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«Si te caes mil veces, levántate mil y una, pero levántate»

Nombre: Ramón Antonio Santana Castillo.
Edad: 44 años.
Situación: Sacerdote.
Origen: San Pedro de Macorís, República Dominicana.
Estudia: Comunicación Institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma.

Ramón Antonio Santana Castillo es un sacerdote católico de la diócesis de San Pedro de Macorís, en la República Dominicana.

«Nací en la comunidad San Rafael, al este de la República Dominicana. Fui bautizado a los 4 años en la comunidad que me vio nacer, pero que luego mi familia debió abandonar para trasladarse a la provincia de San Pedro de Macorís, en la que buscaban calidad de vida y garantía de estudios para sus hijos.

Inicié mis estudios primarios destacándome más por mis travesuras que por las buenas calificaciones. Ya en la adolescencia me volví más aplicado y dedicado a los estudios; al mismo tiempo manifestaba un especial amor por el béisbol, sin dejar de sobresalir en el baloncesto, el fútbol, las artes marciales y otros deportes.

El deporte y mi pasión por el dibujo me llevaron a acercarme de nuevo a la Iglesia, la misma que me regaló la gracia del bautismo.

En 1995 fui parte del Movimiento Anti-Osio (MAO), una iniciativa del sacerdote español Julio Silla Navarro, en la que se ofrecía un espacio de formación, recreación y vida espiritual para todos los jóvenes y adolescentes de la parroquia y su entorno. Atraído por el dibujo artístico ingresé en MAO y quedé prendado de la alegría del anciano sacerdote Julio Silla. De inmediato la vida parroquial comenzó a ser parte de mis prioridades: serví como monaguillo, formé parte de la comunidad de adolescentes Santo Domingo Savio y luego del grupo juvenil Don Bosco.

Asumí al P. Silla como mi pedagogo; de él recibía enseñanzas, motivaciones y correcciones con las que sabía debía contar para ser un hombre de bien: «Ramón Antonio, si te caes mil veces, levántate mil y una, pero levántate».

La cercanía con el P. Silla, ver su pasión por los jóvenes, su eterna alegría y su especial amor a Jesús Eucaristía, despertaron en mí las preguntas: ¿y por qué yo no? ¿también yo puedo ser sacerdote? Desde entonces no hacía más que buscar respuestas a mis inquietudes.

Conocí a un seminarista, inicié los encuentros vocacionales, y en 1998 ingresé al seminario menor San Pedro Apóstol. Terminé la secundaria y fui enviado al propedéutico. Finalizado el año, ingresé al Pontificio Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino. Entre los años 2003 y 2012 obtuve las licenciaturas en Filosofía y Teología.

El 29 de junio del 2012, solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, llegó el día esperado: mi consagración sacerdotal. Fue el día en que todos mis anhelos de servicio, donación y entrega a favor de la Iglesia se enfocaron en mi primera misión.

En mi primer año, el obispo me encomendó la guía pastoral de dos parroquias, la primera de ellas, San José de El Valle, la misma en la que una vez recibí la gracia del bautismo.

Ese mismo año fui designado director diocesano de la pastoral juvenil y delegado para la comisión nacional.

¡Ardía mi corazón por el trabajo con los jóvenes! Los jóvenes eran mi pasión, el lugar donde podía gritar que amaba a Cristo y a su esposa, la Iglesia.

Tres años más tarde recibí una nueva misión: rector del seminario menor San Pedro Apóstol, y a la vez director nacional de la pastoral juvenil, servicios que desempeñé con dedicación y entusiasmo por más de tres años.

El año 2018 fue realmente especial: fui nombrado cura párroco de la parroquia San José Obrero, sí, la misma en la que volví a abrazar mi fe bautismal, en la que conocí al P. Silla, la misma en la que sentí el llamado de Jesús para servirle con plena alegría en la vocación sacerdotal.

Dejo mi vida en manos de Dios. ¡Dios y sus planes! Me han traído hasta Roma para continuar mi formación.

Hoy estoy en Roma, en la Universidad Pontificia de la Santa Croce, muy próximo a la tumba de Pedro y asumiendo una nueva misión como estudiante de Comunicación Institucional.

Estoy muy agradecido con Dios y con ustedes por esta oportunidad que me dan y, sobre todo, por todas sus oraciones. Los tengo muy presentes en las mías».

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