Gabriel Vieira Teixeira Da Costa es un sacerdote de la diócesis de Petrópolis en Rio de Janeiro, Brasil.
Lleva cuatro años siendo sacerdote y la frase que mejor resume su lema sacerdotal es "Yo os escogí" (Juan 15:16).
«Para mí esa frase es muy importante: no sólo da sentido a mi sacerdocio sino a toda mi vida.
Pensando en mi vocación, tengo recuerdos desde que era muy niño que yo no escogí el camino del sacerdocio, yo no escogí estar estudiando aquí en Roma, Él me escogió.
Nací en una familia, gracias a Dios, muy católica y muy numerosa. Somos muchos hermanos, primos y tengo muchos sobrinos. Somos muy familiares y muy alegres.
Desde pequeño yo aprendí a amar a Dios y a rezar, en parte también porque vivíamos al lado de la Iglesia. Allí aprendí la labor del sacerdote y allí, Él me escogió.
Por lo tanto, para mi la vida de fe y la vida del sacerdocio es una respuesta a su elección. Es mi respuesta a alguien que me amó primero.
Que pueda estar aquí hoy es la consecuencia de ese amor de Dios, de esa elección de Dios, de ese camino por el que Dios me llevó.
El hecho de dejar a toda mi familia allí en Brasil, me ha hecho ver, que no importa dónde esté, porque donde encuentre la Iglesia, encontraré a mi familia: a la gran familia de Dios. Para mi, la vocación sacerdotal, es vivir por y para esta familia de Dios, en la que Él, es un padre que ama, que enseña con sus palabras y sus actos. Es un padre que está presente siempre y que es amigo.
He podido experimentar todo esto en los tres años que he sido vicario parroquial en Brasil. He trabajado con familias y con jóvenes y he tenido la oportunidad de asistir en momentos difíciles como la confesión o la visita de enfermos en los hospitales. Estas experiencias me han hecho aprender lo que es ser sacerdote: es ser el rostro misericordioso de Dios que ama y que a través de nosotros seguirá amando.
Le doy las gracias a Dios por haberme escogido, por haberme llevado al sacerdocio y por estar aquí hoy, en Roma, estudiando y preparándome para poder servirle mejor y a su Iglesia.
Quiero agradecerle especialmente a usted hacer posible que me pueda formar aquí. Estoy muy agradecido de todo corazón.
Tengo la seguridad de que estoy aquí porque fui escogido por el Señor, fui guiado por el Señor. Le agradezco que haga posible los planes de Dios y como respuesta, le prometo mis oraciones diarias.
Juntos haremos crecer la familia de Dios».