Guía para peregrinar a Tierra Santa

Beneficios de hacer una peregrinación a Tierra Santa con la Fundación CARF

Una peregrinación a Tierra Santa es abrir las páginas del “quinto evangelio”. Recorrer los caminos por los que anduvo Jesús, acudir a los lugares donde realizó milagros, y rezar en los sitios donde se llevó a cabo la redención de los hombres y su entrega hasta el extremo por puro amor. Estas experiencias –vividas como un personaje más– remueven por dentro y reblandecen hasta el corazón más duro. La peregrinación a Tierra Santa que organiza cada año la Fundación CARF facilita la apertura a la Vida que se derrama en los lugares que habitó el Hijo de Dios. Durante todo el viaje, un sacerdote nos acompaña, nos brinda atención espiritual y celebra la Santa Misa a diario. Además, seleccionamos a los guías que nos ayudan para lograr una comprensión plena de los lugares santos. Se trata, también, de un viaje cómodo que facilite la contemplación y no tener que estar pendiente de otros detalles operativos por lo que contamos con pensión completa en hotel de cuatro estrellas y transporte permanente a nuestra disposición. 

Cuatro lugares de Tierra Santa imprescindibles  

Descubre estos cuatro lugares imprescindibles en tu peregrinación a Tierra Santa que, por supuesto, están incluidos en el itinerario de la Fundación CARF.

1. Mar de Galilea 

También conocido como el lago de Tiberíades, de agua dulce y alimentado por el río Jordán. Lugar de faena de Simón, Andrés y sus compañeros. Fue el escenario de numerosos milagros de Jesús, como caminar sobre sus aguas o la multiplicación de los panes y los peces. En una peregrinación a Tierra Santa se puede disfrutar de un paseo en barca por sus tranquilas aguas y explorar las ciudades y aldeas a orillas del lago, como Tiberíades o Cafarnaúm. 

2. La basílica de la Natividad

Ubicada en la ciudad de Belén, cuyo nombre significa “casa del pan”, la basílica de la Natividad es uno de los sitios más sagrados del cristianismo. Fue construida sobre el lugar de nacimiento de Jesús. Su arquitectura impresionante combina elementos bizantinos y de los cruzados. El punto culminante es la gruta de la Natividad, donde la tradición sitúa el punto exacto donde María dio a luz a Jesús.

A pesar de las invasiones, terremotos y restauraciones a lo largo de su historia, gran parte de la estructura original construida en el siglo IV todavía se mantiene en pie. Uno de los aspectos más curiosos de la edificación es la llamada Puerta de la Humildad, una entrada de reducido tamaño por la que los visitantes deben encogerse para entrar. Se dice que esta puerta se construyó así para evitar que personas a caballo la atravesaran sin desmontar, recordando la humildad que caracterizó el nacimiento de Jesús en un establo. Esta puerta también tiene un significado más profundo como un recordatorio de que todos los que ingresan en la presencia de Dios deben hacerlo con un corazón humilde.

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3. Santo Sepulcro, Jerusalén

El Santo Sepulcro de Jerusalén fue construido por el emperador Constantino en el siglo IV d.C. en el lugar donde se cree que Jesucristo fue crucificado, enterrado y resucitado. A lo largo de los siglos, ha sufrido daños, reconstrucciones y divisiones entre las diferentes denominaciones cristianas. Hoy en día, es custodiado por varias confesiones cristianas, principalmente la Iglesia Ortodoxa griega, la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia Católica romana –a través de la Custodia de Tierra Santa franciscana–, que comparten la responsabilidad de mantener y administrar el sitio. El Santo Sepulcro se encuentra en el corazón del casco antiguo de Jerusalén, en la iglesia del Santo Sepulcro, un complejo que incluye:

El Santo Edículo: Esta pequeña estructura alberga la tumba de Jesús, La única tumba vacía de la historia. Este es el lugar donde Jesús resucitó.

La capilla del Calvario o Gólgota: En la misma iglesia, se encuentra el lugar tradicionalmente identificado como el monte Calvario o Gólgota, donde Jesús fue crucificado. Los peregrinos pueden ver una grieta en la roca que se cree que se formó durante el terremoto que ocurrió al momento de la muerte de Jesús.

La capilla del Ángel: En el vestíbulo del Edículo se encuentra una capilla dedicada al Ángel que anunció la Resurrección a las mujeres que visitaron la tumba.

La capilla de santa Elena: En el complejo, también se encuentra la capilla de santa Elena,  una iglesia armenia del siglo XII dedicada a la madre del emperador Constantino, quien se cree que encontró la cruz de Cristo en Jerusalén.

La capilla de la invención de la Cruz: Se trata del punto más profundo del Santo Sepulcro. Es el lugar donde Santa Elena descubrió la Veracruz, los clavos y el titulus de la Crucifixión. Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70, el emperador Adriano levantó sobre el lugar un templo a Júpiter, gracias al cuál santa Elena, madre de otro emperador –Constantino–, supo la ubicación exacta de las reliquias.

