Antes del encuentro con el Señor y de descubrir su vocación sacerdotal, pensaba que la felicidad pasaba por tener un balón en los pies, como tantos jóvenes en su país. Sus padre, Vicente, no era muy religioso. Su madre algo más y le enseño lo básico de la fe desde pequeño, aunque la Iglesia no le atraía nada. Pero esa Misa lo cambió todo. Pudo escuchar a Dios hablando con él.
Entonces, empezó a tomarse en serio la vida cristiana. Empezó a ir a Misa más a menudo. Ingresó en un curso de Crisma, recibió el sacramento de la Confirmación y comenzó a ayudar en la parroquia como catequista y predicador en un grupo de oración.
Poco a poco descubrió que Jesucristo era quien daba plenitud a su vida y quien le hacía verdaderamente feliz. Hasta entonces nunca se había planteado su vocación sacerdotal, pero el trabajo pastoral en la parroquia le hizo percibir que el pueblo necesitaba pastores.
“Tuve una profunda conversación con mi párroco e inicié el camino vocacional. Después de dos años participando en encuentros vocacionales, discerní mi vocación sacerdotal y mi camino hacia la felicidad. Dar a conocer a Jesucristo y hacer que los hombres sean amigos de Dios, es la misión que espero realizar durante toda mi vida”.
Después de realizar los estudios de filosofía en la Universidad Pontificia de Río de Janeiro, su obispo le envío a terminar de formarse al Seminario Internacional Bidasoa y en las Facultades de estudios eclesiásticos de la Universidad de Navarra. Allí ha tenido la posibilidad de experimentar la riqueza de la Iglesia Universal, conviviendo con seminaristas de distintos países. “Es como vivir un nuevo pentecostés”.
Para Franklyn, Bidasoa es una bendición para su formación sacerdotal. Recibe una formación muy buena que le permite crecer en la amistad con Cristo y madurar su vocación sacerdotal.
Como dice el Papa Francisco, nos ha tocado vivir un “cambio de época”. Muchos jóvenes están alejados de Dios y de la Iglesia. “Si queremos fomentar las vocaciones sacerdotales”, dice Franklyn, “es imprescindible que el pueblo rece para que el Señor de la mies envíe operarios. Los sacerdotes tienen que testimoniar la belleza de la vocación sacerdotal. Un sacerdote del siglo XXI debe ser ante todo un amigo de Cristo, que testimonia, con su vida, el amor por la Iglesia y por las almas”.
En Brasil, la secularización y la irrupción del protestantismo amenazan la vida de la Iglesia Católica. “Hoy más que nunca la Iglesia tiene la obligación de anunciar la buena nueva de Jesucristo, de promover el encuentro de los jóvenes con la Persona de Jesús, para que ellos descubran en Él el camino seguro para la felicidad”. Frente a secularización, Franklyn propone vivir la fe como testigos del Resucitado y frente al protestantismo, presentar la verdad de la fe.
“Las necesidades apostólicas más importantes de Río de Janeiro son: la conversión personal de cada cristiano y, a partir de ahí, promover una evangelización que presente toda la riqueza y verdad que Jesucristo confió a la Iglesia Católica”.