¿Cómo ayudar a los seminaristas?

Tipos de ayudas que se pueden hacer a la Fundación CARF

Trabajamos para que ninguna vocación se pierda y para que los seminaristas, una vez ordenados sacerdotes, puedan transmitir en su labor pastoral toda la luz, ciencia y doctrina recibida. Gracias a nuestros benefactores, ayudamos a la formación de los sacerdotes, difundimos su buen nombre y rezamos por su fidelidad y por las vocaciones.

Hay diferentes maneras de ayudar a los seminaristas desde la Fundación CARF:

Dona online a los seminaristas

Una vía rápida y segura para ayudar a los seminaristas, ayudar al seminario y a financiar su formación. Desde cualquier lugar, solo con tu dispositivo móvil, puedes hacer una donación siguiendo unos sencillos pasos. Selecciona la cantidad que quieres donar y si deseas hacerlo de forma puntual o recurrente. Son muchas los seminaristas que dependen de este acto de generosidad para completar sus estudios.

Dona Mochila de Vasos Sagrados

Con tu donativo de 600 euros, puedes ayudar a los seminaristas próximos a ordenarse con una Mochila de Vasos Sagrados que contiene todos los objetos litúrgicos necesarios para impartir los sacramentos y celebrar la Santa Misa allá donde esté.

Él rezará por ti el resto de su vida, y tú sabrás quién es y en qué país desarrollará su labor pastoral, para encomendar que sea santo y fiel a su vocación.

Donaciones en especie

Otro modo de ayudar a los seminaristas con su formación es realizando donaciones en especie. Las donaciones en especie son aquellas en las que, en lugar de aportar dinero, el benefactor hace una aportación de ciertos bienes: joyas, relojes, obras de arte...

La mayoría de las veces se trata de bienes valiosos que el donante ya cuenta que no disfrutará, y considera que serán más útiles si con ellos apoya a una causa noble. Los bienes recibirán una tasación profesional y, una vez subastados, el dinero que con ellos se ingrese para ayudar a las vocaciones de seminaristas, se puede desgravar.

Dona legados y testamentos para formar a seminaristas

Esta disposición testamentaria es un procedimiento que permite favorecer a una institución sin fines de lucro, como lo es la Fundación CARF. Tu legado solidario es un compromiso con el futuro y una forma de perpetuar la labor de tu vida en otros: seguir apoyando a seminaristas y sacerdotes diocesanos de los cinco continentes. Para llevarlo a cabo, basta con que decidas, en forma de todo un testamento o de una parte de legado solidario, tu deseo de ayudar a los seminaristas a través de la Fundación CARF.

seminarista donar Seminario internacional Bidasoa

Seminarios internacionales con los que la Fundación CARF colabora

Bajo la inspiración e impulso de san Juan Pablo II, el Beato Álvaro del Portillo inició en 1989 la actividad de la Fundación CARF para ayudar a los seminaristas y sacerdotes diocesanos. Actualmente más de 800 obispos de los cinco continentes solicitan anualmente para sus seminaristas y sacerdotes plazas y ayudas al estudio en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma y en las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra.

La Fundación CARF colabora con dos seminarios internacionales, dos colegios sacerdotales y tres colegios mayores, para que puedan recibir a seminaristas de todo el mundo que llegan a Europa para preparar su formación.

Debemos estar agradecidos a Dios por los sacerdotes. No dejemos de rezar por ellos ni de colaborar en su ministerio. Pidamos al Señor que siga dándonos muchos y buenos sacerdotes, pues el trabajo es abundante y las vocaciones escasas. Empecemos a ayudar a los seminaristas y apoyemos a los seminarios para que no falten sacerdotes que, en nombre de Cristo, cuiden del pueblo de Dios, de todos nosotros.

El ejemplo de san José, custodiar y servir

 
El ministerio del papa se sitúa al servicio de la vida cristiana. La vida cristiana está al servicio de todos y del mundo creado. Y toda persona encuentra también ahí, en el cuidado y en el servicio, el sentido de su vida: custodiar los dones de Dios, cosa que sólo puede hacerse con amor, como hizo san José.

La misión de san José y la nuestra

La misión de San José (cf. Mt 1, 24) le ha servido de arranque, después de referirse a la onomástica de Benedicto XVI: "Le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud". San José fue custodio: “Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia, como ha señalado el beato Juan Pablo II: ‘Al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, y su paternidad también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo’ (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).

Continuaba el papa Francisco preguntándose: “¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio. (…) Sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. (…) Responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud”.

