El sueño de su vocación lo ha llevado a Roma para formarse como sacerdote en la Päpstliche Universität vom Heiligen Kreuz y está cursando el primer año del primer ciclo de Teología.
Benedikt Aicher nació el 26 de abril de 1999 en Rosenheim, Bavaria, Alemania, a unos 90 kilómetros de Marktl am Inn, donde nació Josef Ratzinger, quien luego fue el papa Benedicto (Benedikt en alemán) XVI.
Este joven alemán reside en Roma, y es parte del instituto Das Werk des Hohenpriesters Jesus, comunidad católica dedicada principalmente a la santificación de los sacerdotes y la promoción de una vida de servicio, oración y apostolado. Su carisma se centra en la consagración al Corazón Inmaculado de María y en la búsqueda de la perfección cristiana mediante los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
Benedikt Aicher creció junto a sus dos hermanos en una pequeña aldea en los Alpes bávaros, donde el trabajo en familia, la oración y los valores cristianos eran fundamentales. Desde niño, sus padres le enseñaron la importancia del sacrificio y la entrega a los demás, sentando las bases de una vocación que más tarde lo llevaría a querer ser sacerdote.
«Nuestros padres nos enseñaron una cosa en particular: hacer sacrificios por amor a los demás. Siempre había mucho trabajo, por lo que pronto tuvimos que ayudar. Como no teníamos hermanas, las tareas domésticas también eran algo normal para nosotros», nos cuenta.
La herencia católica de Benedikt se extiende a su abuelo, quien estudió junto al que fuera el sucesor de san Juan Pablo II, el papa Benedicto XVI. Este legado familiar, junto con las tradiciones de la Iglesia, crearon un entorno propicio para que Benedikt cultivara su fe desde temprana edad.
«Mis padres recibieron una profunda influencia católica de sus propios padres y de la Iglesia. Mi padre pasó muchos años en un seminario menor. También mi abuelo asistió al seminario, junto con Joseph Ratzinger, con el sincero deseo de convertirse en sacerdote, pero la Segunda Guerra Mundial interrumpió su formación. Al regresar de la prisión en Francia, quiso continuar sus estudios, pero debido a lo que había vivido, ya no encontraba la paz necesaria para estudiar», nos dice Benedikt.
Desde pequeño, él y sus hermanos asistían a Misa todos los domingos y fueron introducidos por sus padres en las tradiciones católicas. De esta manera, en casa, se creó un ambiente propicio para que Dios hiciera su obra.
«Después de mi Primera Comunión le dije a mi madre: ¡ahora empezaré a ser monaguillo y luego entraré en un monasterio!», nos relata con una sonrisa.
Aunque Benedikt soñaba con ser carpintero, su corazón fue conquistado por la llamada de Dios al sacerdocio. Durante su juventud, la Virgen María jugó un papel central para guiarlo hacia una vida de oración y entrega. A sus quince años, tras algunos de resistirse, finalmente aceptó su vocación, tomando pasos concretos para ingresar en el seminario.
«Mi vocación al sacerdocio surgió de niño, pero también soñaba con ser carpintero. Mi tío, que lamentablemente ya está en el Cielo, era un fraile benedictino y ejercía la carpintería en el monasterio. De pequeño quería formarme allí con él, pero con el tiempo ese deseo desapareció».
Durante su etapa en la escuela, era un chico muy tímido. En casa, en cambio, hacía mucho alboroto. La etapa del instituto lo llevó fuera del pueblo, a la ciudad. «Mi escuela aún tenía valores cristianos. Eso, junto a la protección de la Virgen María, me salvó de muchas cosas. De hecho, nunca salíamos de casa sin rezar con nuestra madre ante la estatua de la Virgen y sin hacernos la señal de la cruz con agua bendita».
Aunque la carpintería era algo que atraía a Benedikt, había otra camino para él. «Siempre me gustó participar en el grupo de monaguillos. Era mi preferencia hasta el final. Después de unos años, mis hermanos y yo nos convertimos en monaguillos mayores y liderábamos el grupo según nuestras capacidades. También ayudábamos en otras actividades parroquiales, como la preparación para la Confirmación. Durante muchos años, toqué el corno tenor en la banda musical Halfinger Bläserkreis".
La Virgen María siempre quiso llevarle a Jesús. «A los doce años, comenzamos a asistir mensualmente a conferencias de los Legionarios de Cristo, donde encontramos alimento espiritual. A los catorce años, mis hermanos y yo empezamos a participar en un campamento juvenil cada dos meses, también acompañado espiritualmente por los Legionarios de Cristo. Con el tiempo, me integré en el equipo organizador, donde principalmente me encargaba de las tareas económicas junto a mi hermano mayor».
Este período tuvo un gran impacto en su vida de fe, ya que fue guiado hacia la Eucaristía y la Confesión. A los quince años volvió a sentir la llamada al sacerdocio. «Fue breve y la rechacé con firmeza. En los años siguientes, los intervalos en los que sentía esta llamada se hicieron cada vez más cortos e intensos».
Los grupo de oración que frecuentaba le decían que rezara por su futura esposa. Benedikt aún no había aceptado su vocación, pero no podía rezar sin añadir: «y si tienes otro camino para mí, concédele a otro una buena esposa», nos dice alegremente.
Jesús conquistó su corazón, y Benedikt fue abrazando esa llamada al sacerdocio.
Hoy, Benedikt es seminarista y estudia teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz gracias al apoyo de la Fundación CARF. Con la ayuda de los benefactores, Benedikt no solo ha podido recibir una formación de calidad, sino que también ha sentido el respaldo espiritual y material necesario para seguir adelante en su misión de servir a la Iglesia.
La historia de Benedikt Aicher es un ejemplo vivo de cómo la fe, el trabajo y la generosidad de los benefactores de la Fundación CARF pueden transformar vidas y fortalecer a la Iglesia.
Gerardo Ferrara
Hochschulabschluss in Geschichte und Politikwissenschaft, Spezialisierung auf den Nahen Osten.
Verantwortlich für Studenten an der Päpstlichen Universität vom Heiligen Kreuz in Rom.