Nadie puede encontrarse con Cristo y seguir siendo el mismo

Nombre: Belvy Delphane Fadhel Diandaga
Edad: 35 años
Situación: Presbítero
Origen: Brazzaville, República del Congo
Estudia: de Licenciatura en Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma

Belvy Delphane Diandaga nació en una familia donde su padre es católico y su madre protestante, así que tuvo la oportunidad de poder elegir entre una y otra visión de la fe cristiana

Desde pequeño, tuve la oportunidad de participar en la misa, aún sin tener un verdadero conocimiento de ella, pero, sin embargo, para mí era un momento de felicidad, pues era un momento de encuentro y de compartir mutuo y comunitario. Fue precisamente a partir de los cuatro años que comencé a manifestar el deseo de acompañar a mi padre a la misa dominical y esto, al ir creciendo, tuvo una gran influencia en mí. Ya a esta edad pude percibir los signos de mi inclinación hacia la fe católica ya que siendo de una familia con tradiciones religiosas mixtas, de madre evangélica (protestante), tuve la posibilidad de abrazar una u otra tradición. Pero fue hacia la fe católica que me orienté a la edad de siete años, cuando fui a matricularme en los cursos de iniciación a la vida cristiana (catequesis) sin avisar a mi padre, quien pronto, sin embargo, se daría cuenta y me alentaría. 

Durante este período de iniciación, había tomado la iniciativa de integrar el movimiento de los scouts con mi prima, y luego el de los monaguillos, aún sin sentir en este preciso momento el deseo de ser sacerdote, pues mi sueño era llegar a ser un oficial de el ejército o incluso un magistrado, para defender a los oprimidos y combatir las injusticias en mi país.

Fue al final de mis estudios de secundaria que de alguna manera me di cuenta de que el Señor me estaba llamando a su servicio. Fue con motivo de la ordenación sacerdotal de un sacerdote de la Orden de la Santísima Trinidad que este deseo se hizo más claro. No podría describir lo que sucedió ese día, pero puedo decir en general que este maravilloso encuentro con Cristo transformó toda mi vida. Como decía san Agustín, “nadie puede encontrarse con Cristo y seguir siendo el mismo”.

Belvy lo tiene claro: el lema de su vida, pues, es una palabra del Apóstol San Pablo a los Corintios (1Cor 15, 10): “por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa”

Después de sentir el llamado de Dios, me apresuré a hablar de ello con mi padre un día que volvíamos de los ensayos del coro de mi parroquia ya que, dos años antes, me había reunido allí con mi padre para cantar y alabar a Dios a través de la animación litúrgica, especialmente en la Misa, lo que era para mí un fuerte momento de encuentro con Cristo: un momento de éxtasis, con mi corazón que se llenaba de alegría. Más tarde, sin duda, descubriría, a través de los estudios teológicosm que la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos, el centro de toda la espiritualidad cristiana católica porque es el sacramento donde Cristo está totalmente presente. Y cada vez más, me di cuenta de la sublimidad y la nobleza del sacerdocio. Porque Jesús, llamándome a su misterio, quiso hacerme ministro de la Eucaristía, y esto simplemente es una gracia. Por eso, además, mi palabra de vida extraída de la primera carta de san Pablo a los Corintios (1Cor 15, 10) describe esta misma dimensión de la gracia: “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa”. Así que le doy constantemente gracias a Dios por el don de la vocación sacerdotal y al mismo tiempo agradezco a cuantos han hecho posible la materialización de esta gracia ya cuantos me ayudan a vivir dignamente esta vocación.

Un llamado a trabajar para la diócesis de Brazzaville y para la Iglesia de Congo

Más del noventa por ciento de la población de Congo es cristiano, y los católicos somos más o menos el cincuenta y dos por ciento, pero hay que señalar una gran avanzada de la Iglesia Evangélica (protestante). Por eso es cada vez más necesario tener a sacerdotes bien formados, y en buenos entornos culturales, para trabajar en la Iglesia Católica no solamente en la formación misma del clero y del pueblo de Dios, sino en la evangelización y en el apostolado con los pobres y los que son indigentes espiritual y materialmente.

Por esta misma razón, después de completar la formación canónica en filosofía y luego en teología, una vez ordenado sacerdote había decidido, regresar a la École Normale Supérieure para continuar mis estudios de filosofía allá… ¿Quién podía imaginarse que, en nuestra diócesis, tan pobre en recursos, pudiéramos tener la oportunidad de formar a algún sacerdote en el extranjero? Pero dos años más tarde, mi obispo consideró adecuado que yo fuera a Roma, en la Pontificia Universidad de la Santa Croce, pues se planteó como necesario que un sacerdote se formara en un ambiente académico y multicultural adecuado para la formación y el desarrollo integral, para luego volver a trabajar en la diócesis.

Así que, gracias a una beca de CARF – Centro Académico Romano Fundación, el sueño se hizo realidad y hoy en día estoy por terminar mi Licenciatura en Filosofía. No puedo expresar con palabra la gratitud a mis benefactores de CARF por todo lo que han hecho para mí: solamente puedo encomendarles cada día, para que Dios les llene de gracia y de bendiciones.