Aquí se puede ver cómo San José de Nazareth pone en práctica un verdadero discernimiento de la voluntad de Dios, en el sentido que el Concilio Vaticano II habla de los "signos de los tiempos". Es decir, los signos de la actuación del Espíritu Santo que se perciben cuando se miran con fe y con realismo los acontecimientos, como punto de partida para poder valorar la situación de que se trate, y tomar la decisión de actuar en consecuencia, tanto desde el punto de vista personal como de la Iglesia, cf. Gaudium et spes, 4, 11 y 44.

,Al mismo tiempo, El papa observa que, en san José “vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo". Y por eso nos invita: "Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.

Todo ello es una escuela para los cristianos, especialmente para los educadores y formadores.

Homilía del santo padre Francisco, plaza de san Pedro, martes 19 de marzo de 2013, Solemnidad de san José.

Custodiar, tarea de todos, empezando por uno mismo

Pero custodiar, advirtió el papa Francisco, es vocación de todos: todos debemos custodiar la belleza de las realidades creadas; aquí, la evocación a san Francisco de Asís, cuidar a las personas que nos rodean, “especialmente a los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”.

Todos hemos de cuidar a los familiares, a los cónyuges, a los padres y a los hijos, a las amistades. “Sed custodios de los dones de Dios”, nos aconseja; porque en efecto, todo es don. Si fallamos en esto, dice, avanza la destrucción y el corazón se seca.

Si custodiar es responsabilidad de todos, y así lo comprenden y practican las personas de buena voluntad, lo es particularmente de “los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social”. Hay que cuidar la naturaleza creada por Dios, el medio ambiente. Pero hay que comenzar por nosotros mismos: “Para ‘custodiar”, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida.

Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”; no es virtud de débiles sino de fuertes, como San José.

En efecto. De ahí la importancia de examinar la propia conciencia junto con una buena formación. Y si un sentimentalismo no integrado con la reflexión y la formación cristiana puede producir estragos, también los produciría una educación racionalista o voluntarista que no integrase los sentimientos y sus adecuadas, y necesarias, manifestaciones. Así lo expone Dietrich von Hildebrand, en su obra “El corazón: un análisis de la afectividad humana y divina” (Madrid 2009).

Cuando el papa Francisco pronuncio la homilía de la Misa de Inicio de pontificado invitó a todos a ser custodios de la Creación como san José fue custodio de la Sagrada Familia.

El sentido del ministerio del papa

A continuación, el papa explico en qué consiste el poder que comporta el ministerio petrino:

“Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, así se titula uno de sus libros, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz”. Así es el poder del amor. También lo aprendemos de San José.

Y así debe ser ejercido el ministerio del papa: “Debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Y concluyó con otra lección: “Sólo el que sirve con amor sabe custodiar”.

Llevar el calor de la esperanza

En la última parte apela a la esperanza, en la que Abraham se apoyó (cf. Rm 4, 18). “También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor, es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza."

Para nosotros los cristianos, "como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios”.

Este es su modo de explicar aquél título del papa que viene al menos de San Gregorio Magno: “Siervo de los siervos de Dios”.


Don Ramiro Pellitero Iglesias
Profesor de Teología pastoral de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.

Publicado en Iglesia y nueva evangelización.

La Cuaresma: qué es y qué significa, definición y oraciones

«La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto», Catecismo de la Iglesia Católica, 540.

¿Qué es la Cuaresma?

El significado de Cuaresma viene del latín quadragesima, período litúrgico de cuarenta días reservado a la preparación de la Pascua de Resurrección. Cuarenta días en alusión a los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto con Moisés y los 40 días que pasó Jesús en el desierto antes de iniciar su vida pública.

Este es un tiempo de preparación y de conversión para participar en el momento culminante de nuestra liturgia, junto a toda la Iglesia Católica que el miércoles iniciamos con ilusión.

En el Catecismo, la Iglesia propone seguir el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, como preparación de las solemnidades pascuales. Es un tiempo particularmente apropiado para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, y la comunicación cristiana de bienes por medio de obras caritativas y misioneras.

Este esfuerzo de conversión es el movimiento del corazón contrito, atraído y movido por la gracia a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero.

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«No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único; es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza». Es Cristo que pasa, nº 59.

¿Cuándo empieza la Cuaresma?

La imposición de la ceniza en la frente de los fieles, el Miércoles de Ceniza, es el inicio de este camino. Constituye una invitación a la conversión y a la penitencia.  Es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Jesús, en su muerte y resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad.

El tiempo de Cuaresma termina el Jueves Santo, antes de la Misa in Coena Domini (la cena del Señor) con la que comienza el Triduo Pascual, Viernes Santo y Sábado de Gloria.

Durante estos días miramos nuestro interior y asimilamos el misterio del Señor siendo tentado en el desierto por Satanás y su subida a Jerusalén para su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos.

Recordamos que hemos de convertirnos y creer en el Evangelio y que somos polvo, hombres pecadores, criaturas y no Dios.

