El sacerdote Miguel Mullen vive en la archidiócesis argentina de Mendoza, una de las más grandes del país y situada en la llanura al este de los Andes, en la parte más occidental del país sudamericano. A sus 49 años este religioso perteneciente a la Prelatura del Opus Dei es lo que hoy se denomina una vocación tardía, pues fue ordenado sacerdote en 2020, en plena pandemia de coronavirus.
However, the road that has led him to the priesthood has been long, because for a long time he had felt a vocational restlessness that finally resulted in this call to be a priest, whose dream he was able to fulfill the day he was ordained in Rome.
He lives in Argentina, his native country, a nation that for some time now has been suffering a complicated situation, both politically and economically, as well as socially and religiously. "Argentina is going through a crisis of confidence in its currency, with high inflation. This leads to people in a dependent relationship losing the purchasing power of their income throughout the year, until their salaries are adjusted. The situation is very unfavorable for the lower and middle class", he explains in an interview with Fundación CARF.
Regarding the religious situation, Don Miguel Mullen believes that it is difficult to generalize. He assures that "on the one hand, in Mendoza, where I live, I notice that few families from the school where I work attend Sunday Mass. The children who have already received their First Communion, for example, would like to go, but their parents do not take them". But he also clarifies that when he has had to replace parish priests on Sundays, he has "found committed communities and good attendance at Mass".
En esta entrevista con la CARF Foundation habla de su llamada vocacional, de su vida como sacerdote y de su experiencia de estudios tanto en Pamplona como en Roma.
How did you receive the faith? Don Tino (Constantino Gargallo) me bautizó a la semana de nacer. Este mismo sacerdote español, del Opus Dei, casó a mis padres. Mi madre, Nancy Taylor, no era católica, sino protestante. Conoció un Centro de la Opus Dei en Buenos Aires. Allí se decidió hacer la profesión de fe católica. Fue una conversión muy profunda y valiente. Mi papá, Miguel Mullen, se educó en una familia católica. El contacto con la adversidad, lo hizo madurar y fue un hombre bueno que irradiaba calidez y alegría. En mi familia siempre se respiraba un clima cristiano, lleno de naturalidad.
And how did your call to the priesthood come about? Con ocasión de un Jueves Santo, en la ciudad de La Plata, comencé a percibir la llamada al sacerdocio. Durante el lavatorio de los pies, me vino al alma algo así como una propuesta del Señor a lavarles los pies a los demás mediante el sacramento de la Confesión. Esa inquietud persistió durante muchos años. La fui manifestando al Prelado del Opus Dei en distintas cartas y también al Vicario Regional. Hacia 2015 volví a insistir; tenía claro que mi vocación como numerario no estaba incompleta por el hecho de no ser sacerdote. Pero uno intenta ser fiel a las sugerencias que nos vienen de arriba…
Tuve que esperar unos 20 años desde aquel Jueves Santo hasta la ordenación. No guardo el más mínimo reproche por la demora, porque la vocación a la Obra solo me trajo alegrías.
Usted estudió tanto en Pamplona como en Rome, ¿cómo fue su experiencia allí? Debido a mi edad y mis encargos en Argentina, realicé una licenciatura en Teología Moral y Espiritual en la Universidad de Navarra. Con un plan excepcional, solo viajaba en los períodos de exámenes a estudiar y a rendir. Me encantó el campus y el ambiente de la Facultad de Teología.
Vivía en el Colegio Mayor Aralar. Después de los exámenes, aprovechaba las instalaciones deportivas para jugar al fútbol y al tenis. Los jueves era obligado ir de pinchos y disfrutar la magnífica ciudad que es Pamplona.
