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Estos dos últimos años han sido de los más felices de mi vida porque han estado marcados por el Sí que le he dado al Señor tras escuchar su llamada al ministerio sacerdotal

Nombre: Óscar Andrés Torres Ávila
Edad: 23 años
Situación: Seminarista
Origen: Ibagué, Colombia
Estudia: Estudia Teología en el Seminario Internacional Bidasoa, en Pamplona

Mi gran sueño como sacerdote es conciso y claro: salvar almas.

Óscar Andrés Torres Ávila es un seminarista de la Arquidiócesis de Ibagué en Colombia.

"Soy hijo único, y por parte de madre nieto único, y hasta sobrino único, por lo cual, siempre estuve acompañado y apoyado en todos los aspectos. Podríamos decir que soy un poco “consentido”, pero en un buen sentido. He recibido de mi familia el mejor de los ejemplos: el respeto, la unión, la responsabilidad, el orden, el amor por el trabajo; siempre agradezco al Señor por haberme dado unos padres que sembraron en mí tan buenos ejemplos, y por haberme amado tanto desde siempre. Desde muy pequeñito comencé a tocar el piano (desde los siete años), al comienzo un poco por deseo de mi padre; pero luego fui enamorándome más y más del instrumento y de la música, al punto que decidí seguir los estudios universitarios en piano, siendo ésta una decisión muy libre.

Mi infancia estuvo muy marcada por el estudio de la música, y más caracterizada por la lectura de libros que por jugar el fútbol (que no tengo ni idea de ningún deporte), o nadar (que tampoco sé), o andar con muchos amiguitos, era más bien un poco solitario. Siento que gocé la niñez muy a mi manera; recuerdo que cuando era pequeñito mi juego favorito era celebrar la misa. Mis papás incluso me compraron los ornamentos sacerdotales, y yo era feliz predicando y diciendo misa. Incluso las visitas que llegaban a la casa tenían casi que por obligación escucharme jugando (risas). Este juego aparentemente inocente (que luego de los diez años casi no practiqué), después sería decisivo a la hora de decidir entrar al seminario; era un recuerdo  imborrable y una muestra del llamado de Dios.

La música ha sido el hilo conductor de mi vida. Desde los siete años me dediqué al piano, y estudié ininterrumpidamente hasta los 21. ¡14 años de 22 que tengo¡ Empecé a los siete yendo a la Escuela de música del Conservatorio del Tolima, donde van los niños y adultos a recibir clases de cualquier instrumento y teoría musical. Mi bachillerato lo hice en un colegio musical, donde veíamos clases de matemáticas, ciencias, inglés y de coros, orquesta, armonía; es decir, se combinaban las materias normales, con las materias musicales. Al terminar esta etapa, entré inmediatamente a los estudios universitarios: estudié cinco años la carrera, hasta que me gradué en julio del año pasado, recibiendo el título universitario de “Maestro en Música”.

Cuando comencé la carrera pensé que me dedicaría a la música toda la vida. No hubiera tenido ningún problema en ello. Pero luego, en 2016, luego de empezar la dirección espiritual con monseñor Miguel Fernando González Mariño, obispo auxiliar de mi ciudad, recordé ese llamado que había recibido de niño, y cada vez fui sintiéndolo con mayor intensidad en mi corazón, y con la ayuda de monseñor, tomé la decisión de entrar al seminario en el año 2017. Pero la guardé “in pectore”, lo llevaba en mi corazón y no se la compartí a nadie. Por eso más de uno se sorprendió cuando supo que había decidido entrar al seminario.

Todos se imaginaban que seguiría con la profesión musical, pero yo ya estaba determinado a dejarla para entrar a hacer los estudios del seminario. La dirección espiritual marcó para mi un punto de inflexión, ya que fue un momento de discernimiento, y un reencontrarme con Dios, avivando mi fe, mi oración, y ajuiciándome poco a poco de la vida universitaria que llevaba (lo cual fue un proceso un poco lento). Ahora estoy feliz en el seminario.

Mientras estudiaba la carrera de piano, me fui vinculando poco a poco a diversos grupos de mi parroquia (la catedral de Ibagué): estuve en la pastoral de la salud, el coro parroquial, de vez en cuando colaboraba como organista y cantor; pues en esas andanzas me fui acercando más y más a la Iglesia, tanto que conocí al obispo auxiliar de mi Arquidiócesis, monseñor Miguel Fernando González Mariño, con el cual comenzamos a llevar dirección espiritual, abriendo un nuevo camino en mi vida, de mayor cercanía a Dios, de orden en mi oración, y así fui discerniendo mi vocación sacerdotal.

