Proviene de una familia de cinco hermanos, cuatro chicos y una chica. De madre católica y padre protestante, un matrimonio que se dedica al comercio de la alimentación, se siente muy orgulloso de sus padres, tanto por los valores que les han transmitido como por lo duro que han trabajado para darles una educación integral a todos ellos. «Han sido un gran apoyo para todos. Nos transmitieron muy buenos valores que han cuajado en todos nosotros», afirma. Su madre está muy contenta con su vocación al sacerdocio y su padre le respeta y apoya que quiera ser sacerdote. «Mis hermanos mayores no son muy de iglesia y mi mamá les motiva para que se acerquen a la fe. Dios tiene su tiempo para cada uno».
A Dani siempre le ha gustado estudiar y formarse para servir a la sociedad. Estudió Ciencias de la Educación y trabajó como maestro en un colegio cristiano-protestante. Desde la universidad, el Señor iba preparando su camino.
Durante los años universitarios fue creciendo su vocación para ser sacerdote. «Todo empezó cuando mi párroco me propuso entrar al seminario, algo que no había pensado, pero fue una luz y una puerta que se abrió en mi vida». Después de esta invitación, sucedieron diversos acontecimientos en su vida que suscitaron en él una determinación por hacer la voluntad de Dios.
Un día, estando en la basílica de su diócesis, en una misa de sanación por los enfermos a la que acudió el obispo, el prelado dijo sorprendentemente: «Hay un joven que está interesado en entrar al seminario para ser sacerdote y se encuentra ahora en pleno discernimiento». Fue entonces cuando Dani entendió que era Cristo el que le llamaba. «Era a mí quien me decía eso», afirma.
Desde ese momento, comenzó a reflexionar sobre su vocación y qué es un sacerdote. Aquello fue muy significativo en su vida. El amor que tenía a la Iglesia fue creciendo y el testimonio de su párroco, muy entregado a la gente, a la Iglesia y a una vida de servicio fue determinante.
Veía a mi párroco feliz
«Yo veía en mi párroco una vida muy feliz, entregado al Señor y a los demás como sacerdote. Esto fue conquistando mi corazón para entregarme completamente a la Iglesia y al sacerdocio». Otro suceso que ocurrió en su vida y que le marcó con fuerza: rezando delante del Santísimo en una iglesia, escuchó a una persona detrás de él orando. «Cuando salimos a la calle, se dirigió a mí pensando que yo era el sacerdote de la parroquia. Sus palabras me tocaron fuerte, era para mí como otra señal del Señor que me llamaba al sacerdocio. La vocación es un misterio, pero Dios te llama en acontecimientos cotidianos».
Después de estos acontecimientos, entró en el seminario a los 22 años en su diócesis de Nuestra Señora de la Altagracia. A los 25 años, su obispo le envío a estudiar a España para prepararse para ser sacerdote, y lleva un año residiendo en el Seminario Internacional Bidasoa y estudia Teología en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra.
Cuando comentó a sus amigos que dejaba todo para ser sacerdote, intentaron disuadirle: «Mis amigos trataron de convencerme para que no entrara al seminario, me dieron miles razones, que ya no tendría una mujer (había tenido una novia con 17 años), ni familia, ni hijos, que iba a dejar mi profesión para la que me había preparado. Pero mi llamada era más fuerte y ninguna de estas cosas me pararon. Ahora han entendido que estoy feliz con mi decisión y me apoyan».
Para Dani, una de las características de un sacerdote del siglo XXI es que sea cercano a la gente y cercano a los jóvenes. «Debe implicarse en las acciones y hobbies de los jóvenes y aprovechar ese espacio para evangelizar. Y que ame mucho a su Iglesia. Que en sus predicaciones hable de la palabra de Dios y que dé testimonio de que es cristiano y un sacerdote santo. A través de nuestro testimonio podemos animar a las personas a encontrar a Dios. Por lo tanto, transmitir la fe con el testimonio y preocuparse por la gente creo que es lo más importante del sacerdote en el momento actual».
Cómo animar a los jóvenes
Este joven seminarista de la República Dominicana considera que los jóvenes hoy en día están «muy distraídos con las cosas del mundo, con las redes, la tecnología, la moda. Todo esto ha traído mucha confusión a los jóvenes de nuestra sociedad que siguen ideologías erróneas. Los jóvenes católicos tenemos que dar testimonio de nuestra fe, transmitir que se puede ser joven y cristiano. Que vean en nosotros una luz. La verdadera felicidad está en seguir a Cristo», señala.
La religión mayoritaria de la República Dominicana es la católica, aunque también hay muchos protestantes. Por eso, está convencido que, para evangelizar, lo principal es la formación doctrinal de los catequistas. «Mientras más preparados estemos, mejor podremos dar a conocer a Cristo a los demás. Muchos católicos se van a la iglesia protestante por la falta de formación. Un católico ignorante es un futuro protestante».
«Los católicos tenemos que dar testimonio de nuestra fe, transmitir que se puede ser joven y cristiano. Que vean en nosotros una luz. La verdadera felicidad está en seguir a Cristo».
Dani Alexander Guerrero
Por esta razón, agradece enormemente a las personas que hacen posible que tantos seminaristas de tantas partes del mundo tengan la oportunidad de estudiar para ser sacerdote en Bidasoa y en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra o en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. «Gracias a los benefactores de la Fundación CARF nos estamos formando con mucho entusiasmo para regresar a nuestras diócesis con ilusión para poder evangelizar. Que Dios os lo pague».
Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.