Nací en Córdoba (Argentina). Hasta los 16 años era una chica como tantas otras, sin ningún interés por las cosas de Dios o por las cosas de la religión. Como tantos, me acordaba de Él solo cuando tenía problemas o dificultades. Pero tuve la gracia de tener unos padres muy religiosos que me enseñaron lo que es el respeto, el sacrificio y sobre todo quién es Dios.
Por distintas circunstancias de la vida, tuvimos que ir a vivir a otro lugar, donde comencé a asistir a un colegio donde algunos chicos estudiaban también en el seminario menor. Me impresionó mucho ver a jóvenes de mi edad entregando su vida a Dios, en especial uno de mis compañeros que ahora es sacerdote.
Esto hizo que me preguntara sobre qué debía hacer yo en mi vida, y me di cuenta que quería seguir el mismo camino. Un retiro ratificó mi decisión. Pero, ¿a dónde ir?, ¿dónde servir al Señor? Una cosa tenía clara: quería ayudar a la gente pobre.
Visité tres congregaciones y conocí a las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima gracias a una amiga. Fui a hacer una experiencia, donde escuché una frase que me impresionó muchísimo de nuestro padre fundador: “No les ofrezco una vida cómoda pero sí feliz, feliz, feliz”. Ya no me quedaban más dudas, aquí quería servir al Señor. Terminada la Secundaria, el día que ingresé en el convento, atravesando la puerta de la clausura le dije al Señor: “Para siempre”, y por mi perseverancia rezo cada día al Señor.
Nuestro Fundador es el Obispo Monseñor Federico Kaiser. El llegó al Perú en 1939, y en 1957 fue nombrado Ordinario de la nueva Prelatura de Caravelí. Fundó la Congregación al ver el vasto territorio que debía atender y la escasez de sacerdotes que había.
Ahora pertenezco a la Congregación de Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, que tiene como carisma trabajar en lugares abandonados, alejados y pobres que carecen de sacerdotes residentes. Nosotras vamos a estos lugares y compartimos el abandono con nuestra gente acompañándolos espiritualmente.
Los preparamos por medio de una adecuada catequesis, para que un sacerdote los visite una o dos veces al año y puedan acercarse a los sacramentos bien preparados. Por vivir en zonas de difícil acceso, donde es imposible participar de la Santa Misa todos los días, celebramos una paraliturgia para explicar el evangelio y administramos el sacramento de la Eucaristía a los fieles que han podido confesarse.
La madre María Rocío (María del Valle Roco) pertenece a la Congregación de Derecho Pontificio de Misioneras de Jesús Verbo y Víctima. Su carisma es trabajar en lugares abandonados, alejados y pobres que carecen de sacerdotes residentes.
Por nuestra formación y vocación, tenemos permiso de la Santa Sede para administrar el sacramento del Bautismo, asistir a matrimonios, ayudar a nuestros feligreses al buen morir. También dirigimos entierros, enseñamos las verdades religiosas y les ayudamos según nuestras posibilidades, en sus necesidades temporales.
Después de haber hecho toda la etapa de formación, donde nuestros estudios abarcan un periodo de 6 o 7 años, estaba lista para ir a las misiones. Mi primer centro misional fue “La Candelaria”, en Santiago del Estero, una de las zonas más pobres de Argentina.
Para poder llegar a nuestros pueblitos, las religiosas utilizamos todos los medios de transporte disponibles. Por eso, aparte de llegar a pie o camioneta, vamos a caballo, en sulcki, bicicleta, etc.
Una de las experiencias más hermosas que he tenido es la de pedalear 20 o 25 kilómetros, por esos caminos arenosos y silenciosos de Santiago llevando el Santísimo. La naturaleza se siente en toda su expresión y podemos meditar la bondad y misericordia del Señor que a veces se vale de instrumentos tan indignos como nosotros para llevar la Buena Nueva de la Salvación.
Al llegar a nuestras comunidades, la gente nos espera para la catequesis, la celebración de la Palabra y la recreación. Cuando vamos, para ellos es una fiesta porque “las madrecitas”, como nos llaman, van a visitarlos.
En este lugar trabajé tres años, siendo después trasladada a un centro de misiones en Perú. Pasé de trabajar en la llanura argentina con una temperatura de más de 50 °C, a la altura de 3.500 a 5.000 metros sobre el nivel del mar, con el frío característico de la sierra peruana.