4. Cenáculo, Jerusalén

En el Cenáculo, en el Monte Sión, es donde Jesús celebró la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía y lavó los pies a sus discípulos.

Se trata de una sala de unos 15 metros de largo y 10 de ancho, prácticamente vacía de adornos y mobiliario. Varias pilastras en las paredes y dos columnas en el centro, con capiteles antiguos reutilizados, sostienen un techo abovedado. En las claves quedan restos de relieves con figuras de animales, en particular, se reconoce un cordero. 

En la actualidad no es posible el culto en el Cenáculo, debido a que la tradición judía sitúa en ese mismo lugar la tumba del rey David, lugar sagrado para los judíos. Solamente dos papas han gozado del privilegio de celebrar la Santa Misa en esta sala: san Juan Pablo II, el 23 de marzo de 2000, y Francisco, el 26 de mayo de 2014. En nuestra peregrinación a Tierra Santa se celebra la Misa en una capilla muy cercana conocida como el Cenacolino.

¿Cuánto cuesta una peregrinación a Tierra Santa?

El coste de una peregrinación a Tierra Santa puede variar mucho dependiendo de factores como la duración del viaje, la calidad del tipo de alojamiento o del número de actividades que realices. La peregrinación a Tierra Santa con la Fundación CARF cuida de todos los detalles logísticos. 

Viajamos ayudados por Halcón Peregrinaciones, una reconocida agencia de viajes, que cuenta con acuerdos preferenciales con hoteles y proveedores de servicios turísticos, lo que nos permite obtener unas tarifas muy razonables.

Contamos además con un itinerario planificado y optimizado, en términos de tiempo y distancia, lo que permite reducir los costes asociados a desplazamientos y a cambios de alojamiento que tendrías de otro modo.

Por eso, aunque una peregrinación a Tierra Santa organizada puede implicar un coste inicial, por la eficiencia y los beneficios adicionales suponen un gasto razonable. Además, la comodidad y la vivencia enriquecedora que proporciona este tipo de experiencia hace que el precio valga la pena.

¿Cuántos días se necesitan para visitar Tierra Santa?

La peregrinación a Tierra Santa organizada por la Fundación CARF dura ocho días, suficiente tiempo para explorar y conocer los lugares más importantes. 

Está organizada para aprovechar cada segundo al máximo, con suficiente tiempo para contemplar, meditar y rezar en los lugares sagrados.

¿Qué no puedes perderte en una peregrinación Tierra Santa?

En una peregrinación a Tierra Santa no te puedes perder la oportunidad única de sumergirte en la cultura de Palestina e Israel. Puedes participar en las devociones y ceremonias religiosas en los sitios sagrados de Jerusalén, donde la fe cristiana se engarza en  la historia de la humanidad. 

Explorar los mercados tradicionales y saborear la cocina local te aportará un vistazo a la vida cotidiana en esta región tan especial del mundo. Y te permite aprovechar la oportunidad de conocer a personas de diversas tradiciones religiosas y escuchar sus historias personales de fe y convicciones en nuestra peregrinación a Tierra Santa.

El asombro de colaborar con Dios 1

En esta Homilía del Papa Francisco la cuestión central es la del asombro. Las lecturas escogidas, de la carta a los Efesios (cfr. Ef 1, 2-14) y del evangelio de San Mateo (cfr. Mt 28, 16-20), le sugieren al Papa Francisco ese asombro, ese “estupor” producido por la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Dividimos la exposición de los argumentos del Papa en tres puntos:

Asombro ante el plan de la salvación

1. San Pablo recoge un himno litúrgico que bendice a Dios por su plan de salvación. Y dice el Papa Francisco que no debería ser nuestro asombro ante este plan de salvación menor que nuestro asombro ante el universo que nos rodea, donde, por ejemplo, todo en el cosmos se mueve o se detiene según la fuerza de la gravedad. Así, en el plan de Dios a través del tiempo, ese centro de gravedad, donde todo tiene su origen, sentido y finalidad es Cristo.

En palabras del Papa Francisco, glosando a san Pablo: “En Cristo hemos sido bendecidos antes de la creación; en Él hemos sido llamados; en Él hemos sido redimidos; en Él toda criatura es reconducida a la unidad, y todos, cercanos y lejanos, primeros y últimos, estamos destinados, gracias a la obra del Espíritu Santo, a estar en alabanza de la gloria de Dios”. Por eso el Papa nos invita a alabar, bendecir, adorar y dar gracias por esa obra de Dios, ese plan de salvación. 

Así es, teniendo en cuenta que ese 'plan' nos sale al encuentro en la vida de cada uno, al mismo tiempo que nos deja libres de responder a ese proyecto amoroso, que se origina en el corazón de Dios Padre, como indica el Catecismo de la Iglesia Católica.