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«¿Qué mejor manera de comenzar la Cuaresma? Renovamos la fe, la esperanza, la caridad. Esta es la fuente del espíritu de penitencia, del deseo de purificación. La Cuaresma no es sólo una ocasión para intensificar nuestras prácticas externas de mortificación: si pensásemos que es sólo eso, se nos escaparía su hondo sentido en la vida cristiana, porque esos actos externos son —repito— fruto de la fe, de la esperanza y del amor». Es Cristo que pasa, nº 57.

¿Cómo vivir la Cuaresma?

La Cuaresma puede vivirse a través del sacramento de la Confesión, la oración y las actitudes positivas.

Los católicos nos preparamos para los eventos claves de la Semana Santa a través de los pilares de la oración, el ayuno y la limosna. Estos, nos guían en la reflexión diaria sobre nuestra propia vida mientras nos esforzamos por profundizar nuestra relación con Dios y con el prójimo, sin importar en qué parte del mundo viva el prójimo. La Cuaresma es un tiempo de crecimiento personal y espiritual, un tiempo para mirar hacia afuera y hacia adentro. Son jornadas de misericordia.

El arrepentimiento y la confesión

Como tiempo de penitencia, la Cuaresma es un buen momento para confesarse. No es obligatorio, ni hay ningún mandato de la Iglesia que obligue a ello pero encaja muy bien con las palabras del Evangelio que repite el sacerdote el día Miércoles de Ceniza: «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás» o «Conviértete y cree en el Evangelio».

En estas palabras santas hay un elemento común: la conversión. Y ésta es solo posible con el arrepentimiento y el cambio de vida. Por ello, la confesión en la Cuaresma es una manera práctica de pedir perdón a Dios por nuestros pecados y recomenzar. El modo ideal de comenzar este ejercicio de introspección, es por medio de un examen de conciencia.

La Penitencia

La penitencia, traducción latina de la palabra griega "metanoia" que en la Biblia significa la conversión del pecador. Designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el pecador. Literalmente cambio de vida, se dice del acto del pecador que vuelve a Dios después de haber estado alejado de Él, o del incrédulo que alcanza la fe.

La Conversión

Convertirse es reconciliarse con Dios, apartarse del mal, para establecer la amistad con el Creador. Una vez en gracia, después de la confesión y lo que ello implica, hemos de proponernos cambiar desde dentro todo aquello que no agrada a Dios.

Para concretar el deseo de conversión, se puede hacer obras de conversión, como son, por ejemplo: Acudir a los sacramentos; superar las divisiones, perdonar y crecer en espíritu fraterno; practicando las Obras de Misericordia.

El ayuno y la abstinencia

La Iglesia invita a sus fieles a cumplir el precepto del ayuno y la abstinencia de carne, compendio del Catecismo 432.

El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. Salvo caso de enfermedad. Invita a vivir el ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que tengan cumplido cincuenta y nueve años. Tanto el Miércoles de Ceniza como el Viernes Santo.

Se llama abstinencia a privarse de comer carne, los viernes de Cuaresma.  La abstinencia puede comenzar a partir de los catorce años.

Debe cuidarse el no vivir el ayuno o la abstinencia como unos mínimos, sino como una manera concreta con la que nuestra Santa Madre Iglesia nos ayuda a crecer en el verdadero espíritu de penitencia y alegría.

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Calendario de propósitos para vivir la Cuaresma día a día

Propuesta de calendario de propósitos para vivir la Cuaresma.

Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2024

A través del desierto Dios nos guía a la libertad

«Queridos hermanos y hermanas:

Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así se abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de qué éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en su carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino hacia la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones.

El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen.

En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de la indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.

Dios se conmueve

Quisiera señalarles un detalle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede interrumpirse. De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.

Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Durante cuarenta días estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Tú eres mi Hijo muy querido

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos narran claramente. A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.

Destello de una nueva esperanza

En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a los universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo, es ella la que las arrastra hacia adelante. Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal». Papa Francisco, 2024.

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Oraciones para la Cuaresma

La oración con el corazón abierto es la mejor preparación para la Pascua. Podemos leer el reflexionar sobre el Evangelio, podemos hacer oración realizando el Via Crucis. Podemos recurrir al Catecismo de la Iglesia Católica y seguir las celebraciones litúrgicas con el Misal Romano. Lo importante es que nos encontremos con el amor incondicional que es Cristo.

Señor Jesús, con tu Cruz y

Resurrección nos has hecho

libres. Durante esta Cuaresma,

dirígenos por tu Espíritu Santo a

vivir más fielmente en la libertad

cristiana. Mediante la oración,

aumento en caridad y las

disciplinas de este Tiempo

sagrado, acércanos más a Ti.

