas son unas clases que la historia nos da para aprender a amar la patria. En cuanto a las diferencias culturales, la verdad es que somos bastante parecidos. Creo que cualquier ciudadano español se sentirá como en casa en Polonia, pues formamos parte de la misma cultura cristiana occidental. No olvidemos que históricamente mi país se estableció como un reino cristiano independiente ya en el año 1025.
No, la generación anterior del clero sí que se vio afectada. Había vigilancia en las casas de formación, servicio militar muy horrible para seminaristas y varias formas de persecuciones, más suaves o más sangrientas, incluso martirio de unos sacerdotes, por ejemplo del beato padre Jorge Popieluszko. Todo eso se acabó en 1989.
No ha habido ningún momento extraordinario o especialmente intenso que cambiase el rumbo de mi vida espiritual. Los primeros pensamientos sobre hacerme cura me pasaron por la cabeza en los últimos años de la secundaria y creo que estaba ya seguro durante mis estudios universitarios en Londres.
Pienso que me ayudó la belleza del culto que encontré en ciertos templos de Londres, por ejemplo en el Oratorio de Brompton. Allí a veces hacía de monaguillo en misas tradicionales privadas, lo que me enseñó a apreciar el valor infinito del Sacrificio del Calvario renovado todos los días en miles de altares del mundo.
Me ha impresionado el personal de las Facultades Eclesiásticas, tanto los laicos como sacerdotes, por su dedicación a su trabajo. Sin duda, la universidad crea muchas oportunidades para crecer desde el punto de vista intelectual y para la investigación. Las instalaciones y la infraestructura son muy buenas, a la altura de algunos “ateneos” prestigiosos de Roma.
No veo mis estudios para la licenciatura o el doctorado como formación sacerdotal en el sentido estricto. La recibí ya en el seminario diocesano. Es más bien perfeccionamiento y preparación profesional para tareas específicas en el trabajo en la Iglesia local.
Por ejemplo, ahora he recibido encargos en el tribunal diocesano. El título de doctor en Derecho Canónico genera oportunidades para crecer en este campo. Me encantaría también seguir investigando, especialmente los temas históricos del Derecho, pero eso depende de la voluntad y permisos de mis superiores jerárquicos.
Antes y después de mis estudios en la Universidad de Navarra era y sigo siendo vicario parroquial en parroquias rurales. La diferencia, en la práctica, es que ahora los días laborables voy a trabajar a la Curia, mientras que antes iba a dar clases de Religión en un colegio.
Procuro celebrar los sacramentos dignamente sin darle a ningún feligrés razón para escandalizarse. Además me dedico a predicar bien, de manera interesante. Me pasó que una persona, dando gracias por la Eucaristía y la Palabra, me dijo: ‘Usted nos ha llevado a Jesucristo’. Esta frase me golpeó mucho, porque eso es sumariamente la tarea del cura, es decir, llevar la gracia de Jesús a su pueblo. El sacerdote es solamente un instrumento que Dios usa para sus fines y en todo eso nuestra personalidad debería desaparecer y ser transparente para dar lugar al Señor.
Creo que la edad del cura no importa. El Nuevo Testamento los llama ‘presbyteroi’, es decir, mayores y eso no depende de cuantos años tenga uno. Cada época tiene sus dificultades. Obviamente hoy en día mucha gente tiene sed inconsciente de Dios pero no desea aprovechar los manantiales de agua pura y vivificadora que se encuentran en la Iglesia Católica. Sea como sea, creo que tenemos que mantener firme y clara la doctrina y la enseñanza moral sin diluir nada en las ideas y tendencias mundanas. Si no, seremos como la sal sosa que no sirve para nada.