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Octubre, mes del rosario

01/10/2025

Una imagen de la Virgen María del Rosario sosteniendo al Niño Jesús, ambos coronados y rodeados de un aura celestial para conmemorar el mes de octubre

Octubre es el mes que dedicamos en la Iglesia católica al rosario, una oración que ha hecho grandes santos y que Nuestra Madre María nos ha invitado en numerosas apariciones a rezar. A través de la mirada de san Josemaría, exploramos cómo el rosario fortalece nuestro amor a la Virgen y a los demás.

Durante el mes de octubre ponemos un especial cariño en el rezo del Santo Rosario. El 7 de octubre celebramos a Nuestra Señora del Rosario. Esta arma poderosa, como la denominaba san Josemaría, regala muchos frutos de conversión y de paz. «El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado» (Camino, 558).

La contemplación de los misterios de la vida de Jesús, a través de las cuatro partes del Rosario, nos acerca a Nuestro Señor y, a través de la intercesión de Nuestra Madre, a todos los que nos necesitan. Incluye siempre en tus peticiones a los seminaristas, sacerdotes diocesanos y religiosos para que sean muy santos.

Este mes, la Iglesia nos invita a tomar las cuentas Rosario y a contemplar los misterios de nuestra fe con la mejor de las guías: nuestra Madre.

Orígenes del Rosario

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución. Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 san Benito fundó la Orden Cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos (cf. Ap 5,9; 14,3; 15,3).

Se estima que el origen del Rosario se remonta al nacimiento del Avemaría en el siglo IX, como oración para honrar a María, la Madre de Dios, y que el Rosario tuvo su origen en la orden de san Benito y se expandió por acción de los dominicos.

La devoción del Santo Rosario tiene raíces profundas en la historia de la Iglesia. La fiesta de Nuestra Señora del Rosario, celebrada cada 7 de octubre, fue instituida por el Papa San Pío V para conmemorar la victoria de la flota cristiana en la Batalla de Lepanto en 1571. Una victoria atribuida directamente a la intercesión de la Virgen María, invocada a través del rezo masivo del Rosario en toda la cristiandad.

Tanto en Lourdes, como en Fátima y en otras muchas apariciones de Nuestra Madre. La Virgen María ha instado siempre a rezar el Rosario de forma ininterrumpida: por la conversión de los pecadores, para que termine el mal en el mundo, etc.

Pero más allá de su contexto histórico, el Rosario es una escuela de oración. No se trata de una simple repetición de Avemarías, sino de un camino de contemplación. Al rezar el Rosario, recorremos junto a María los momentos más significativos de la vida de Jesús: los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Como diría san Josemaría, el Rosario es «la oración de los sencillos y de los sabios».

Es un diálogo constante, un "ir y venir" de afectos entre un hijo y su madre, donde le contamos nuestras alegrías, tristezas y anhelos, mientras ella nos lleva de la mano hacia Jesús.

Guía para rezar el Rosario

Si no sabes cómo hacerlo, puedes seguir estos pasos para rezar el Rosario a Nuestra Madre la Virgen María.

El Rosario puede comenzar con el rezo de la estación al Santísimo Sacramento finalizada con la Comunión Espiritual.

A partir de ahí, nos persignamos (distinto que hacer la señal de la cruz –santiguarse– porque son tres cruces en la frente, la boca y el pecho).

Posteriormente se anuncia el primero de los cinco misterios que se contemplan ese día. Los lunes y sábados se contemplan los misterios gozosos; los martes y viernes, los dolorosos; los jueves, los luminosos; y los miércoles y domingos, los gloriosos. 

Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. Después de cada misterio, repetimos: «María, Madre de Gracia, Madre de mi­se­ri­cordia, defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

Al terminar los cinco misterios los cinco misterios de día, se reza:

  • Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres…
  • Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres…
  • Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena…

Tras las tres Avemarías, incoamos las oraciones de alabanza de las letanías lauretanas. Tras ellas, se reza una de las oraciones más antiguas a Nuestra Madre: «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita». Y se finaliza el Rosario pidiendo por:

  • Por las necesidades de la Iglesia y del Estado: Padre nuestro. Avemaría. Gloria.
  • Por la persona e intenciones del Señor Obispo de esta diócesis: Padre nuestro. Avemaría. Gloria.
  • Por las benditas ánimas del Purgatorio: Padre nuestro. Avemaría. Descansen en paz. Amén.