No es, por tanto un plan que Dios haya hecho a nuestras espaldas, sin contar con nosotros ni con nuestra libertad. Al contrario: es un proyecto amoroso que nos presenta, y que llena de sentido la historia del mundo y la vida humana, si bien muchos aspectos de ese plan no podemos conocerlos plenamente y quizá los conoceremos más adelante.

Y Papa Francisco nos pregunta a todos: “Cómo es vuestro asombro? ¿Sientes asombro a veces? ¿O has olvidado lo que significa?”. En efecto. Es muy conveniente este maravillarse ante los dones de Dios, pues, de otro modo, podemos entrar, primero, en el acostumbramiento y luego en la falta de sentido.

En un tren, observaba Antoine de Saint-Éxupéry en El Principito (cap. XXII), son los niños los que se quedan con la nariz pegada a las ventanas, mientras que los adultos siguen en otras ocupaciones rutinarias.

«Esto, queridos hermanos y hermanas, es un ministro de la Iglesia: alguien que sabe maravillarse ante el designio de Dios y con este espíritu ama apasionadamente a la Iglesia, pronto para servir en su misión donde y como quiera el Espíritu Santo». Papa Francisco, Basílica de San Pedro, martes, 30 de agosto de 2022.

 El asombro de que Dios nos ofrezca colaborar

2. En segundo lugar, observa el Papa Francisco que si ahora nos adentramos en la llamada que el Señor hace a los discípulos en Galilea, descubrimos un nuevo asombro. Esta vez no es tanto por el plan de salvación en sí mismo; sino porque, sorprendentemente, Dios nos involucra en ese plan, nos implica. Las palabras del Señor a sus once discípulos son: «Id (...) haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20); y luego la promesa final que infunde esperanza y consuelo : «Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (v. 20).

Y señala el sucesor de Pedro que esas palabras de Jesús resucitado “aún tienen la fuerza de hacer vibrar nuestro corazón, dos mil años después” ¿Por qué? Porque es asombroso que el Señor decidiera evangelizar el mundo a partir de aquel pobre grupo de discípulos. 

Don Ramiro Pellitero reflexiona sobre la homilía del Papa con los nuevos cardenales, donde la cuestión central es la del asombro.

Aquí cabría preguntarse si sólo los cristianos entran en ese plan de salvación o si solo ellos colaboran en él. En realidad toda persona —y los demás seres, según su propio ser— entran en esos planes amorosos de Dios. Y al mismo tiempo, los cristianos, por elección divina (antes de la constitución del mundo, cfr. Ef 1, 4) tenemos un lugar particular en ese proyecto, parecido al que tuvieron María, los doce apóstoles y las mujeres que siguieron desde el principio al Señor. Así hace Dios: llega a unos a través de otros.

¿Qué busca el Papa Francisco al plantear esta necesidad del 'asombro' a los nuevos cardenales?

El mismo Papa Francisco lo ha dicho y esto sirve también para todos los cristianos. El hacernos conscientes de nuestra poquedad, de nuestra desproporción para colaborar en los planes divinos. El librarnos de la tentación de sentirnos “a la altura” (eminentísimos, es el tratamiento a los cardenales), de apoyarnos en una falsa seguridad, pensando quizá que la Iglesia es grande y sólida…

Todo eso, dice el Papa Francisco, tiene algo de verdad (si se mira con los ojos de la fe, puesto que es Dios quien nos ha llamado y nos da la posibilidad de colaborar con Él). Pero es un planteamiento que nos puede llevar a dejarnos engañar por “el Mentiroso” (es decir, el demonio). Y volvernos, primero, “mundanos” (con el gusano de la mundanidad espiritual); y en segundo lugar “inofensivos”, es decir sin fuerzas y sin esperanza para colaborar eficazmente en la salvación.

El asombro de ser Iglesia

3. Por último, señala el obispo de Roma que el conjunto de esos pasajes despierta (o debería despertar) en nosotros “el asombro de ser Iglesia”; de pertenecer a esta familia, a esta comunidad de creyentes que forma un solo cuerpo con Cristo, desde nuestro bautismo. Es ahí donde hemos recibido las dos raíces del asombro tal como hemos visto: primero el ser bendecidos en Cristo y segundo el de ir con Cristo al mundo.

Y explica Francisco que se trata de un asombro que no disminuye con los años ni decae con las responsabilidades (podríamos decir nosotros: con las tareas, dones, ministerios y carismas que podemos recibir cada uno en la Iglesia, al servicio de la Iglesia y del mundo).

Al llegar a este punto, el Papa Francisco evoca la figura del santo papa Pablo VI y de su encíclica programática Ecclesiam suam, escrita durante el Concilio Vaticano II. Ahí dice el Papa Montini: «Ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, [...] de su propio origen, [...] de su propia misión». Y haciendo referencia precisamente a la Carta a los Efesios, pone esa misión en la perspectiva del plan de salvación; de “la dispensación del misterio escondido por siglos en Dios... a fin de que venga a ser conocida... a través de la Iglesia” (Ef 3,9-10)».