Recuerdo que una de las primeras preguntas que me hizo monseñor fue: “¿y tú no has sentido nunca el llamado a ser sacerdote?”. Tras esta pregunta no me quedó otro remedio que decir “sí”, porque en ese momento recordé aquellos juegos de niño de celebrar la misa. Ese juego había resultado en una especia de huella que Cristo había dejado en mi persona, y que a pesar de los años nunca se borró, aunque yo no le haya puesto cuidado durante mucho tiempo. La dirección espiritual me fue encarrilando cada vez más, ya que llevaba una vida universitaria de mucha fiesta y bebida; así que me fui moderando poco a poco (risas).

A monseñor debo entonces la guía en el discernimiento , que desembocó en mi decisión de entrar al seminario, y luego de mi grado, empecé mis estudios en el Seminario Internacional Bidasoa, ubicado en Pamplona, España, donde llevo ya 10 meses, y me siento contentísimo. Justamente en este seminario, monseñor Miguel Fernando cursó sus estudios de seminario. Soy seminarista de la Arquidiócesis de Ibagué, y me preparo para poder regresar allí y prestar el mejor servicio posible a mi querida Iglesia Particular. 

Vivo desde hace dos años en el Colegio Internacional Bidasoa y estos dos últimos años han sido de los más felices de mi vida porque, por un lado, han estado marcados por el Sí que le he dado al Señor tras escuchar su llamada al ministerio sacerdotal, y por otro, en el Seminario he sido acogido, apoyado, comprendido y motivado para seguir adelante en mi camino vocacional.

Una cosa muy bella que me ha sucedido y que valoro profundamente en el corazón, es el apoyo que se da en Bidasoa a los diversos talentos y dones que el Señor ha puesto en cada seminarista: antes de entrar al Seminario me gradué como pianista profesional en el Conservatorio de mi ciudad y ahora complemento mi formación teológica con estudios de órgano y música sacra, siempre con el impulso de los queridos formadores del Seminario. En esta casa me siento muy querido y feliz. Doy muchas gracias a Dios por haberme dado esta oportunidad.

Mi gran sueño como sacerdote es conciso y claro: salvar almas. Pienso que uno acepta el llamado del Señor para cumplir su sueño, y el sueño de Cristo es “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. Salvar y evangelizar. En eso se resume mi sueño; y una gran arma para evangelizar será la música, sólo si ésta es capaz de mostrar la verdad, de transmitir la Palabra de Dios, y la alabanza de su pueblo. Que Dios me permita colaborarle en su designio salvador en favor de su Pueblo, ese es mi deseo. Pero para ello debo parecerme cada vez más a Él, reconociéndome pecador, y luchando por la santidad día a día, hasta llegar a ser un “Alter Christus”."

"Una de las formas -quizás la mejor- en que puedo agradecerles su generosísima ayuda, es rezar por sus vidas, trabajos y familias. En estos tiempos tan difíciles, los tengo especialmente presentes en mis oraciones y por supuesto, en la Santa Misa de cada día. No tengo cómo pagarles tanta amabilidad.

Deseo pedirles que no me suelten de sus plegarias, para que mi vocación, que se ve promovida y potenciada por su grandísimo apoyo, llegue a dar los frutos que de ella espera el Señor. Que Él los bendiga siempre."

Apoya una vocación en cualquier lugar del mundo

Una beca completa de 18.000 euros es el importe necesario para que un candidato pueda vivir y estudiar durante un año, en las localizaciones de sus universidades, sean en  Roma o Pamplona. Las diócesis más necesitadas del mundo requieren una beca completa para sus candidatos. En muchos casos, la diócesis sufraga parte de este coste requiriéndose un importe menor, que siempre esta indicado junto al candidato que lo solicita.

¿En qué consiste una beca completa?

Mas de 800 obispos de los cinco continentes, solicitan ayudas al estudio para sus candidatos a través de las becas. Gracias a los benefactores como tu, CARF hace frente a la mayoría de las solicitudes, pero las necesidades son crecientes y queremos que todas las peticiones sean atendidas.

En la gráfica podrás ver la composición de una beca completa.

  • Manutención y alojamiento: 11.000€
  • Matrícula y tasas académicas: 3.500€
  • Complemento formación académica: 3.500€

Para consultas dirigirse a carf@fundacioncarf.org
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