Vedastus fue seminarista en el Medzinárodný seminár Bidasoa (Pamplona) y se ordenó presbítero en agosto de 2024 en su país. Nos cuenta que los jóvenes en Tanzania están orgullosos de ser católicos. «Cuando uno entra en la Misa dominical en Tanzania, más del 60 % es gente joven".
Vedastus nació en 1994 en el seno de una familia numerosa. Hijo de madre católica y padre no cristiano, su vocación surgió a raíz de una pregunta a su madre. El esfuerzo de ella por transmitirle la fe a él y a sus hermanos ha sido recompensado.
Un momento determinante en la vida de este joven sacerdote, fue cuando descubrió la importancia real de los kňazi. Su pueblo distaba a siete kilómetros de la iglesia más cercana y, cada domingo, recorrían esa distancia para asistir a la celebración de la Palabra que realizaban los catequistas. Solo había Misa una vez al año por la falta de sacerdotes.
La falta de sacerdotes en Tanzania hace treinta años era mucho más urgente que ahora: solo había dos para atender más de treinta parroquias. Hoy en día, su diócesis cuenta con 155 religiosos y sacerdotes diocesanos que sirven a 56 parroquias.
El día que un sacerdote llegó a su pueblo y celebró la Santa Misa, Vedastus se quedó impresionado. «Yo era muy niño, pero me di cuenta de que era diferente a lo que hacían los catequistas. Me interesó muchísimo. Cuando llegué a casa le pregunté a mi madre: Mamá, ¿por qué hoy ha sido diferente?, ¿quién es ese hombre que ha celebrado? Mi madre me explicó que aquel hombre era un sacerdote y cuál era la diferencia entre sacerdotes y catequistas», responde Vedastus.
Su madre le contó también la importancia de los sacerdotes para la salvación, para impartir los sacramentos, para traernos la Eucharistia y perdonar los pecados, y de la importancia de llevar a Cristo a todo el mundo.
«Le pregunté a mi madre por qué no teníamos sacerdotes todos los domingos y ella me respondió que era imposible, porque en aquella época los dos sacerdotes que había atendían 33 iglesias. Entonces le dije: Cuando sea mayor quiero ser sacerdote para ayudar a la Iglesia de mi pueblo, que tengan siempre sacerdotes para enseñarles la fe y para celebrar los Sacramentos. Mi madre me explicó que tendría que estudiar mucho y ser muy disciplinado. Me animó a que, si era mi camino, hablara con mi padre por si podían pagarme los estudios».
A partir de ese momento, Vedastus le pidió a Dios todos los días que, si lo deseaba, le hiciera un buen sacerdote para poder servir a las personas.
Así, a los 14 años, decidió entrar en el seminario menor no sin antes enfrentarse con algunos desafíos. Su padre, aunque le dio libertad de adoración y culto, no se bautizó hasta 2016. Además, el deseo de su progenitor era que su hijo estudiara Medicina, algo que también estaba en los planes de Vedastus.
«Pensaba que, si mi padre no estaba bautizado, yo no podría ser sacerdote. Sin embargo, mi padre me dijo: Voy a pagar lo que necesites para que tus sueños se hagan realidad. Aunque no soy rico, sé lo importante que es estudiar. Nos podrá faltar hasta lo necesario para vivir, pero no te faltará lo que necesites para tus estudios. Esta determinación de mi padre provocó en mi un agradecimiento inmenso que me ha guiado para esforzarme siempre en mis estudios, porque sé el sacrificio que ha supuesto para mi familia», explica.
Sin embargo, la carrera de Medicina no la ha abandonado de su pensamiento. Cuenta que estando en Fátima en 2023, realizando tareas pastorales mientras residía en Bidasoa como seminarista, recibió un correo de su arzobispo que le comunicaba que, tras terminar el bachillerato de Teología, podría iniciar en su diócesis la carrera de Medicina.
«Me hizo pensar ocho años atrás cuando le comuniqué a mi padre, tras terminar mis estudios de Secundaria, que quería entrar en el seminario mayor para formarme como sacerdote. Fue cuando mi padre me dijo que su sueño era que yo estudiara Medicina. Tras un diálogo amoroso con mi padre, llegamos al acuerdo de podría entrar en el seminario. Entonces este mensaje de mi obispo fue como un recordatorio de mi primera etapa y de mi sí a la voz del Señor».
Tras meditar el requerimiento de su obispo, habló con él expresándole que en estos momentos la carrera de Medicina era «una montaña difícilmente de escalar». Sin embargo, si la necesidad de su diócesis lo exige, la estudiará con mucho gusto.
Su formación en Teología es vital para formar a sus hermanos tanzanos. A pesar de la escasez de vocaciones sacerdotales, los católicos aumentan en Tanzania. ¿A qué se debe esta explosión de católicos?
«A mi parecer, la razón fundamental y la base de todo está en que el hombre por naturaleza es religioso, siempre está relacionado con lo divino. Esto es un hecho que se da con fuerza en Tanzania: tenemos mucho respecto a lo divino. Pero también debemos agradecer la labor de los misioneros que nos evangelizaron, y de manera especial a los Padres Blancos. Ellos dejaron una huella imborrable, no solo a los católicos sino a toda la población», relata Vedastus.
Esa evangelización de los primeros misioneros ha contribuido a reforzar la reputación de la Iglesia Católica en África y no solo por su función espiritual y salvífica, sino también por las numerosas obras sociales: hospital, escuelas, caritas, etc.
«Mucha gente se acerca a Dios a través de los servicios caritativos y sociales, porque la Iglesia Católica es la que siempre sale en primera fila. Pero también, gracias a la labor que realizan los obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas y todos los agentes pastorales, cada vez hay más gente que conoce el Evangelio», dice Vedastus.
La cantidad de jóvenes que practican la fe católica es imponente. Este joven sacerdote se admira: "La juventud es la esperanza de la Iglesia en Tanzania. Los jóvenes están orgullos de ser católicos y así atraen también a muchos amigos. Y es que, además de que la Iglesia es vista como el lugar primordial para el encuentro con Dios, también los jóvenes se acercan a las parroquias para encontrar esposo, o esposa, crecer en virtudes y vivir la verdad».
Para terminar, Vedastus exclama con felicidad su estancia en nuestro país: «Ha sido una maravilla. Salgo de Pamplona siendo una persona diferente de cuando llegué. Me ha impresionado la formación tanto humana como académica. Ha sido un regalo saborear la catolicidad de la Iglesia».
Por eso quiere agradecer de todo corazón a todos los benefactores de la Fundación CARF que han hecho posible sus estudios en Pamplona, viviendo en Bidasoa y estudiando en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra.
Buďte si istí mojimi každodennými modlitbami. Spoločne sme súčasťou Božieho plánu, aby všetci ľudia prijali dobrú správu.
Marta Santín, periodista especializada en religión.