Francisco pone a san Pablo VI como modelo, para presentar el perfil de cómo debe ser un ministro en la Iglesia: “El que sabe maravillarse ante el plan de Dios y ama apasionadamente la Iglesia con ese espíritu, dispuesto a servir su misión donde y como quiera el Espíritu Santo”. Así era, antes que san Pablo VI, el apóstol de las gentes: con esa capacidad de asombrarse, de apasionarse y de servir. Y esa debería ser también la medida o el termómetro de nuestra vida espiritual.

El Papa Francisco concluye dirigiendo de nuevo a los cardenales unas preguntas que nos sirven a todos; pues todos –fieles y ministros en la Iglesia– participamos, de modos bien diversos y complementarios, en ese grande y único “ministerio de salvación” que es la misión de la Iglesia en el mundo:

“¿Cómo es tu capacidad de asombrarte? ¿O te has acostumbrado, tan acostumbrado, que la has perdido? ¿Eres capaz de volver a sorprenderte?” Advierte que no es una simple capacidad humana, sino ante todo una gracia de Dios que hemos de pedir y agradecer, guardar y hacer fructificar, como María y con su intercesión.


Don Ramiro Pellitero Iglesias, profesor de Teología Pastoral de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.

(1) Publicado en Iglesia y nueva evangelización.

Los 7 dolores de la Virgen: ¿Cuáles son?

La fiesta de la semana de Pasión nos recuerda especialmente la participación de la Virgen María en el sacrificio de Cristo, representada con los 7 dolores de la Virgen.

La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, nos traslada la compasión que Nuestra Señora siente por la Iglesia, siempre sometida a pruebas y a persecuciones.

Breve reseña histórica

Cerca del año 1320, la Virgen María se manifestó a santa Brígida en un lugar de Suecia. En esta ocasión se veía su corazón herido por 7 espadas. Estas heridas representaban los 7 dolores de la Virgen vividos al lado de su Hijo Jesús.

Entonces la Virgen doliente dijo a santa Brígida que quienes hicieran oración recordando su dolor y pena, alcanzarían 7 gracias especiales: Paz en sus familias, confianza en el actuar de Dios, consuelo en las penas, defensa y protección ante el mal, así como los favores que a ella pidan y no sean contrarios a la voluntad de Jesús. Finalmente, el perdón de los pecados y la vida eterna a las almas que propaguen su devoción.

La devoción a la Virgen Dolorosa arraigó en el pueblo cristiano, sobre todo, en la Orden de los Servitas, que se consagraron a la meditación de los 7 dolores de la Virgen María. Y esta misma devoción se extendió a toda la Iglesia por medio del Papa Pío VII en 1817.

Santa Brigida de Suecia. Donde la Virgen se apareció y le explico la devoción de los 7 dolores de la Virgen

Representación de los 7 dolores de la Virgen María, estampilla antigua

La devoción de los 7 dolores de la Virgen María

Meditar los dolores de la Virgen es una manera de compartir los sufrimientos más profundos de la vida de María en la tierra. Ella prometió que concedería siete gracias a las almas que la honren y acompañen rezando 7 Ave Marías y un Padre Nuestro mientras meditan cada uno los 7 dolores de la Virgen. Si vives hoy en día algún sufrimiento aprovecha a poner tu dolor y tu duelo en el corazón de la Virgen María.​

Primer Dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Leer el evangelio de Lucas (cf. 2,22-35)

El primero de los 7 dolores de la Virgen María fue cuando Simeón le anunció que una espada de dolor atravesaría su alma por los sufrimientos de Jesús. En cierto modo Simón manifestó que la participación de la Virgen María en la redención sería a base de dolor.

Imaginemos que impacto tan grande sintió en el Corazón María cuando oyó las palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su Hijo, Jesús.

Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios. (Es Cristo que pasa, 173).

Segundo Dolor: La huida a Egipto con Jesús y José

Leer el evangelio de Mateo (2,13-15)

Representa el segundo de los 7 dolores de la Virgen, el que sintió cuando tuvo que huir con José y Jesús repentinamente y de noche tan lejos para poder salvar a su Hijo de la matanza decretada por Herodes. María vivió auténticos padecimientos viendo que Jesús, ya era perseguido de muerte siendo un bebe. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio.

El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón. Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios. (Amigos de Dios, 284; Amigos de Dios, 285).

Tercer Dolor: La pérdida de Jesús - El Niño perdido en el Templo

Leer el Evangelio de Lucas (2,41 -50)

Las lágrimas que derramó La Virgen María y el dolor que sintió al perder a tu Hijo; son el tercero de los 7 dolores de la Virgen. Tres días buscándolo angustiada hasta que lo encontraron en el templo. Para poder entenderlo, podemos imaginarnos que Jesús se perdió a una edad muy temprana, todavía dependiente de los cuidados de María y de San José. Qué angustioso fue el dolor de la Virgen cuando se percató de que Jesús no estaba.