Purifica las intenciones de mi

corazón para que todas mis

prácticas cuaresmales sean para

tu alabanza y gloria. Concede que

por nuestras palabras y acciones,

podamos ser mensajeros fieles

del mensaje del Evangelio a un

mundo necesitado de la

esperanza de tu misericordia. Amén.

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San José: quién fue el carpintero de Nazaret, padre de Jesús

«Quiere mucho a san José, quiérele con toda tu alma, porque es la persona que, con Jesús, más ha amado a santa María y el que más ha tratado a Dios: el que más le ha amado, después de nuestra Madre. Se merece tu cariño, y te conviene tratarle, porque es Maestro de vida interior, y puede mucho ante el Señor y ante la Madre de Dios», Forja, 554.

Su fiesta es el 19 de marzo y el Papa Francisco siempre nos invita a que nos fijemos de forma especial en la figura de san José. Para eso, ha señalado cuáles son las dos virtudes únicas que definen al padre de Jesús: «José es el hombre que sabe acompañar en silencio» y es «el hombre de los sueños».

Biografía de san José de Nazaret

Tanto san Mateo como san Lucas nos hablan de san José como de un varón que descendía de una estirpe ilustre: la de David y Salomón, reyes de Israel. Los detalles de esta ascendencia son históricamente algo confusos: no sabemos cuál de las dos genealogías, que traen los evangelistas, corresponde a María y cuál a san José, que era su padre según la ley judía. Sabemos que su ciudad natal fue Belén, a donde se dirigió a empadronarse, pero en Nazaret, vivía y trabajaba.

Sabemos, en cambio, que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros.

La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. San Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos (S. Justino, Dialogus cum Tryphone, 88, 2, 8 (PG 6, 687).); quizá, basándose en esas palabras, san Isidoro de Sevilla concluye que José era herrero. En todo caso, un obrero que trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y de sudor.

san josé
De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan.

Quién fue san José de Nazaret en la Iglesia Católica

La Iglesia entera reconoce en san José a su protector y patrono. A lo largo de los siglos se ha hablado de él, subrayando diversos aspectos de su vida, continuamente fiel a la misión que Dios le había confiado.

  • En el siglo XVII, el Papa Gregorio XV instituyó por primera vez una fiesta litúrgica en su nombre.
  • En el siglo XVI, santa Teresa de Ávila, extendió su devoción que, hasta entonces, había permanecido en un discreto segundo plano.
  • Durante 1870, el santo Papa Pío IX nombró a san José patrono universal de la Iglesia.
  • A partir de entonces, León XIII dedicó una encíclica al santo patriarca
  • A los 100 años de este documento, san Juan Pablo II escribió la exhortación apostólica Redemptoris custos.
  • El papa Francisco publicó también una carta sobre san José en 2020, bajo el título Patris corde, corazón de padre.

En palabras de san Josemaría, san José es realmente «Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre. Tratándole se descubre que el Santo Patriarca es, además, Maestro de vida interior: porque nos enseña a conocer a Jesús, a convivir con El, a sabernos parte de la familia de Dios. Este Santo nos da esas lecciones siendo, como fue, un hombre corriente, un padre de familia, un trabajador que se ganaba la vida con el esfuerzo de sus manos».

oración a san josé padre de jesus de nazaret

Oración mencionada en Patris corde (Con corazón de padre) y en el decreto con el que se concede el don de indulgencias especiales con ocasión del Año de san José.

Las virtudes de José de Nazaret

José obrero era un artesano de Galilea, un hombre como tantos otros. En su día solo había paternidad y trabajo, todos los días, siempre con el mismo esfuerzo. Y, al acabar la jornada, una casa pobre y pequeña, para reponer las fuerzas y recomenzar.

Pero el nombre de José significa, en hebreo, Dios añadirá. Dios añade, a la vida santa de los que cumplen su voluntad, dimensiones insospechadas: lo importante, lo que da su valor a todo, lo divino.  Dios, a la vida humilde y santa de José, añadió la vida de la Virgen María y la de Jesús, Señor Nuestro.

Vivir de la fe, estas palabras se ven realizadas con creces en san José. Su cumplimiento de la voluntad de Dios es espontáneo y profundo.

Porque la historia del Santo Patriarca fue una vida sencilla, pero no una vida fácil. Después de momentos angustiosos, sabe que el Hijo de María ha sido concebido por obra del Espíritu Santo. Y ese Niño, Hijo de Dios, descendiente de David según la carne, nace en una cueva. Ángeles celebran su nacimiento y personalidades de tierras lejanas vienen a adorarle, pero el Rey de Judea desea su muerte y se hace necesario huir. El hijo de Dios es, en la apariencia, un niño indefenso, que vivirá en Egipto.

