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He aprendido mucho de la fe sencilla y recia de la gente, su sencillez, alegría, y sobre todo de su generosidad.

Nombre: Rolvin Romero Capistrano.
Edad: 44 años.
Situación: Presbítero.
Origen: Virac, Filipinas.
Estudia: de Licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad de Navarra, en Pamplona.

Los pobres me han evangelizado mucho

Rolvin Romero tiene 44 años y es un sacerdote de la diócesis de Virac, en Filipinas. Se formó en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa y en el año 2006 se ordenó sacerdote. Ha vuelto a la Universidad de Navarra por orden de su obispo, para cursar Licenciatura en el Derecho Canónico.

Cuenta que su vocación no fue muy bien acogida por su padre, aunque, con la ayuda de su madre, supo mostrarle cuál era su camino. «El Señor me cautivó con lo atractivo de la vida de un sacerdote. Tenía doce años cuando entré en el seminario. Allí encontré la felicidad: estaba donde debía estar y haciendo lo que debía hacer. He tenido ocasiones para declinar, pero no lo hice».

Aunque reconoce que volver a estudiar le ha costado, «amar lo que uno hace» le ha ayudado mucho a coger el ritmo. Asegura que venir de nuevo a esta tierra ha sido como volver a su segunda casa: «La ciudad ha cambiado mucho, pero en el fondo sigue siendo mi Pamplona de antes». 

Los 14 años que ha pasado como sacerdote en Filipinas, los ha empleado en organizar unas pedanías para ser una parroquia. «Esos años los veo como los mejores momentos de mi vida. Era empezar de cero, sin nada sino las ganas de hacerlo lo mejor posible. Estaba en medio de mayoría pobres pescadores y agricultores, he aprendido mucho de la fe sencilla y recia de la gente. Recuerdo en las primeras semanas de mi estancia allí: dormir en el suelo y recoger agua para casa. Me despertaba por la mañana siempre con un pescado fresco que dejan los pescadores en la puerta. Dicen que el pescado más grande es siempre para el sacerdote. Y es verdad, ¡los pobres me evangelizaron mucho! Aprendí de su gran fe, sencillez, alegría, y sobre todo de su generosidad».

«Los filipinos hemos heredado muchas cosas de la religiosidad popular de los españoles. Navarra es tierra misionera. Estoy aprendiendo mucho y ahora entiendo muchas cosas al adentrarme en los pueblos: sus costumbres, las fiestas patronales, las procesiones…», explica.

Preguntado por su labor pastoral, afirma sentirse muy contento: «Para mí no es algo extraño. Los sacerdotes no nos ordenamos para nosotros mismos, sino para ayudar a las personas y estar con ellas. Hay pueblos que tan sólo tienen 5 o 6 personas en misa y podemos pensar que no estamos haciendo nada. Sin embargo, debemos sembrar con alegría, igual que nosotros fuimos fruto de la semilla que sembraron nuestros antepasados. Así hemos ido creciendo».

Agradece mucho la ayuda recibida de los benefactores para poder sacar adelante sus estudios, sin la cual no hubiera sido posible: «Hay mucha gente que nos ayuda y aunque no lo ven, están haciendo muchas cosas buenas por la Iglesia. El apoyo que recibimos de ellos es parte de las sorpresas de Dios y las alegrías que vivimos son también suyas. Gracias por vuestras continuas oraciones y por vuestra generosidad. Os encomiendo ante nuestra Madre la Virgen María y os tengo presentes en cada Santa Misa».

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