“La Madre de Dios, que buscó afanosamente a su hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor alegría al encontrarle, nos ayudará a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a Él, para decirle que no lo perderemos más. (Amigos de Dios, 278).

Cuarto Dolor: María se encuentra con Jesús camino al Calvario

Leemos la IV Estación del Vía Crucis

En el cuarto de los 7 dolores de la Virgen pensamos en el profundo dolor que sintió la Virgen María cuando vio a Jesús cargado con la cruz, llevando el instrumento de su propio martirio. Imaginemos a María encontrándose con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Vivamos el tremendo dolor que sintió cuando sus ojos se encontraron, el dolor de una Madre que intenta dar apoyo a su Hijo.

Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde El pasa.
Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo.
¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor! (Lam I,12).

Quinto Dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús - Jesús muere en la Cruz

Leer el evangelio de Juan (19,17-39)

Este dolor contempla los dos sacrificios en el Calvario, el del cuerpo de Jesús y el del corazón de María. El quinto de los 7 dolores de la Virgen María es el sufrimiento que sintió al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de su Hijo amado. La agonía de María viendo a Jesús sufriendo en la cruz; para darnos vida a nosotros. María permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos.

“…Feliz culpa, canta la Iglesia, feliz culpa, porque ha alcanzado tener tal y tan grande Redentor. Feliz culpa, podemos añadir también, que nos ha merecido recibir por Madre a Santa María. Ya estamos seguros, ya nada debe preocuparnos: porque Nuestra Señora, coronada Reina de cielos y tierra, es la omnipotencia suplicante delante de Dios. Jesús no puede negar nada a María, ni tampoco a nosotros, hijos de su misma Madre. (Amigos de Dios, 288).

Sexto Dolor: La Lanzada - Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre

Leer el evangelio de Marcos (15, 42-46)

Consideramos el dolor que sintió la Virgen al ver la lanzada que dieron en el corazón de Jesús. En el sexto de los 7 dolores de la Virgen, revivimos el sufrimiento que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo sin vida de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo.

Ahora, situados ante ese momento del Calvario, cuando Jesús ya ha muerto y no se ha manifestado todavía la gloria de su triunfo, es una buena ocasión para examinar nuestros deseos de vida cristiana, de santidad; para reaccionar con un acto de fe ante nuestras debilidades, y confiando en el poder de Dios, hacer el propósito de poner amor en las cosas de nuestra jornada. La experiencia del pecado debe conducirnos al dolor, a una decisión más madura y más honda de ser fieles, de identificarnos de veras con Cristo, de perseverar, cueste lo que cueste, en esa misión sacerdotal que El ha encomendado a todos sus discípulos sin excepción, que nos empuja a ser sal y luz del mundo. (Es Cristo que pasa, 96).

Séptimo Dolor:  El entierro de Jesús en el Sepulcro y la soledad de María

Leer el evangelio de Juan (19, 38-42)

Este es el sufrimiento infinito que siente una Madre al enterrar a tu Hijo y aunque Tú sepas que al tercer día resucitara, el trance de la muerte es real para la Virgen. Le quitaron a Jesús con la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo y María que lo acompaño en todos sus sufrimientos, ahora se queda sola y llena de aflicción. Este es el último de los 7 dolores de la Virgen y el mas duro de todos.

De este amor la Escritura canta también con palabras encendidas: las aguas copiosas no pudieron extinguir la caridad, ni los ríos arrastrarla. Este amor colmó siempre el Corazón de Santa María, hasta enriquecerla con entrañas de Madre para la humanidad entera. En la Virgen, el amor a Dios se confunde también con la solicitud por todos sus hijos. Debió de sufrir mucho su Corazón dulcísimo, atento, hasta los menores detalles —no tienen vino-, al presenciar aquella crueldad colectiva, aquel ensañamiento que fue, de parte de los verdugos, la Pasión y Muerte de Jesús. Pero María no habla. Como su Hijo, ama, calla y perdona. Esa es la fuerza del amor. (Amigos de Dios, 237).

Los 7 dolores de la Virgen, comunicados a Santa Brigida para devoción de los cristianos.

Oración por los 7 dolores de la Virgen María.

«Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad.

Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo.

Permanece con nosotros y danos tu auxilio, para que podamos convertir las luchas en victorias, y los dolores en alegrías.

Nuestra Señora de los Dolores, fortaléceme en los sufrimientos de la vida.

Ruega por nosotros, oh Madre, porque no eres sólo la Madre de los dolores, sino también la Señora de todas las gracias. Amén».