En su evangelio, san Mateo pone constantemente de relieve la fidelidad de José, que cumple los mandatos de Dios sin vacilaciones, aunque a veces el sentido de esos mandatos le pudiera parecer oscuro o se le ocultara su conexión con el resto de los planes divinos.

Fe, amor y esperanza

En muchas ocasiones los Padres de la Iglesia hacen resaltar esta firmeza de la fe de san José. La fe de José no vacila, su obediencia es siempre estricta y rápida.

Para comprender mejor esta lección que nos da aquí el Santo Patriarca, es bueno que consideremos que su fe es activa. Porque la fe cristiana es lo más opuesto al conformismo, o a la falta de actividad y de energía interiores.

En las diversas circunstancias de su vida, el Patriarca no renuncia a pensar, ni hace dejación de su responsabilidad. Al contrario: coloca al servicio de la fe toda su experiencia humana. Fe, amor, esperanza: estos son los ejes de la vida del santo y los de toda vida cristiana. La entrega de José de Nazaret aparece tejida de ese entrecruzarse de amor fiel, de fe amorosa, de esperanza confiada.

Eso nos enseña la vida de san José: sencilla, normal y ordinaria, hecha de años de trabajo siempre igual, de días humanamente monótonos, que se suceden los unos a los otros.

San José el padre de Jesús

«Tratad a José y encontraréis a Jesús» san Josemaría Escrivá de Balaguer. A través del ángel, Dios mismo le confía a José cuáles son sus planes y cómo cuenta con él para llevarlos adelante. José está llamado a ser padre de Jesús; esa va a ser su vocación, su misión.

José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. Con san José, aprendemos lo que es ser de Dios y estar plenamente entre los hombres, santificando el mundo. Tratad a José y encontraréis a Jesús. Tratad a José y encontraréis a María, que llenó siempre de paz el amable taller de Nazaret.

José de Nazaret cuidó del Hijo de Dios y, en cuanto a hombre, le introdujo en la esperanza del pueblo de Israel. Y eso mismo hace con nosotros: con su poderosa intercesión nos lleva hacia Jesús. san Josemaría, cuya devoción a san José fue creciendo a lo largo de su vida, decía que Él es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía y se hacía hombre.

Dios exige continuamente más, y sus caminos no son nuestros humanos caminos. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento y custodiarle para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos.

La fiesta de san José

El 19 de marzo la Iglesia celebra la fiesta del santo Patriarca, patrono de la Iglesia y de la Obra, fecha en la que las personas del Opus Dei renuevan el compromiso de amor y fidelidad que les une al Señor.

La fiesta de san José pone ante nuestra mirada la belleza de una vida fiel. José se fiaba de Dios: por eso pudo ser su hombre de confianza en la tierra para cuidar de María y de Jesús, y es desde el cielo un padre bueno que cuida de la fidelidad cristiana.

Los siete domingos de san José

Son una costumbre de la Iglesia para preparar la fiesta del 19 de marzo. Dedicando al santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta en recuerdo de los principales gozos y dolores de su vida.

La meditación de los «Dolores y Gozos de san José» ayuda a conocer mejor al san José, y a recordar que también él afrontó alegrías y dificultades.

Fue el Papa Gregorio XVI quien fomentó la devoción de los siete domingos de san José, concediéndole muchas indulgencias; pero Pío IX les dio actualidad perenne con su deseo de que se acudiera al santo, para aliviar la entonces aflictiva situación de la Iglesia universal.

Un día, alguien preguntó a san Josemaría cómo acercarse más a Jesús: «Piensa en aquel hombre maravilloso, escogido por Dios para hacerle de padre en la tierra; piensa en sus dolores y en sus gozos. ¿Haces los siete domingos? Si no, te aconsejo que los hagas».

«¡Qué grandeza adquiere la figura silenciosa y oculta de san José –decía san Juan XXIII– por el espíritu con que cumplió la misión que le fue confiada por Dios. Pues la verdadera dignidad del hombre no se mide por el oropel de los resultados llamativos, sino por las disposiciones interiores de orden y de buena voluntad».

Curiosidades de san José

Devoción del Papa Francisco

«Yo quisiera también decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a san José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio tengo una imagen de san José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de la figura del santo para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema».

La devoción de san Josemaría

San José es patrono de esta familia que es la Obra. En los primeros años, san Josemaría acudió especialmente a él para poder hacer presente a Jesús Sacramentado en uno de los primeros centros del Opus Dei. Por su intercesión, en marzo de 1935, fue posible tener al Señor reservado en el oratorio de la Academia-Residencia DYA, de la calle Ferraz, en Madrid. Desde entonces, el fundador de la Obra quiso que la llave de todos los sagrarios de los centros del Opus Dei tuviera una pequeña medalla de san José con la inscripción Ite ad Ioseph; el motivo es recordar que, de modo similar a como el José del Antiguo Testamento lo hace con su pueblo, el santo patriarca nos había facilitado el alimento más preciado: la Eucaristía.