Después de la licenciatura, encaré el doctorado en Teología Moral en Roma, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Allí disfrute de algunas clases, las necesarias para sumar créditos para el doctorado. Valoré especialmente la presencialidad y el compartir las clases en un ambiente cosmopolita. A pesar de mi italiano rudimentario, pude asistir a algunas clases de sobre ética de la virtud, a cargo don Ángel Rodríguez Luño. Un gran profesor. Tuve la suerte de encontrar también un gran relator para mi tesis, el sacerdote uruguayo Arturo Bellocq. Junto a su calidad humana, percibí una competencia académica sólida.
Are there any outstanding situations that you remember from these years? En mi caso, la pandemia en cierto modo me favoreció. Pude concentrarme en el doctorado y la preparación inmediata para el sacerdocio. Por otra parte, mi ordenación fue en septiembre de 2020. El presbiterio de la iglesia de San Eugenio (Roma) estaba repleto de sacerdotes con barbijos (mascarillas), a prudente distancia. Incluso el cardenal Pietro Parolin, quien nos ordenó, y hasta nuestro Prelado, don Fernando Ocáriz.
Los vuelos desde América fueron cancelados en su totalidad. Por ese motivo, los diáconos que proveníamos de América tuvimos que ofrecer al Señor la ausencia nuestros parientes. Fue una nota de tristeza en un contexto celestial.
¿Cuáles han sido los momentos más memorables que ha vivido en su tiempo como sacerdote? Mis primeros meses de sacerdote los viví en Madrid. La principal tarea pastoral que me asignaron fue sustituir a don Felipe, un sacerdote agregado del presbiterio del Opus Dei, que estaba internado por una infección. Tres veces por semana ayudaba en la Parroquia de San Josemaría, en Alcorcón. Allí celebraba una de las misas del domingo y dedicaba muchas horas al confesionario.
Al poco tiempo de llegar, me enteré por los medios de comunicación que don Javier Contreras, el párroco, sufrió un intento de asesinato. Un hombre de unos 25 años, fuera de sus cabales, lo sorprendió de madrugada, empuñando un cuchillo. Le espetó que iba a matarlo y durante unos cinco minutos sostuvieron una lucha cuerpo a cuerpo.
Gracias a Dios y a la fortaleza humana y espiritual de don Javier, solo sufrió tres puñaladas. Me quedé impactado porque durante la tarde de ese día, una vez que fue dado de alta, el párroco celebró la Santa Misa. No tenía 30 años sino unos 70. En la homilía, contó a sus feligreses que perdonaba de todo corazón a su agresor. Estaba junto al protagonista de la película El gran 2 Torino.
Otro momento destacable se produjo atendiendo a alumnas de Secundaria en el Colegio Fuenllana. Recuerdo la alegría de percibir tanto la confianza de las chicas en el sacerdote como mi propia alegría de impartir el sacramento de la Reconciliación. De hecho, los días más grises para mí eran cuando no venía nadie a confesarse y las horas se alargaban.
- In your opinion, what does the priest need to face the many challenges and dangers he faces? Llevo poco más de años ordenado, pero pienso que un sacerdote necesita cultivar la amistad con Cristo mediante la oración. También ha de apoyarse en la Eucaristía; buscar allí la fortaleza y el consuelo en los momentos difíciles.
Tenemos las mismas debilidades que cualquier hombre. Creo que decidirse a tener acompañamiento espiritual es de mucha sabiduría porque también nosotros, los sacerdotes, necesitamos de la escucha, de la comprensión y el aliento.
También me resulta útil invertir en la formación doctrinal y moral. Desde una buena lectura hasta ver una conferencia sobre algún tema teológico actual. Agrego también que disfruto mucho de las reuniones con otros sacerdotes. En Mendoza, la diócesis organiza encuentros generales del clero, donde uno cultiva la fraternidad sacerdotal. También hacemos algo parecido en el decanato de Guaymallén, una vez por mes. Uno se maravilla con la vida buena de muchos sacerdotes.
- Would you like to say something to the benefactors of the CARF Foundation? You are helping in the forging of the priests of Jesus Christ. That is priceless. God will keep it in mind and you will never regret it.