Bibliografía

La cruz, el Espíritu Santo y la Iglesia

Entendamos mejor el misterio de la cruz y el sentido cristiano del sufrimiento en la Iglesia. Conviene considerar que "hemos nacido ahí" y ahí sigue estando nuestra fuerza: en el amor de Dios Padre, en la gracia que Jesús nos ganó con su entrega y en la comunión del Espíritu Santo (cf. 2 Co 13, 14).

La vida interior del cristiano se identifica con su relación con Cristo. Pues bien, esta vida pasa a través de la Iglesia, y viceversa: nuestra relación con la Iglesia pasa necesariamente por nuestra relación personal con Cristo. En este cuerpo de Cristo todos los miembros deben asemejarse a Cristo «hasta que Cristo esté formado en ellos» (Ga 4, 9).

Por eso, dice el Vaticano II y recoge el Catecismo de la Iglesia Católica, "Somos integrados en los misterios de su vida (...), nos unimos a sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser glorificados con él» (Lumen gentium, 7; CEC 793).

Solidarios en el Cuerpo místico por el Espíritu Santo

El misterio de la cruz de Cristo y con ello el sentido cristiano del sufrimiento, se iluminan al considerar que es el Espíritu Santo el que nos une en el Cuerpo místico (la Iglesia). Hasta el punto de que cada cristiano debería llegar algún día a decir: "Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, en beneficio de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Y esto, para acompañar al Señor en su profunda y total solidaridad que le llevó a morir por nosotros, en reparación y expiación por los pecados de todas las personas de todos los tiempos.

Santa Edith Stein

Judía, filósofa, cristiana, religiosa, mártir, mística y copatrona de Europa. Considera que naturalmente el hombre huye ante el sufrimiento. Quien encuentra placer en el sufrimiento solo puede hacerlo de modo antinatural, enfermizo y destructor.

cruz edith stein

El 9 de agosto se celebra la fiesta de santa Edith Stein, cuyo testimonio de conversión del judaísmo al catolicismo ha conmovido a miles de fieles.

Y escribe, "Solo alguien cuyo ojo espiritual esté abierto a las conexiones sobrenaturales de los acontecimientos del mundo puede desear la expiación; pero esto solo es posible con las personas en las que vive el Espíritu de Cristo, que reciben su vida, poder, significado y dirección como miembros de la cabeza" (E.Stein, Werke, XI, L. Gelber y R. Leuven [eds.], Druten y Freiburg i. Br.-Basilea-Viena 1983).

Por otra parte –añade– la expiación nos conecta más íntimamente con Cristo, así como una comunidad se une más profundamente cuando todos trabajan en común, y como los miembros de un cuerpo se unen cada vez más fuertemente en su interacción orgánica. Y de ahí extrae una conclusión sorprendentemente profunda.

Pero como "ser uno con Cristo, es nuestra felicidad y ser uno con Él es nuestra bendición en la tierra, el amor a la cruz de cristo no se opone de ninguna manera a la alegría de nuestra filiación divina" (froher Gotteskindschaft). Ayudar a llevar la cruz de Cristo da una alegría fuerte y pura, y aquellos a los que se les permite y pueden hacerlo, los constructores del Reino de Dios, son los más genuinos hijos de Dios. (Ibid.).

La cruz y la filiación divina en san Josemaría

Como un resello (refuerzo y confirmación) de que el Opus Dei era verdaderamente de Dios y que nacía en la Iglesia y para el servicio de la Iglesia, san Josemaría experimentó en los primeros años de la Obra dificultades y al mismo tiempo luces y consuelos de Dios.

Años después escribe: "Cuando el Señor me daba aquellos golpes, por el año treinta y uno, yo no lo entendía. Y de pronto, en medio de aquella amargura tan grande, esas palabras: tú eres mi hijo (Ps. II, 7), tú eres Cristo. Y yo sólo sabía repetir: Abba, Pater!; Abba, Pater!; Abba!, Abba!, Abba!

Ahora lo veo con una luz nueva, como un nuevo descubrimiento: como se ve, al pasar los años, la mano del Señor, de la Sabiduría divina, del Todopoderoso. Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz de Cristo es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón –lo veo con más claridad que nunca– es ésta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y, por eso, ser hijo de Dios" (Meditación, 28-IV-1963, citada por A. de Fuenmayor, V. Gómez-Iglesias y J. L. Illanes, El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma, Pamplona 1989, p. 31).

Jesús sufre por nosotros. Lleva todos los dolores y todos los pecados del mundo. Para vencer la inmensidad del mal y sus consecuencias, sube a la cruz como “sacramento” de la pasión de amor que Dios experimenta por nosotros.

Convertir las derrotas en victorias

Como fruto de la cruz y de parte del Padre, Jesús nos entrega el Espíritu Santo, que nos une en su Cuerpo místico y nos da la vida que procede del Corazón traspasado. Y nos invita, en efecto, a completar con nuestra vida (la mayor parte de ella son cosas pequeñas y ordinarias) lo que falta a los sufrimientos de Cristo en y por este cuerpo que formamos con Él, la Iglesia.

