A historia de la Iglesia está llena de testimonios de santos y apóstoles, como el de san Bartolomé, que muestran con su vida cómo responder a la llamada de Dios con una entrega total y con generosidad.
Uno de los doce elegidos por Jesús para anunciar el Evangelio al mundo. Natanael puede ser faro de inspiración para aquellos jóvenes que sienten la llamada a la vocación sacerdotal o religiosa.
San Bartolomé es uno de los doce apóstoles de Jesucristo, nombrado en los evangelios, aunque con pocas menciones explícitas en el Nuevo Testamento. Tradicionalmente se le identifica con Natanael, un joven israelita conocido por su sinceridad y profunda fe en Jesús. Su nombre, Bartolomé, significa hijo de Tolmai o hijo del maestro, y Natanael, Dios ha dado.
Pese a que su figura aparece de manera breve, la tradición e historia le atribuyen un papel fundamental en la expansión del cristianismo, llegando a tierras lejanas para anunciar al Señor y el Evangelio.
La vocación de san Bartolomé comenzó en un momento de profunda sinceridad y búsqueda de la verdad. En el Evangelio de Juan (1, 45-51), Felipe, uno de los primeros discípulos de Maestro, encuentra a Natanael y le dice: «Hemos encontrado a aquel de quién escribió Moisés en la ley, y también los profetas: a Jesús de Nazaret, hijo de José». Natanael, escéptico, responde: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Pero cuando conoce a Jesús, quien lo sorprende diciendo que lo había visto bajo la higuera antes de que Felipe lo llamara, su corazón se abre a la fe, exclamando: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Este encuentro es un ejemplo precioso para todos aquellos que sienten la llamada: la vocación nace siempre del encuentro personal con Cristo, que conoce nuestro corazón y nos invita a seguirlo con una confianza total.
Tras su encuentro con Jesús, san Bartolomé no dudó en dejar atrás su vida anterior para entregarse plenamente a la misión de anunciar el Evangelio. Según la tradición, predicó en diversas regiones, como la India, Armenia, Mesopotamia y Etiopía, transmitiendo la palabra de Dios y a menudo enfrentándose a grandes dificultades y persecuciones.
Su valentía y fidelidad son un ejemplo para quienes se preparan para el sacerdocio o la vida consagrada. La entrega sin reservas a la misión, el testimonio valiente incluso ante el sufrimiento, y la confianza en la providencia de Dios son rasgos esenciales que san Bartolomé nos transmite.
Como muchos apóstoles, san Bartolomé dio su vida por amor a Cristo y a la Iglesia. La tradición señala que fue martirizado por predicar la fe en Jesús. Se cuenta que fue desollado vivo, un martirio especialmente cruel que, sin embargo, no logró hacerle desfallecer y renunciar al Amor.
Este sacrificio extremo nos recuerda que la vocación sacerdotal y religiosa es una llamada a dar la vida por el Evangelio, no necesariamente de manera física, pero sí con un amor total y sin reservas, dispuestos a entregar nuestro tiempo, talentos y, en ocasiones, incluso enfrentarnos a pruebas por amor a Cristo y a los demás.
En la Fundación CARF, que promueve la formación de sacerdotes diocesanos, vemos en san Bartolomé a un modelo ejemplar de fe, entrega y coraje. Su vida nos invita a reflexionar sobre tres aspectos fundamentales:
La misión de la Fundación CARF es apoyar la formación de sacerdotes para que puedan responder con fidelidad a la llamada de Dios, tal como hizo san Bartolomé. Creemos que cada seminarista, como el apóstol, está llamado a ser luz en el mundo, la sonrisa de Dios en el mundo y testimonio vivo del amor de Cristo.
Apoyar a un seminarista es acompañar esa vocación que brota del encuentro personal con Jesús y que se expresa en una vida entregada, muchas veces con sacrificios, para la salvación de las almas. Por eso, te invitamos a conocer más sobre la labor de la Fundación y a sumarte a esta hermosa misión.
San Bartolomé, apóstol y mártir, nos enseña que la verdadera grandeza de la vida cristiana está en responder a la llamada de Cristo con un corazón abierto, lleno de fe y amor. Su ejemplo desafía a todos los que sientan la llamada a la vida sacerdotal o consagrada, a no temer los obstáculos, sino a confiar plenamente en la gracia de Dios.
Que su vida y su testimonio sean inspiración para que cada día más jóvenes puedan descubrir la belleza de la vocación y entregar sus vidas a Dios y al servicio a la Iglesia.
En aquel tiempo, Felipe encontró a Natanael y le dijo:
— Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José. Entonces le dijo Natanael:
— ¿De Nazaret puede salir algo bueno?
—Ven y verás, le respondió Felipe.
Vio Jesús a Natanael acercarse y dijo de él:
— Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez. Le contestó Natanael:
— ¿De qué me conoces? Respondió Jesús y le dijo:
— Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
Respondió Natanael:
—Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Contestó Jesús:
—¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores verás. Y añadió:
— En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.