El momento más esperado de Melwin Thurakal este verano fue su ordenación diaconal celebrada el pasado 4 de julio de 2025 en la catedral de Tellicherry (India), al terminar sus estudios en Roma. Nos escribe para celebrarlo con los benefactores de la Fundación CARF y agradecerles toda la ayuda recibida.
Melwin Thurakal Jaison nació en Kerala (India) el 7 de abril de 1997. Creció en un contexto de fe viva y de una fuerte identidad cultural como es el de su estado de India.
Gracias a una ayuda de la Fundación CARF, Melwin pudo realizar el primer ciclo de Teología en Roma, que terminó el pasado junio.
«Ante todo quiero agradecer a los benefactores por brindarme la oportunidad de cursar mis estudios de teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, donde terminé mi tercero y último año de esta experiencia transformadora lleno de gratitud por el apoyo que ha hecho posible este camino».
Kerala, un estado del sur de la India con 35 millones de habitantes, conocido mundialmente como la tierra de las especias por su historia comercial con Oriente y Occidente es una región caracterizada por un alto nivel educativo (más del 96 % de alfabetización, uno de los más altos de Asia), una fuerte identidad cultural y una convivencia religiosa ejemplar entre hindúes, musulmanes y cristianos.
«Provengo de la archidiócesis de Tellicherry, en Kerala, y procedo de una familia de cinco miembros muy unidos. Mi padre es agricultor, mi madre se dedica al hogar con cariño y entrega. Mi hermano mayor trabaja en la marina mercante y mi hermano menor es ingeniero en tecnología láctea. Cada uno de ellos me inspira con su ejemplo de trabajo, dedicación y servicio».
Y justamente criarse en un estado como Kerala marcó su vida, ya que la presencia cristiana en esta región es muy antigua y significativa: según la tradición, el apóstol santo Tomás llegó a estas costas en el año 52 d. C.
Hoy, alrededor del 18 % de la población de Kerala –más de 6,3 millones de personas– es cristiana, de los cuales la mayoría son católicos, organizados en 31 diócesis pertenecientes a distintos ritos: latino, siro-malabar y siro-malankar.
Esta diversidad hace de Kerala un auténtico crisol de culturas y tradiciones, donde la fe católica ha florecido con fuerza y sigue dando abundantes frutos de vocaciones sacerdotales y religiosas que sirven no solo en India, sino también en todo el mundo.
En su ordenación diaconal, Melwin se comprometió a vivir todavía un compromiso mayor conforme a los principios de su fe.
«Soy miembro de la Iglesia Católica siro-malabar, fundada por el apóstol santo Tomás en el siglo I. Esta Iglesia es una de las 23 Iglesias orientales católicas en plena comunión con Roma y constituye hoy la segunda más grande, con más de 4 millones de fieles en India y en la diáspora (Estados Unidos, Europa, Australia y Oriente Medio)».
«Mi Iglesia ha mantenido a lo largo de los siglos la liturgia caldea oriental, de profunda belleza bíblica, celebrada en lengua malayalam y en algunas comunidades también en siriaco.
Su historia está marcada por momentos de persecución, pero también de gran vitalidad misionera: muchos sacerdotes, religiosas y laicos han llevado el Evangelio desde Kerala a otras partes del mundo».
«Nuestra Iglesia tiene una rica tradición espiritual, cultural y litúrgica que sigue inspirando vocaciones y sosteniendo a numerosas diócesis.
Estamos profundamente comprometidos con nuestras raíces, aunque hoy más que nunca necesitamos misioneros que, al estilo de la Madre Teresa, puedan llevar a Cristo con el testimonio del amor».
Su ordenación diaconal marca el inicio de un nuevo capítulo en su vida de servicio y fe. Tradiciones, lectura y deporte formaron su carácter e impulsaron su deseo de servicio en la vida de la comunidad a la que pertenece.
«En mi tiempo libre disfruto del arte del bordado, una tradición de mi región que me permite expresar creatividad y mantenerme vinculado a mi herencia cultural. También me apasiona la lectura, sobre todo de libros de historia.
El deporte ha marcado mi vida: siempre me ha gustado el voleibol, que practiqué en un equipo reconocido durante mis años de escuela. Además, la práctica del kárate me enseñó disciplina y autocontrol».
Sin embargo, fue una experiencia pastoral clave que hizo que Melwin reconociera su llamada al sacerdocio: el servicio a los ancianos.
«Un momento crucial en mi camino hacia el sacerdocio tuvo lugar durante mi servicio en un hogar de ancianos. Cuidar de los mayores –bañarlos, alimentarlos– no fue solo un deber, sino una experiencia espiritual profunda.
En esas situaciones de fragilidad sentí la presencia de Dios. Cada gesto se convirtió en una invitación a reflexionar sobre el sufrimiento del Señor y la compasión necesaria en el ministerio. Aquella vivencia transformó mi corazón y me abrió a la realidad de los más olvidados».
En Roma, Melwin pudo profundizar en la formación teológica y en su experiencia de Iglesia universal, gracias a la formación académica y a la vida en el seminario internacional Sedes Sapientiae.
En Roma, llevé conmigo las lecciones aprendidas en la pastoral y el amor constante de mi familia, rezando con compromiso por todas las personas que he encontrado en mi camino, especialmente por aquellas que han tocado de manera especial mi corazón.
«Gracias a los benefactores de la Fundación CARF por acompañarme en este camino sagrado hacia el sacerdocio. Su apoyo y aliento siguen significando mucho mucho para mí y me impulsan a querer dejar una huella de compasión y esperanza en la vida de los demás».
«Mi camino recién comienza, pero a cada paso me da un mayor sentido de propósito y me prepara para abrazar mi vocación de servir a los demás con fe y amor».
«Les estoy inmensamente agradecidos, porque han sido fundamental en mi formación académica, y durante mi ordenación diaconal recé por cada uno de ellos».
La ordenación diaconal es el primer grado del sacramento del Orden en la Iglesia Católica, mediante el cual un hombre es consagrado diácono para servir al pueblo de Dios mediante el anuncio de la Palabra, la caridad y la liturgia. En los Hechos de los Apóstoles se narra a sí el origen:
«Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra».
Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos» (Hechos de los Apóstoles 6, 1-6).