Por eso, “lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito” (Benedicto XVI, enc. Spe salvi, 37).

Hace dos años, en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, y en su homilía de Santa Marta (14-IX-2018), decía Francisco que la cruz nos enseña esto, que en la vida hay fracaso y victoria. Debemos ser capaces de tolerar y soportar pacientemente las derrotas.

Incluso las que corresponden a nuestros pecados porque Él pagó por nosotros. “Tolerarlas en Él, pedir perdón en Él” pero nunca dejarse seducir por ese perro encadenado que es el demonio. Y nos aconsejaba que en casa, tranquilos, nos tomáramos 5, 10, 15 minutos delante de un crucifijo, tal vez el pequeño crucifijo del rosario: mirarlo, porque, ciertamente, es un signo de derrota que provoca persecuciones, pero también es “nuestro signo de victoria porque Dios ha ganado allí”. Así podremos convertir las derrotas (nuestras) en las victorias (de Dios).


Don Ramiro Pellitero Iglesias
Profesor de Teología pastoral, Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.

Publicado en Iglesia y nueva evangelización.

La integración de los grupos eclesiales en la vida parroquial

¿Sobre qué hablamos en este encuentro?

El desarrollo e implantación de los movimientos y nuevas realidades eclesiales en las parroquias supone una renovación y enriquecimiento de la vida de la Iglesia. La acogida por parte de los párrocos y el compromiso de estos movimientos con la comunidad que les acoge supone, además, una serie de retos, para ambos, que han de llevarse a cabo de manera correcta para que estos movimientos sean revitalizadores de la comunidad y no “grupos paralelos”. Este tema ha centrado el Foro Omnes “La integración de los grupos eclesiales en la vida parroquial” que tuvo lugar el miércoles, 20 de septiembre en la sede del Ateneo de Teología, en Madrid. El foro, moderado por el sacerdote José Miguel Granados, ha contado con las aportaciones de Mons. Antonio Prieto, obispo de Alcalá de Henares, Eduardo Toraño, Consiliario nacional de Renovación Carismática y María Dolores Negrillo, miembro de la Ejecutiva de Cursillos de Cristiandad.

Qué es una peregrinación y qué lugares visitar

¿Origen de las peregrinaciones?

Las peregrinaciones se remontan a los primeros siglos del cristianismo. Uno de los primeros registros documentados de peregrinaciones cristianas data del siglo IV, cuando se identificaron los lugares sagrados en Tierra Santa asociados a la vida de Jesucristo. Esto llevó a un número creciente de peregrinos a viajar a lugares como Jerusalén, Belén y Nazaret.

Sin embargo, uno de los eventos más significativos en la historia de las peregrinaciones fue el descubrimiento de las reliquias de san Pedro y san Pablo en Roma en el siglo I. Desde entonces, la Ciudad Eterna se convirtió en uno de los destinos preferidos de los peregrinos de todas las épocas y naciones.

¿Cuándo comenzaron las peregrinaciones cristianas?

A lo largo de los siglos, se empezaron a desarrollar rutas de peregrinación muy importantes en Europa, como el Camino de Santiago en España. Estos caminos conectaban lugares sagrados unos con otros y eran transitados por peregrinos de todas partes del mundo.

El papa Francisco animó a visitar los santuarios marianos de Guadalupe, Lourdes y Fátima: «oasis de consuelo y misericordia». Audiencia General del miércoles 23 de agosto de 2023 en el Aula Pablo VI.

8 lugares de peregrinación católica

Repasamos a continuación los principales lugares de peregrinación de la Iglesia Católica. Lugares santos desde la antigüedad y algunos santuarios y basílicas dedicadas a la Virgen María, que convocan a multitud de peregrinos.

Cada año la Fundación CARF organiza dos peregrinaciones, en colaboración con alguna agencia de viaje y especialista en turismo religioso, con una importante participación de  benefactores y amigos que comparten estas experiencias únicas e inolvidables. Se trata de una manera diferente de acercarse al Señor.

Peregrinación a Tierra Santa

En Tierra Santa nació, vivió y murió Jesús. Sus caminos son las páginas del ''quinto evangelio”. También fue el escenario de los acontecimientos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Fue tierra de batallas, como las Cruzadas; objeto de disputas políticas y religiosas.

Entre los lugares que se pueden visitar está Jerusalén, la ciudad donde Cristo hizo parte de su vida pública y donde entró triunfante el Domingo de Ramos. También se puede visitar el Santo Sepulcro, el Muro de los Lamentos, la iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, la iglesia de la Condena e imposición de la Cruz, la iglesia de la Visitación, la basílica de la Natividad, y mucho más.