El santo del silencio, san José

No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección. Él protegió a la Inmaculada Madre de Dios y fue el padre de Jesús en la tierra. Sin embargo, no hay ninguna cita de él en los Evangelios. Más bien, fue un silencioso y humilde servidor de Dios que desempeñó su rol cabalmente.

Guardián del Señor y celebraciones en su honor

Uno de los primeros títulos que utilizaron para honrarlo fue nutritor Domini, se remonta al menos al siglo IX.

La solemnidad de san José es el 19 de marzo, y la fiesta de san José obrero (Día internacional del trabajo) es el 1 de mayo. También está incluido en la Fiesta de la Sagrada Familia (30 de diciembre) y sin duda forma parte de la historia de la Navidad.

San José y sus múltiples patronazgos

Es el patrón de la Iglesia Universal, la buena muerte, las familias, los padres, las mujeres embarazadas, viajeros, inmigrantes, artesanos, ingenieros y trabajadores. Es también el patrón de las Américas, Canadá, China, Croacia, México, Corea, Austria, Bélgica, Perú, Filipinas y Vietnam. Pidamos a San José que nos siga ayudando a acercarnos a Jesús Sacramentado, que es el alimento del que se nutre la Iglesia. Así lo hizo junto a María, en Nazaret, y así lo hará también con ella en nuestros hogares.

Bibliografía:

  • Opusdei.org
  • Romereports.com
  • Corazones.org

Jacques Philippe: claves para la esperanza en tiempos de crisis

En un evento el 24 de noviembre en el Foro Omnes de la Universidad de Villanueva de Madrid, Jacques Philippe, un destacado autor católico francés, compartió reflexiones profundas sobre la espiritualidad en el mundo contemporáneo. Más de doscientas personas se sumergieron en la pregunta fundamental: ¿Necesitamos a Dios? El encuentro estuvo auspiciado por la Fundación CARF y el Banco Sabadell.

Los libros de Jacques Philippe

Además de sus charlas inspiradoras, Jacques Philippe es aclamado por su obra literaria sobre la vida espiritual. Con títulos influyentes como La libertad interior, Tiempo para Dios y La paternidad espiritual del sacerdote, Philippe ofrece perspectivas prácticas y profundas sobre la fe y la vida interior, guiando a innumerables personas hacia una relación más íntima con Dios.

La importancia de mantener la conexión con Dios

Las reflexiones de Jacques Philippe sobre la ausencia de Dios son conmovedoras. «Alejarse de Dios también es alejarse de la fuente de la verdad» explica, ofreciendo una perspectiva clara sobre cómo esta ausencia nos afecta enormemente. Es por ello que nos invita a reflexionar sobre la importancia de mantener una conexión viva con Dios, incluso en los momentos de aparente oscuridad. 

Destacando la necesidad de buscar constantemente la presencia de Dios y confiar en Su amor y misericordia para encontrar esperanza en nuestras vidas.

Abordando los desafíos espirituales en el mundo contemporáneo

En una sociedad marcada por la secularización y el surgimiento de nuevas espiritualidades, Jacques Philippe reconoce el fenómeno del individualismo y la soledad que caracterizan al mundo contemporáneo. Observa cómo cada individuo tiende a construir sus propias creencias y a alejarse de la idea de una fe compartida que une a la comunidad como familia única. 

Es por ello que Philippe aboga por una apertura a la comunidad religiosa y la búsqueda compartida de Dios como una fuente de plenitud espiritual y conexión humana.

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Meditación pronunciada por Jacques Philippe en Madrid.

La importancia vital de la presencia de Dios en Jacques Philippe

Jacques Philippe defiende la necesidad de Dios y de su misericordia en un mundo cada vez más marcado por el individualismo y el ateísmo. Señala la mentira del ateísmo, y utiliza la parábola del hijo pródigo para ilustrar cómo, una vez que se rechaza a Dios, se elimina la posibilidad de encontrar misericordia y perdón. Philippe, describe así, cómo la ausencia de Dios deja al hombre solo con el peso de sus errores, sin la posibilidad de recibir el perdón que solo Dios puede otorgar. 

En este contexto, resalta la importancia de volver a Dios y encontrar la gracia y la misericordia que solo Él puede ofrecer, destacando la importancia de volver al Evangelio y redescubrir la paternidad divina como un antídoto contra el orgullo humano y la pérdida de sentido.