Realidades muy distintas unas de otras, pero para mí siempre muy hermosas, porque la vida misionera me encanta. Caminar por esos lugares tan inhóspitos, dónde también hay almas que tienen hambre de Dios, llevando la alegría del Evangelio, a pesar del frío, de la distancia o de las dificultades es una experiencia que no la comparo con nada.
Como dice el Papa Francisco: “Ser pastores con olor a oveja”, creo que lo cumplimos, porque nosotras como misioneras, vamos a lugares muy difíciles geográficamente, pero no imposibles, porque sabemos que el Señor siempre está con nosotras.
Nuestro Fundador siempre nos decía que, para enseñar a nuestra gente sencilla, debemos saber mucho, muchísimo, porque debemos transmitir las grandes verdades de la Fe de una forma accesible y comprensible para todos.
Por este motivo, aparte de los estudios propios de nuestra preparación, algunas de nosotras tenemos la gracia y oportunidad de formarnos aquí en Roma, corazón de la cristiandad, para después ser profesoras de nuestras hermanas.
Por el prestigio y enseñanza de calidad que tiene la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, muchas nos hemos formado aquí, donde no solo se recibe preparación intelectual, sino que además contiene muchos elementos importantes para nuestra formación religiosa: lugares para rezar, celebración de la Santa Misa y la ayuda y comprensión de cada uno de los profesores que dictan los cursos.
La Congregación de Misioneras de Jesús Verbo y Víctima preparan a los fieles que viven en lugares abandonados por medio de una adecuada catequesis, para que un sacerdote los visite una o dos veces al año y puedan acercarse a los sacramentos bien preparados. Por vivir en zonas de difícil acceso, donde es imposible participar de la Santa Misa todos los días, celebran una paraliturgia en la cual explican el evangelio y administran el sacramento de la Eucaristía, a los fieles que han podido confesarse.
Lo que más me impresiona es el clima de familia que se respira en la Universidad de la Santa Cruz, a pesar de que los estudiantes somos de naciones tan distintas. Cada uno es importante, y cada profesor da de su tiempo para aclarar todas nuestras dudas y solucionar nuestras dificultades.
Estoy estudiando la Licenciatura de Comunicación Social e Institucional, ya que las redes sociales son también un lugar que necesita ser evangelizado, y necesita de Dios. También podré, algún día, ayudar a mi Congregación en la transmisión de su misión y labor pastoral dentro de la Iglesia.
La Santa Madre Iglesia, a quien nuestro fundador nos enseñó a amar con un cariño y fidelidad entrañables, es tan universal, tan maternal y siempre actual, que busca estar presente en cada rincón del planeta.
La Iglesia es tan rica en carismas que nosotras, religiosas, como cuerpo místico de Cristo que somos, podemos ayudar en la evangelización y transmisión de la fe, cada una en su puesto, ya sea a través de la oración, de la misión, del acompañamiento espiritual, de la ayuda de los más necesitados, etc.
No buscamos el aplauso ni la admiración de las personas o del mundo, sino que todo lo hacemos para mayor gloria de Dios y salvación de las almas, quedando con esto satisfechos todos nuestros anhelos, donde procuramos hacer del mejor modo posible aquello que es la Voluntad de Dios. Soy feliz de haber sido elegida por Dios para ayudar a los más necesitados, y por mi vocación misionera acercar a Dios a tantas almas que necesitan de Él.
La mujer en la Iglesia, también como laica, tiene un papel fundamental, porque ella como esposa, como madre, como hija y sobre todo como mujer tiene la misión importantísima de ser el corazón y alma de la familia, ella da valor, fortaleza, ánimo y alegría, y esto tiene un valor inapreciable.
Lo importante es que se comprenda, que su vocación debe tender hacia la santidad de vida porque será allí donde su misión fructificará aún más. Esta debe ser la verdadera reivindicación de la mujer: ser santa.
Infinitamente agradecida por el apoyo de todos aquellos que hacen posible que también nosotras religiosas podamos acceder a nuestra formación intelectual, para después desbordarlo en nuestra vida misionera. Al ser nosotras religiosas de bajos recursos y de trabajar entre la gente pobre, nos cuesta no pocos sacrificios. Pero sabemos que vale la pena, porque nos formamos para después formar. Teniéndolos presentes siempre en mis oraciones.
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado de la Universidad de la Santa Cruz de Roma.