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7 diciembre, 22

El poder de la sonrisa

Mon Carmelo Fidel Marcaida es un diácono de 27 años de la diócesis de Masbate, Filipinas. Ha estudiado Teología en el Seminario Internacional Bidasoa, en Pamplona. Acaba de regresar a su país donde ha sido ordenado diácono el 26 de septiembre 2022. Si Dios quiere, recibirá la ordenación sacerdotal en marzo de 2023. Para él, dos de las virtudes más importantes en la evangelización entre los jóvenes son la sonrisa y estar siempre presente cuando te necesitan.

Un diácono de filipinas

Mon Carmelo proviene de una familia católica, de cuatro hermanos, que asistía siempre a Misa, rezaba el rosario y celebraba la Palabra cada domingo. Entró en el seminario menor por “curiosidad” cuando tenía 12 años. “No sabía que era un seminario hasta que escuché un anuncio del cura de mi parroquia diciendo que había un examen para los que quisieran ingresar el seminario menor. Entonces, pregunté a mis padres si podía realizar el examen para entrar. Para ellos fue una sorpresa”, explica.

“Aclárame todo esto”

Mon Carmelo confiesa que entró al seminario sin tener claras las ideas. Y aunque le costaron algunas cosas, afirma que echa la vista atrás y mira con alegría aquellos cuatro años en el seminario menor: “Aprendí muchas cosas y allí descubrí mi vocación al sacerdocio. Descubrí que Dios me estaba llamando a ser sacerdote”.

En ese momento tenía 15 años y mucho miedo, aunque una gran confianza en el Señor. Confuso, en su oración le preguntaba: “Aclárame todo esto, Señor, aclárame a mi todo esto. Soy muy joven, no sé qué hacer. Pero sentí tu llamada y te pido que me ayudes a responderla”.

Necesidad de sacerdotes

Para aquellos que piensan que ingresó en el seminario siendo muy joven, tiene una respuesta: “Como digo, entré sin ningún plan de querer ser sacerdote. Pero tengo que decir que mis años estudiando filosofía fueron de los mejores de mi vida. Comenzaba a crecer mi vocación al sacerdocio. Empezaba a comprender la llamada del Señor”.

Porque Mon comprendió la necesidad de sacerdotes de su diócesis, la sed de la gente de los sacramentos y en ese momento, “sabía y sentía que el Señor me estaba pidiendo ser sacerdote. Por eso le dije que SÍ. ¿Quién soy yo para decir no a su llamada para ser instrumento suyo? Sin duda, era un SÍ con muchísima confianza en la misericordia y Gracia de Dios”.

El día que le dijo sí

Recuerda perfectamente el día que le dijo “Sí” al Señor. “Un verano, mi rector me envió a un pueblo de una isla muy remota, sin electricidad, sin nada. Fue muy duro porque soy de una ciudad grande y no estaba acostumbrado a vivir sin medios. El rector me envió allí para enseñar a la gente a rezar, acompañarlos, impartir catequesis, dar clases del catecismo para jóvenes y mayores y, sobre todo, para ayudar a celebrar la Santa Misa porque en ese pueblo solo se celebra la Eucaristía una vez cada dos meses. En esa isla, le dije Sí al Señor”.

diácono de filipinas

“Casi todos los días tengo bautizo. En las tres primeras semanas como diácono de Filipinas, bauticé a más de 50 niños”.

Experiencia en Bidasoa de un diácono de Filipinas

Posteriormente, su obispo le envío a estudiar al Seminario Internacional Bidasoa donde ha permanecido cuatro años.

“Han sido unos años maravillosos y me lo he pasado muy bien. Me ha encantado el ambiente familiar, el cariño de los formadores, el amor fraternal que se comparte entre los seminaristas, el nivel académico que ha sido brutal. Ha sido una experiencia espectacular. He regresado a mi diócesis de Masbate preparado para cualquier cosa gracias a la formación recibida. Estoy muy agradecido por todo lo que me han ayudado en el seminario Bidasoa”, relata.

La influencia de un joven sacerdote

Cuando se ordene sacerdote, su obispo le enviará a una parroquia. “A los jóvenes les encantan los sacerdotes jóvenes y nuevos. Ellos quieren ver curas muy animados, que tengan un gran corazón para ellos. Para mí, hay que estar siempre animado, sonreír mucho, y estar con ellos siempre. La sonrisa y estar siempre presente cuando te necesitan son las dos cosas más importantes en la evangelización juvenil”, afirma.

El poder de la sonrisa

También considera que los jóvenes deben sentir que la Iglesia los ama y necesita. “Nuestro gran reto es que formen parte de la gran comunidad de fe de una parroquia. No es fácil. Pero con el poder de la sonrisa y la oración, Dios obra milagros porque podremos entablar una conversación fácilmente con ellos si te ven siempre alegre y feliz”, señala.

diácono de filipinas

“Con el poder de la sonrisa y la oración, Dios obra milagros entre los jóvenes, porque podremos entablar una conversación fácilmente con ellos si te ven siempre alegre y feliz”.

Necesidades apostólicas de su diócesis

Muchos aseguran que Filipinas es el país con más católicos en Asia, el baluarte del catolicismo en el continente. Pero también el secularismo está influyendo en ese país. “Más de dos años de pandemia han sido muy duros para la provincia de Masbate. Ahora nos estamos recuperando tanto económica como culturalmente. En estos últimos años, los jóvenes se han alejado un poco de la Iglesia”.

Para frenar esta tendencia entre la juventud, su parroquia ha preparado un programa de evangelización para ir a las islas, pueblos y barrios para acompañar y dar formación católica a los jóvenes. “Es una gran necesidad apostólica. Por lo tanto, no nos importa acudir a lugares remotos y subir montañas para dar catequesis a los jóvenes”, dice.

Sed de sacramentos

Otra de las preocupaciones de su diócesis es la necesidad de sacerdotes. “Existen muchos lugares donde la gente tiene mucha sed para los sacramentos, pero por el escaso número de curas, solo pueden visitarles una vez al mes. Me da mucha pena tanta gente que solo reciben al Señor en la comunión una vez al mes porque no tenemos sacerdotes. Eso me duele mucho”.

Bautizos diarios

Ser diácono en Filipinas implica a Mon preparar ministros extraordinarios de la sagrada comunión para que puedan ayudarles en administrar la Eucaristía en esos pueblos tan remotos y perdidos de las montañas.

Además de todas estas labores pastorales, Mon también se ha preparado para dar un curso de latín en el seminario de su diócesis e imparte clases de español en una universidad católica de su diócesis.

Y algo que le llena de satisfacción desde que se ha ordenado diácono en Filipinas: “Casi todos los días tengo bautizo. En las tres primeras semanas como diácono, bauticé a más de 50 niños”.

Marta Santín
Periodista especializada en información religiosa.

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