En la Nochebuena de 1986 Andreas Widmer hacía su primer servicio estrenándose como Guardia Suizo al servicio del Papa Juan Pablo II, su jefe.
El primer encuentro entre los dos se produjo cuando San Juan Pablo II salía por la puerta de su apartamento papal y se dirigía a celebrar la misa de medianoche. ¡Quién le iba a decir al joven Widmer que Karol Wojtyla iba en ese primer momento a causar una impresión indeleble en su persona!
Fue esa gran capacidad del pontífice de estar en lo que hacía lo que hizo que éste se diera cuenta de las circunstancias personales por las que atravesaba el joven y novato guardia suizo. Circunstancias que le causaban desasosiego, hasta que San Juan Pablo II inició la conversación.
Widmer era joven, añoraba su familia en plena vigilia de Navidad y se sentía un poco deprimido y falto de seguridad. No había comentado esta sensación con nadie.
Juan Pablo II se le acercó y le dijo: “¡Está claro que ésta es tu primera Navidad fuera de casa! Valoro mucho el sacrificio que haces por la Iglesia. Voy a rezar por ti esta noche en la misa”. Ninguno de entre sus colegas y amigos había notado esa noche la angustia que le embargaba.
Tuvo que ser el líder de mil doscientos millones de católicos el que se diera cuenta, y le diera una lección del liderazgo de aquél que está dispuesto a servir.
Y a mantener la vista alzada y puesta en la distancia. “Juan Pablo siempre tenía la perspectiva de mi vida completa cuando me hablaba. Estoy convencido de que esto es una consecuencia natural de su dedicación durante largos años a la universidad como capellán.
En una ocasión se detuvo a hablar conmigo. Quiso saber cómo me iba y si me gustaba mucho o poco ser guardia suizo. Le hablé de mis ocupaciones y preocupaciones, todas ellas centradas en el corto plazo.
Él me ayudó a pasar de una visión a corto plazo a la visión a largo plazo para el resto de mi vida”. Según Widmer el pontífice siempre le empujaba a alcanzar metas más altas y a no quedarse instalado en la mediocridad. “Me empujaba a pensar en grande”.
“Cada vez que hablaba con Juan Pablo, incluso cuando solamente me pasaba para saludarlo, me hacía sentir como si yo fuera la razón por la que se había levantado esa mañana”.
Volvamos al primer encuentro de Widmer con su nuevo jefe en esa vigilia de Navidad. Widmer admite que se sentía triste y decidido a dejar el servicio. Pensaba en ese momento que había cometido un tremendo error apuntándose al cuerpo de la Guardia Suiza.
Cuando el papa salió de su apartamento, podría haber simplemente pasado de largo. “Pero no pasó solamente. Se paró y se dio cuenta de que estaba turbado y del motivo real de mis circunstancias. Tenía la fina habilidad de notar las cosas en el preciso momento, de captar el verdadero sentimiento de la gente con la que se cruzaba”.
Juan Pablo hacía sentir especial a la gente porque estaba presente. Éste es un rasgo común en un líder que inspira a personas.
"Las personas que me cuentan que trabajan para líderes que les inspiran casi siempre comentan que su jefe les hace sentir como si fueran la persona más importante en ese momento en esa habitación y que su jefe se preocupa genuinamente de su bienestar".
En la imagen Andreas Widmer saluda al entonces Papa Juan Pablo II
“Juan Pablo tenía más fe en mí que yo mismo”, decía Widmer. “Eso aumentaba mi autoestima y me permitía conseguir más de lo que yo hubiera pensado que era posible. Creyó en mí antes que yo mismo”.
Los líderes que inspiran creen en la gente, a menudo incluso más que ellos mismos y con más fuerza. Tenemos el ejemplo de millones de jóvenes en todo el mundo cuya autoestima creció porque Juan Pablo II les inspiro al creer en su potencial y les dejo el mensaje "No tengáis miedo"
Según cuenta Widmer “Juan Pablo II hablaba del trabajo no como si se tratara de una carga sino como de una oportunidad para llegar a ser aquello a lo que estamos llamados. Creía firmemente que es el trabajo lo que nos hace realmente humanos”.
Juan Pablo creía que cuando trabajamos no solamente “hacemos más”; en su carta encíclica Laborem Exercens el papa escribió: “El trabajo es una dimensión fundamental de la existencia del Hombre sobre la tierra.”
Juan Pablo II celebraba el fenómeno de ser emprendedor porque crear algo a partir de la nada es un aspecto fundamental de toda espiritualidad.
"Al igual que los que creen tienen Fe en su Creador, así también el emprendedor debe tener Fe en su visión, Fe en la capacidad del equipo de ejecutar la visión, y Fe en que aquello que se proponen llevar a término está intensamente conectado a algo mayor que ellos mismos".
Juan Pablo II convenció a Widmer que el fenómeno emprendedor era un camino grandioso sobre el que construir su vida, camino en el que podía utilizar sus dones, talentos e ideas para desplegar plenamente su potencial y así participar en la obra de la creación.