La Iglesia católica celebra cada 26 de junio la festividad de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Cientos de miles de personas recuerdan hoy a “el santo de la vida ordinaria”, como lo llamaba san Juan Pablo II. En este día especial, muchos se reúnen en la Santa Misa para honrar su memoria.
«Siguiendo sus huellas –dijo el Papa en su homilía con motivo de su canonización de san Josemaría–, difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad».
La figura de san Josemaría sigue inspirando a muchos en su camino hacia la santidad. Si quieres rezar ante los restos, puedes acudir a la iglesia de Santa María de la Paz (en Roma).
La identidad de san Josemaría como fundador ha dejado una huella indeleble en el mundo actual. Él tuvo el arte de saber expresar en palabras, breves y sencillas, grandes realidades. Eso ocurre, por ejemplo, cuando habla sobre el tema de la identidad sacerdotal, cuestionada y problematizada por algunos y la resolvía con rotundidad: «El sacerdote, quien sea, es siempre otro Cristo.
Otro Cristo, Ipse Christus, con poderes singularísimos derivados de su identificación con el Señor. El sacerdote puede consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrecer a Dios el Santo Sacrificio, perdonar los pecados en la confesión sacramental y ejercitar el ministerio de adoctrinar a las gentes». (Camino, 6).
Siempre miraba a los sacerdotes diocesanos como sus hermanos: hermanos míos sacerdotes, solía decir al dirigirse a ellos. Sentía por ellos un cariño fraternal y a los sacerdotes de la Prelatura del Opus Dei les invitaba a sentirse como sacerdotes diocesanos en todas las diócesis del mundo.
Vivió y promovió un auténtico amor por los sacerdotes y de ello dio pruebas siempre. Era un ejemplo de celo por la formación sacerdotal; lo demostró en la solicitud con la que guio la actividad de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que posibilita a los sacerdotes de todas las diócesis del mundo poder compartir su espiritualidad.
La Fundación CARF sigue este ejemplo del fundador de la Obra, como la llamaba cariñosamente, apoyando la formación sacerdotal. Por eso la Fundación actúa para que, con ayuda de los benefactores, se proporcionen ayudas al estudio para que sacerdotes y seminaristas diocesanos sin recursos, de diócesis de todo el mundo, reciban una sólida preparación teológica, humana y espiritual en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma y en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra en Pamplona.
Además, promovió la importancia de la oración en la vida del presbítero. «No dejéis de pedir por ellos, para que sean siempre sacerdotes fieles, piadosos, doctos, entregados, ¡alegres! Encomendadlos especialmente a Santa María, que extrema su solicitud de Madre con los que se empeñan para toda la vida en servir de cerca a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, Sacerdote Eterno».
Mons. Javier Echevarría nos explica que, a lo largo de su gran experiencia pastoral, el fundador del Opus Dei experimentó de continuo la necesidad de una identidad sacerdotal fuerte: no es verdad que los cristianos quieren ver en el sacerdote un hombre más; el pueblo cristiano, lo que quiere del sacerdote es que sea sacerdote.
En palabras de san Josemaría, «que se destaque claramente el carácter sacerdotal: esperan que el sacerdote rece, que no se niegue a administrar los sacramentos, que esté dispuesto a acoger a todos sin constituirse en jefe o militante de banderías humanas, sean del tipo que sean.
Además que ponga amor y devoción en la celebración de la Santa Misa, que se siente en el confesonario, que consuele a los enfermos y a los afligidos; que adoctrine con la catequesis a los niños y a los adultos, que predique la Palabra de Dios y no cualquier tipo de ciencia humana que –aunque conociese perfectamente– no sería la ciencia que salva y lleva a la vida eterna; que tenga consejo y caridad con los necesitados. En una palabra: se pide al sacerdote que aprenda a no estorbar la presencia de Cristo en él». Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.
Esta última frase, continua Mons. Javier Echevarría, puede quizá resumir el desafío que el mundo actual lanza a los ministros sagrados. A los hombres de todos los tiempos, el sacerdote ha de hacer presente a Dios; y para esto, ha de aprender a prestar a Cristo su voz, sus manos, su alma y su cuerpo: todo lo suyo.
Así ocurre principalmente cuando administra los sacramentos o en la predicación, pero no sólo en esos momentos. La dinámica propia del sacramento del Orden, cuyo centro y culmen es la Eucaristía, lleva a darse enteramente, en alma y cuerpo, a Cristo.
Textos breves sobre la vida y la vocación de los sacerdotes que recordamos con motivo de su fiesta.
Bibliografía
Camino.
Es Cristo que pasa.
Homilía Sacerdote para la eternidad.
Forja.
Homilía del Papa san Juan Pablo II en la Misa de canonización, 2002.
Homilía del Papa san Juan Pablo II en la Misa de la beatificación, 1992.
Homilía de Mons. Javier Echevarría sobre el sacerdocio, 2009.