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21 agosto, 20

Santa Isabel, infanta de Aragón y reina de Portugal: la luz de una santidad amable

En la iglesia del zaragozano Real Seminario de San Carlos predominan las imágenes de santos aragoneses o relacionados con la Compañía de Jesús, pues fueron labrados por escultores jesuitas para un templo que es una apoteosis del Barroco. Una de las santas representadas es una zaragozana que se ganó el corazón del pueblo portugués: la reina santa Isabel, hija y nieta de Jaime I y Pedro III de Aragón, y casada con el rey don Dionís de Portugal.

Aunque las Cortes de Aragón la declararon patrona del reino en 1678, es Zaragoza la que acumula más recuerdos y referencias a esta santa, nacida en el palacio de la Aljafería hacia 1270. A diferencia de otros santos aragoneses, no tiene dedicada una capilla en El Pilar o la Seo, pero la monumental iglesia barroca de la plaza del Justicia está bajo su advocación. También lleva su nombre una de las calles que saliendo de dicha plaza desemboca en una de las arterias más transitadas de Zaragoza: la calle Alfonso.

Santa Isabel

La iconografía de aquella infanta de Aragón y reina de Portugal se centra principalmente en su caridad heroica, dirigida principalmente a los pobres y los enfermos. La imagen de san Carlos la representa con corona real y manto púrpura, un manto que sujeta con ambas manos y está lleno de rosas.

El rostro, de una tonalidad entre blanquecina y sonrosada, es una muestra de la expresividad barroca, una combinación armoniosa entre lo sublime y lo sencillo. “Delicadeza” es el término que mejor podría definir la imagen. Su contemplación llevará a algunos a disquisiciones sobre dónde empieza la historia y termina la leyenda, pues el repertorio hagiográfico es pródigo en ejemplos de reinas y princesas caritativas que, interrogadas por sus padres o maridos sobre el contenido de los pliegues de sus mantos, enseñan rosas en vez de las monedas o los alimentos destinados a los pobres.

A esto habría que objetar que ninguna leyenda puede poner en duda los testimonios sobre la caridad de Isabel, expresión de su fe en la identificación de los enfermos con Cristo. Una santa que, como otras, fue una verdadera madre de misericordia.

Espinas y rosas

Unos cincuenta años antes de Cristo, el libro de la Sabiduría (1, 8) mostraba el retrato de una época en la que la felicidad pasaba por coronarse de rosas antes de que quedaran marchitas. Pero las rosas siempre tienen espinas y también, por supuesto, la propia vida.

Esas espinas no se le escatimaron a la dulce, bondadosa e inteligente reina Isabel. Su manto desplegado de rosas es una imagen de su propia vida. Advirtamos, no obstante, que el manto muestra las rosas, y no las espinas.

Y es que el cristiano no oculta la realidad de la vida sino que le da una nueva sintonía: la sobrenatural, pues la auténtica vida del cristiano es la de la identificación con Cristo.

La devoción a los santos se ilumina desde la consideración de que son otros Cristos. Sin santos, el cristianismo se hace más inaccesible. Quitemos los santos y los profetas, y sólo nos quedará el Dios espectador e inmóvil de los filósofos.

santa isabel 1

Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países. Es patrona de los territorios en guerra.

Santa Isabel: luz de una santidad amable

Un santo aragonés del siglo XX, san Josemaría Escrivá, se refirió a una vez a la reina santa  en estos términos: “Esa amable santidad de una infanta de Aragón, la reina Isabel de Portugal, cuyo paso por el mundo fue como una luminosa siembra de paz entre los hombres y los pueblos”.

No cabe un prodigio mayor de síntesis en estas elogiosas palabras. Frente a una “santidad” rigorista y antipática, tenemos aquí un ejemplo de naturalidad, una demostración de que la santidad también puede habitar en los palacios y moverse con soltura en banquetes, audiencias y visitas. En la feria de las intrigas y las mezquindades, la santidad resulta posible si se mueve al compás de la presencia de Dios. Esa presencia se alimentaba en la piedad de Isabel, en el rezo de los salmos y en la misa diaria. De ahí salía la fortaleza de alguien que, a semejanza de la Esther bíblica, bien habría podido decir: “Mi Señor y Dios,  no tengo otro defensor que Tú” (Est 4, 17).

Su esposo, el rey don Dionís, parecía con frecuencia estar más interesado en las galanterías de los trovadores que en los asuntos del gobierno. Sus continuas infidelidades eran del dominio público, pero Isabel callaba y solía  cambiar de conversación o se recogía en la capilla de palacio cuando las lenguas desatadas de los cortesanos pretendían atormentarla con las últimas noticias de la “vida galante” de su esposo.

Sufría también la reina con el odio acumulado de su hijo Alfonso hacia su padre, pues éste daba muestras de preferencia hacia sus hermanos bastardos. La reina acudiría  a un llano, cerca de Lisboa, para evitar el choque entre los ejércitos de su esposo y su hijo, y aunque consiguió evitarlo, sería recluida por orden real tras los muros de la fortaleza de Alenquer, por la injusta sospecha de que ella misma había fomentado la rebelión de Alfonso. Saldrá de allí, no obstante, para asistir a don Dionís en su lecho de muerte en 1325.

Será entonces cuando el propio rey recordó a Alfonso que la reina era dos veces su madre, pues le dio la vida entre lágrimas y oraciones. Isabel iría al encuentro de Dios en 1336 en Estremoz, en medio del calor y las fatigas del ardiente verano del Alentejo, cuando se dirigía a interponerse entre los ejércitos enfrentados de dos Alfonsos: su hijo, Alfonso IV de Portugal, y su nieto, Alfonso XI de Castilla.

Santa Isabel: reina caritativa

Fue también la pacificadora, pues las bienaventuranzas nos muestran el retrato de los imitadores de Cristo, y llaman hijos de Dios a los que trabajan por la paz (Mt 5,9).

Sólo quien se llena de Dios, tiene paz y está en condiciones de transmitirla. La paz suele venir también de esa santidad amable, aunque muchas veces sea incomprendida, que ve en los demás a otros hijos de Dios.

Antonio R. Rubio Plo
Licenciado en Historia y en Derecho
Escritor y analista internacional
@blogculturayfe / @arubioplo

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