A muchas personas les gusta terminar con la Salve a la Virgen. Según las tradiciones de distintos lugares, a esta estructura para rezar el Rosario se añaden algunas jaculatorias y oraciones que expresan la variedad de la piedad popular.

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San Josemaría, un enamorado del Rosario

Para entender de esta devoción, hay ejemplos elocuentes como el de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Su amor a la Virgen era el motor de su vida espiritual y el Rosario, parte fundamental de su conversación diaria con Ella. No lo veía como una obligación piadosa, sino como una necesidad del corazón.

En su libro Santo Rosario, que no es un tratado teológico sino una colección de contemplaciones vividas escritas de corrido, san Josemaría nos invita a "meternos" en cada escena del Evangelio. Al rezar el Rosario, no seamos meros espectadores; somos un personaje más: el niño que sonríe a Jesús en el pesebre, el discípulo que acompaña a Cristo en su dolor, el amigo que se alegra con su Resurrección.

San Josemaría reza el rosario con gran devoción

San Josemaría llamaba al rosario "arma poderosa". Con ella, aseguraba, se ganan las batallas del alma y de conversión de las almas. Esta arma no es de violencia, sino de amor y de confianza. Es el arma de la perseverancia, de la paz interior y de la fortaleza para afrontar las dificultades de la vida cotidiana, santificando el trabajo y los deberes ordinarios. Esta visión convierte el acto de rezar el rosario en una herramienta para el servicio a la Iglesia desde nuestra propia vocación.

Hacer de octubre, mes del Rosario, una costumbre permanente en nuestra vida es más sencillo de lo que parece. San Josemaría nos enseña que no se necesitan circunstancias extraordinarias. Se puede rezar en el coche, caminando por la calle, en un momento de descanso en el trabajo o, el mejor de los modos, en familia. La familia que reza unida, permanece unida, y el Rosario es el lazo que une los corazones de padres e hijos al Corazón Inmaculado de Nuestra Madre María.

Este profundo amor a la Virgen debe ser muy especial en la vida de los sacerdotes. Un sacerdote es, ante todo, un alter Christus, otro Cristo. ¿Y quién mejor que María para formar el corazón de un sacerdote a imagen del de su Hijo? Ella lo formó en su seno, lo educó en Nazaret y lo acompañó hasta la Cruz. Por ello, el rosario es una oración esencial para todo seminarista y presbítero. Fortalece su identidad sacerdotal y lo une a la Madre del Sumo Sacerdote. Apoyar la formación de sacerdotes es asegurar que la Iglesia tenga pastores con un corazón mariano.

La Virgen María es, como la define el Catecismo de la Iglesia Católica, la orante perfecta, figura de la Iglesia. Acudir a ella a través del Rosario es aprender a orar como ella lo hizo: con humildad, fe y una entrega total a la voluntad de Dios.

Octubre, mes del rosario

Un propósito para este mes

Que octubre, mes del Rosario, no sea solo un reclamo en las costumbres de la Iglesia católica, sino que se convierta una realidad vivida. Inspirados por el ejemplo de santos como san Josemaría, tomemos nuestras cuentas del Rosario con ilusión. Hagamos de esta oración una cita de amor diaria con nuestra Madre. Como el Papa Francisco ha recordado en múltiples ocasiones, el Rosario es la oración que acompaña siempre su vida, la oración de su corazón. El Papa León XIV nos ha pedido que recemos el Rosario en este mes de octubre, especialmente por la paz en Gaza y Ucrania y en todo el mundo.

Confíemosle a la Virgen nuestras intenciones, las necesidades del mundo y, de manera especial, pidamos por la santidad y perseverancia de los sacerdotes. Descubriremos que rezar el rosario no solo nos trae paz, sino que nos convierte en apóstoles valientes, capaces de llevar la alegría del Evangelio a todos los rincones del mundo. Porque un auténtico amor a la Virgen siempre desemboca en un amor más grande y comprometido por su Hijo y por la Iglesia. La devoción mariana, como nos enseña la vida de tantos santos, es un pilar en la vida de todo cristiano, un ancla segura que podemos encontrar en el ejemplo de María como modelo para los cristianos.


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