La paternidad espiritual en la sociedad moderna

Philippe aborda el complejo ejercicio de la libertad humana en ausencia de la presencia y el amor de Dios como Padre. Señalando que, sin esta guía divina, podemos caer en dos extremos: la irresponsabilidad total, donde todo está permitido y no se asume la responsabilidad por las acciones; o el exceso de responsabilidad, llevando el peso de la vida y las decisiones de manera solitaria y angustiante. Destacando la tendencia en la sociedad actual hacia estos extremos, donde la inmensa libertad coexiste con la falta de guía espiritual y una verdad objetiva. 

Subraya la importancia del papel de Dios como Padre, no para restringir la libertad, sino para ayudarnos a discernir y ejercer nuestra libertad de manera que nos beneficie a nosotros y al prójimo. Dios nos ofrece una luz en medio de la incertidumbre y la soledad que caracterizan el mundo contemporáneo.

Una perspectiva transformadora para la vida cotidiana

A continuación, Jacques Philippe nos anima a reflexionar en la importancia de la esperanza del Reino como una perspectiva transformadora en la vida diaria. Destaca cómo vivir sin la certeza de la vida eterna puede hacer que la existencia se sienta estrecha y pesada, con la sensación de que cada oportunidad perdida es irrecuperable. 

Philippe enfatiza que la esperanza del Reino ofrece un horizonte infinito de posibilidades y libertad, incluso en medio de las responsabilidades y desafíos de la vida. Utiliza el ejemplo del buen ladrón en la crucifixión de Jesús para ilustrar cómo incluso la vida más fracasada puede transformarse en un logro con la esperanza del Reino y la misericordia de Dios. Porque en cualquier momento Dios puede traer la salvación y la renovación a aquellos que confían en su misericordia.

La Importancia del perdón en un mundo sin Dios

Jacques Philippe nos presenta cómo vivir en un mundo sin Dios y sin misericordia puede llevar a una angustia y dureza generalizadas en las relaciones humanas. Destaca cómo la falta de Fe obstaculiza el perdón, ya que se percibe el mal recibido como irremediable.

Analiza como la Fe en la misericordia de Dios es fundamental para hacer posible el perdón, ya que brinda la esperanza de sanación y salvación tanto para el mal que se ha hecho como para el mal sufrido. Y nos advierte sobre el riesgo de endurecernos contra los demás cuando eliminamos a Dios de la ecuación, lo que puede dar lugar a la ira y la falta de paz interior. 

Una vida lograda no se define por posesiones materiales, sino por glorificar la misericordia y el amor de Dios, lo que siempre es posible con fe en Su poder transformador.

La autoaceptación a la luz de la Fe

Uno de los desafíos más significativos del mundo actual es la dificultad para aceptarnos a nosotros mismos. Philippe destaca que la mirada amorosa de Dios hacia nosotros es fundamental para nuestra autoaceptación. Al abrazar nuestra fragilidad y aceptar Su amor, encontramos una libertad para amarnos a nosotros mismos y a los demás.

Jacques Philippe nos recuerda que, en medio de las luchas internas del mundo moderno, la presencia de Dios y Su amor misericordioso son nuestro mayor consuelo y esperanza. Al acoger a Dios en nuestros corazones, encontramos la confianza y la alegría que provienen de Su amor eterno.

Con estas palabras, Jacques Philippe nos brinda una luz de esperanza en tiempos de incertidumbre, recordándonos que, incluso en los momentos más oscuros, Dios está presente y Su amor e infinita misericordia nunca nos abandona.

Mujer en la Iglesia, experiencias y perspectivas de Franca Ovadje y Janeth Chávez

En la intersección entre la fe, el compromiso social y el empoderamiento femenino, surge un diálogo vital sobre el papel de la mujer en la Iglesia. En este contexto, invitamos al Foro Omnes-Fundación CARF sobre la Mujer en la Iglesia a dos mujeres destacadas, la economista nigeriana Franca Ovadje y Janeth Chávez, mujeres que brillan como ejemplos inspiradores de liderazgo y acción.

Franca, originaria de Nigeria y galardonada con el Premio Harambee en 2022, destaca como fundadora del Instituto Danne de Investigación. Por otro lado, Janeth, directora de Grupos Magnífica, dedica su energía a educar y fortalecer la identidad de la mujer a través de la fe y el estudio.

Franca Ovadje y sus proyectos innovadores para fortalecer a la mujer en la sociedad

Franca Ovadje, ha llevado a cabo un trabajo notable en el ámbito de la mujer en la Iglesia, destacando la importancia del compromiso y la influencia femenina en la sociedad contemporánea. En el seminario La mujer en la Iglesia: trabajo, compromiso e influencia, Franca compartió su inspiradora historia y su compromiso con el empoderamiento de las mujeres en Nigeria. Su trabajo continúa impactando positivamente a comunidades tanto locales como globales.