Peregrinación a Roma y al Vaticano

En Roma, la Ciudad Eterna, se encuentra la ciudad del Vaticano, el corazón de la Iglesia Católica. Cuenta con la basílica de san Pedro y los Museos Vaticanos, que albergan obras maestras como los frescos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. A las afueras de Roma, se encuentran las catacumbas de san Calixto, también conocidas como la Cripta de los Papas.

Peregrinar a Roma ofrece la oportunidad de experimentar a la  Iglesia Católica como madre. Es una experiencia que fortalece la fe y ayuda a vivir la comunión con la tradición y las enseñanzas de la Iglesia Católica.

Peregrinación a Santiago de Compostela

En España contamos con una de las peregrinaciones católicas más importantes del mundo, Santiago de Compostela. En el siglo XII, gracias al impulso del arzobispo Diego Gelmírez (1100-1140), se consolidó la Catedral de Santiago como meta de millones de peregrinos católicos. El pasado año Xacobeo 2021-2022 recorrieron el camino 38.134 peregrinos de todo el mundo.

Existen diferentes rutas para realizar esta peregrinación. La más utilizada de todas es el camino francés. Es el camino por excelencia, usado tradicionalmente por peregrinos de toda Europa y que cuenta con la red de servicios, alojamientos y señalización más completa de todas.

Peregrinación mariana al santuario de Medjugorje

Situado en Bosnia Herzegovina, la localidad de Medjugorje es famosa por las numerosas apariciones de la Virgen María desde 1981 hasta la actualidad. Pese a que la Iglesia aún no ha reconocido oficialmente estas apariciones, el papa Francisco autorizó en 2019 la organización de peregrinaciones oficiales de diócesis y parroquias, dándole un cariz de oficialidad.  

El santuario rodeado de montañas, donde se encuentra la imagen de la Virgen de Medjugorje, es una parada imprescindible para peregrinos en busca de consuelo, sanación y una profunda experiencia de fe.

Peregrinación mariana a la basílica de la Virgen del Pilar

La catedral-basílica de la Virgen del Pilar es el primer templo mariano de la cristiandad. Cuenta la tradición que en el año 40 del siglo I, la Virgen se apareció al apóstol Santiago, que se encontraba predicando en la actual Zaragoza.

La basílica, con su arquitectura impresionante y ambiente de recogimiento, es un espacio idóneo para la oración y la meditación. Los peregrinos llegan a este sagrado lugar para rendir homenaje a la Virgen del Pilar, patrona de Hispanoamérica. El día 12 de octubre, celebración de la festividad, se realizan ofrendas de flores y de frutos. También tiene lugar ese día el rosario de cristal, un desfile de 29 carrozas de cristal que están iluminadas interiormente y que representan los misterios del rosario.

Peregrinación mariana al santuario de Torreciudad

Situado en la provincia de Huesca, España, este santuario es un lugar de gran devoción mariana y es conocido en la región por ser un enclave natgural de mucha belleza. 

Los peregrinos acuden para rendir homenaje a Nuestra Señora de Torreciudad y experimentar una conversión del corazón a través, especialmente, del sacramento de la confesión. 

Este santuario, erigido gracias al impulso de san Josemaría Escrivá de Balaguer, atrae a fieles de todo el mundo que buscan fortalecer su relación con la Virgen María y crecer en su fe. La fiesta de la Virgen de Torreciudad se celebra el domingo siguiente al 15 de agosto. Todos los años, celebra la multitudinaria Jornada Mariana de la Familia que tiene lugar un sábado de septiembre.

Peregrinación mariana al santuario de la Virgen de Fátima (Portugal)

Este es uno de los santuarios marianos más importantes, en donde se apareció la Virgen de Fátima en 1917 a tres pastorcitos (Lucia, Francisco y Jacinta).

El santuario de Fátima está compuesto por varias capillas y basílicas. La principal es la basílica de Nuestra Señora del Rosario donde están las tumbas de los tres videntes. La parte exterior está flanqueada por una columnata de unas 200 columnas. Dentro de éstas hay 14 altares que también representan las estaciones del Vía Crucis.

El clima de oración que hay en Fátima ha dejado una marca indeleble en la fe de generaciones de católicos, convirtiendo este santuario en un punto de encuentro con lo divino y un símbolo de la intercesión de la Virgen María en la historia de la humanidad.

Peregrinación mariana al santuario de Lourdes (Francia)

Se trata del lugar de peregrinación para los enfermos por excelencia. Desde la gruta de Massabielle, donde la Virgen se apareció a santa Bernardita, brotó un manantial de agua pura de donde nunca ha dejado de brotar agua. Un agua milagrosa responsable de innumerables curaciones. También los visitantes dejan miles y miles de velas en acción de gracias o por una petición.

Sobre la roca donde está la gruta, se erigió la basílica de la Inmaculada Concepción, inaugurada en 1871. En Lourdes también está la basílica de Nuestra Señora del Rosario.