Seminarista de la diócesis de Cabimas, Venezuela, Luis Fernando Morales tiene 31 años y lleva un año cursando sus estudios de sacerdote en Pamplona. Recibió de su familia la fe y su abuela jugó un papel muy importante en el discernimiento de su vocación.
«Busqué al Señor en lugares equivocados»
Ella sostenía en la fe a toda la familia, les animaba a Luis Fernando, a su hermano menor y a sus primos a participar en los sacramentos, a buscar el encuentro personal con Cristo, a seguir con las catequesis...
A pesar de ello, durante su juventud se alejó muchísimo de la Iglesia. Sólo iba durante las fiestas patronales o cuando se lo pedía su abuela. Buscaba a Dios en lugares equivocados, donde Él no se encuentra y la fe se distorsiona muchísimo. Pero las dudas sobre la existencia de Dios y la fe de su familia no desaparecieron.
La positiva influencia de un grupo de jóvenes
La insistencia de su abuela contribuyó en su camino sacerdotal. Junto con una vecina le invitaron a participar en una actividad de jóvenes de la parroquia. Iban a representar un Vía Crucis viviente y necesitaban a alguien que representara a san Pedro. Así que se lo pidieron a Luis Fernando, que, aunque ni siquiera iba a Misa, aceptó porque era un grupo muy bueno de jóvenes.
La influencia positiva de este grupo fue decisiva. Comenzó con sus primeros pasos en la fe y delante de Jesús Sacramentado experimentaba dudas, emociones, preguntas y respuestas. La adoración eucarística marcó su vida. Fue un antes y un después que transformó su fe.
«No sabía qué quería Dios de mí»
Su vida siguió adelante y cuando terminó Educación Industrial en el área de Electricidad, trabajó como profesor de Estadística y Electrónica en el Instituto Universitario de Tecnología Readic UNIR. A pesar de estar feliz con su trabajo, sentía que no le llenaba. Tampoco se sentía completo con su novia, y eso que iban juntos a Misa con frecuencia. Cada vez que el sacerdote levantaba el Pan consagrado sentía que Dios le reclamaba. Estaba con los fieles, pero veía que Dios le pedía que estuviera en el presbiterio. No terminaba de discernir qué quería el Señor de él.
Hasta que al final se decidió. Dejó su vida para iniciar la aventura de ser sacerdote. Ingresó en el seminario propedéutico de la diócesis de Cabimas con 26 años. Luego, al cumplir un año de formación introductoria, fue enviado junto con los demás compañeros de curso para comenzar el primer año de Filosofía en el seminario provincial en Maracaibo (Seminario Mayor santo Tomás de Aquino). Y casi tres años después, su obispo le envió al Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa.
Su experiencia en en Bidasoa es «indescriptible, no existe la grandeza y la bendición que el Señor me ha concedido de poderme formar como sacerdote en Bidasoa. Había recibido de mis hermanos de mi diócesis varias referencias de su experiencia inolvidable, pero esto se queda corto», relata. Además, está muy agradecido de la formación excelente que recibe en la Universidad de Navarra, impartida por grandes profesionales que enseñan con una buena pedagogía y excelentes herramientas didácticas.
Luis Fernando también comenta en este relato qué es un sacerdote del siglo XXI, en una sociedad fuertemente secularizada: «Principalmente, tiene que ser un hombre de oración que viva en comunión visible con la Iglesia. Un sacerdote debe ser un hombre valiente que no tema a nadar a contracorriente frente a los retos que presenta la sociedad actual. Necesariamente tiene que ser alguien capaz de llevar el Amor de Cristo al mundo entero. Pero, no solo con palabras sino con su testimonio y mostrar coherencia de vida».
El sacerdote en medio de los jóvenes en Venezuela
Los sacerdotes jóvenes deben ser verdaderos pastores con olor a oveja, como dice el papa Francisco. «Pero, no un olor de perfume o apariencia de oveja... NO. Tiene que ser un olor auténtico a oveja y para eso, es preciso que el pastor entre al redil, conozca sus ovejas, dificultades, dolencias. Y, desde ahí, sí que podrá cuidar y pastorear el verdadero rebaño que el Señor le ha encomendado».
La evangelización en Venezuela no se detiene
A pesar de la situación de Venezuela, la evangelización es posible. Un reto difícil, pero no imposible porque Dios siempre actúa. «En mi país, al igual que en el mundo entero, primero se debe comenzar por tener coherencia de vida. Actualmente el pueblo venezolano se encuentra muy afligido por la difícil situación que vive. Las personas buscan y necesitan palabras de aliento, de ánimo, de esperanza. Por eso, un sacerdote en Venezuela debe dar necesariamente todo de sí mismo, el sacerdote tiene que donar el corazón... tiene que ser imagen de Cristo».
Pese a las dificultades, Luis Fernando se siente esperanzado porque la evangelización en Venezuela no se detiene. «En nuestra cultura, la formación religiosa comienza por el hogar. En la población existe una clara conciencia de la importancia que tiene Dios en nuestras vidas. Este primer acercamiento a la fe casi siempre viene dado por la ayuda de los abuelos y los padres. Son ellos los primeros que encienden en el corazón de los niños el amor por la Eucaristía, la devoción a los santos y las manifestaciones de religiosidad popular».
Y después de las familias, la labor de las diócesis. «Es la Iglesia la primera que da el paso al frente para ayudar en la atención de las necesidades del pueblo (alimentación, medicina, educación, vestimenta, incluso en el área laboral). Con la gran ayuda de organismos como Cáritas, y otros más, mi diócesis se mantiene trabajando al máximo para ayudar a todas las personas necesitadas y llevar hacia ellos los rayos de esperanza y amor de Dios que tanto desean sentir».
Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.