Desde su propia experiencia personal, Franca resalta la influencia que la fe y la educación recibida en un hogar católico ejercieron en su vida. Criada en un entorno donde la doctrina social de la Iglesia era palpable a través del ejemplo de sus padres, Franca aprendió desde joven el valor del servicio y la solidaridad con los demás. Esta sólida formación, sentó las bases para su futura labor en la promoción de la justicia social y el fortalecimiento de las mujeres.

Los proyectos de Ovadje transforman y fortalecen a la mujer en Nigeria

Uno de los proyectos emblemáticos de Franca es el Proyecto Tech Power, una iniciativa dirigida a fomentar el interés y la participación de las niñas en el campo de la tecnología y la ingeniería. Al reconocer la brecha de género en el ámbito tecnológico en Nigeria, Franca se propone desafiar los estereotipos de género y proporcionar oportunidades para que las jóvenes adquieran habilidades relevantes para el futuro. A través de este proyecto, Ovadje no solo busca reducir la brecha digital de género, sino también cultivar liderazgo y valores éticos en las participantes.

Otro programa significativo es Always a Brides, que aborda los desafíos que enfrentan las mujeres casadas en la sociedad nigeriana contemporánea. Franca reconoce la importancia de fortalecer los vínculos familiares y de promover relaciones matrimoniales saludables. Este programa ofrece una orientación práctica y apoyo emocional para crear matrimonios y hogares felices y estables.

Además, Franca está comprometida con la educación y el empoderamiento de las mujeres a través del programa de Alfabetización para Mujeres Jóvenes. Consciente de la importancia de la educación en el desarrollo personal y social, esta iniciativa busca proporcionar habilidades básicas de lectura y escritura, así como promover la conciencia social y el liderazgo entre las participantes.

En cada uno de sus proyectos, Franca Ovadje demuestra un compromiso inquebrantable con los valores cristianos y la doctrina social de la Iglesia. Su enfoque integral hacia el fortalecimiento de las mujeres abarca aspectos educativos, profesionales y personales, con el objetivo final de promover la dignidad y el bienestar de todas las mujeres. A través de su trabajo, no solo desafía las injusticias sociales y económicas, sino que también inspira a otras mujeres a encontrar su voz y su poder para el cambio en las comunidades nigerianas y más allá.

Janeth Chávez y el compromiso de Magnífica en la formación integral de la mujer

Janeth Chávez, directora de Grupos Magnífica, voz inspiradora en la promoción del papel de la mujer en la Iglesia, ofrece una plataforma educativa que busca fortalecer la identidad y la dignidad femenina a través del estudio y la oración.

En su intervención, Janeth enfatizó la importancia de la formación en la fe como herramienta fundamental para el crecimiento espiritual y la comprensión de la identidad cristiana. A través de Magnífica, ofrece la oportunidad de estudiar los documentos del magisterio y los escritos de los santos a mujeres de todo el mundo y proporciona una base sólida para el desarrollo de su vida interior y su relación con Dios.

Janeth hace una llamada a las mujeres para que se unan en grupos de estudio y oración; enfatiza la importancia del acompañamiento y de la comunión en el camino de la fe. Destaca la necesidad de crear espacios donde las mujeres puedan compartir, aprender y crecer juntas, y recuerda el poder transformador del encuentro y la escucha auténtica.

A través de la enseñanza de la verdad sobre la dignidad y la naturaleza de la mujer, Chávez busca fortalecer a las mujeres para que abracen su identidad como hijas amadas de Dios. Inspirada en las enseñanzas de los papas y de los santos, promueve una comprensión más profunda de las cualidades únicas de la feminidad, e invita a las mujeres a vivir auténticamente su vocación en el mundo.

Janeth anima a las mujeres a cultivar una vida activa de oración pues, solo a través de una relación personal con Dios, pueden descubrir plenamente su vocación y su dignidad como mujeres. Remarca la importancia de salir de uno mismo y de servir al prójimo con autenticidad y generosidad, siguiendo el ejemplo de Jesús como modelo de amor y servicio.

En resumen, Janeth Chávez y Magnífica ofrecen un valioso recurso para las mujeres que buscan crecer en su fe, descubrir su verdadera identidad y vivir plenamente su vocación como hijas de Dios en la Iglesia y en el mundo. Su enfoque en la educación, el acompañamiento y la formación en la fe refleja un compromiso sincero con el empoderamiento y el bienestar espiritual de las mujeres en la sociedad contemporánea.

Franca Ovadje y Janeth Chávez nos ofrecen una visión profunda y reflexiva sobre el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad contemporánea. A través de sus experiencias, proyectos innovadores y compromiso inquebrantable, nos recuerdan la importancia de promover la dignidad, el empoderamiento y la formación integral de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Su ejemplo inspirador nos invita a continuar trabajando para construir una Iglesia, donde cada mujer pueda florecer plenamente en su identidad y vocación.