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San Lucas, escritor del tercer Evangelio

18/10/2025

san lucas evangelista y médico

San Lucas es considerado el patrono de los médicos, cirujanos y de los pintores, entre otras profesiones. Fue médico y evangelista del tercer Evangelio, en el siglo I, compañero de san Pablo, que escribió también los Hechos de los Apóstoles. Nació en Antioquía y procedía de origen gentil, no del pueblo judío.

San Lucas nació en Antioquía. Su origen era gentil, probablemente griego, y se dedicaba a la medicina. Después de convertirse al cristianismo hacia el año 40, acompañó a san Pablo en su segundo viaje apostólico y pasó junto a él la última parte de la vida del apóstol en el momento de su cautividad en Roma. Es el autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles.

Hay figuras que, sin haber conocido directamente a Jesús, lograron transmitir en su relato sobre la vida del Señor una viveza y ternura especiales. Uno de esos hombres fue san Lucas, el médico amado por san Pablo y el cronista que más detalló la infancia de Jesús de entre todos los evangelistas. Se trata del que mejor nos ha mostrado esa época de la vida del Señor.

San Lucas ofrece detalles que ayudan a considerar la humanidad de Jesucristo y la normalidad de la vida de la Sagrada Familia: cómo Nuestro Señor fue envuelto en pañales y recostado en un pesebre, la purificación de María y la presentación del Niño en el templo, la pérdida de Jesús en Jerusalén… Probablemente cualquier familia de la época vivió situaciones similares. Y seguramente fue Nuestra Madre la Virgen María quien se lo contó de primera mano.

Presentar la verdad

No fue un apóstol de la primera hora, no; su vocación fue la misma que la de cualquier cristiano, pero fue una llamada a investigar, a ordenar y a presentar la Verdad con la precisión de un galeno y el alma de un artista.

Desde muy antiguo san Lucas recibió el título de pintor de la Virgen. Porque es el evangelista que traza más claramente la figura de María como modelo de correspondencia a Dios. De ella subraya que es la llena de gracia, concibe por obra del Espíritu Santo, será bendecida por todas las generaciones…

Giorgio vasari san luca ritrae la vergine oratorio di san luca annunziata
Giorgio Vasari como san Lucas pintando a la Virgen, 1565. El toro, símbolo del evangelista en el tetramorfos.

Al mismo tiempo, expresa que ella responde con fidelidad y agradecimiento a todas esas gracias divinas: recibe con humildad el anuncio del ángel, se entrega a los planes divinos, observa las costumbres de su pueblo…

Su historia no comienza con una pesca milagrosa ni con una llamada directa a orillas del mar. San Lucas era un hombre culto, instruido en la ciencia de Hipócrates, un gentil cuya mente estaba entrenada para observar en detalle y contrastar. Esa mirada atenta le permitió acercarse con precisión y claridad a la vida y figura de carpintero de Nazaret. Su evangelio es, en cierto modo, una detallada historia de la salvación del nacimiento a la muerte, resurrección, ascensión y aparición a distintos grupos de discípulos y los apóstoles.

El médico amado

La Providencia teje hilos de manera insospechada. El camino de Lucas se cruzó con el de Saulo de Tarso, el perseguidor convertido en Pablo, apóstol de los gentiles. En los Hechos de los Apóstoles, la segunda parte de su obra, donde el propio Lucas, con humildad utiliza el pronombre "nosotros", se incluye en la aventura misionera de san Pablo. Se convirtió en su compañero inseparable, confidente y, como lo llama el propio Pablo en la carta a los Colosenses, 'el médico amado'"' (Col 4, 14).

Es fácil imaginar a estos dos grandes santos conversando en las largas travesías por el Mediterráneo o en las noches de prisión. Pablo, apóstol apasionado; Lucas, el observador metódico. Quizá de esos diálogos, de ese compartir la fe y la misión, o quizá por invitación de san Pablo, nacería la convicción en san Lucas de poner por escrito, y de forma ordenada, todo lo que había sucedido.

san lucas evangelista y médico

Testigos oculares

No se conformó con lo que había oído; como buen investigador, «me pareció también a mí, después de haberme informado con exactitud de todo desde los comienzos, escribírtelo de forma ordenada, distinguido Teófilo» (Lc 1, 3), entrevistando a los testigos oculares, a aquellos que sí habían visto, oído y tocado al Verbo hecho carne.

Según una antiquísima tradición, ¿quién mejor para contarle los misterios de la infancia de Jesús que la propia Virgen María? Su Evangelio es el más mariano, el que nos regala el Magníficat, el que nos permite asomarnos al Corazón Inmaculado de la Nuestra Madre María.

Pintura renacentista de Giorgio Vasari donde San Lucas, sentado frente a un caballete, pinta un retrato de la Virgen María y el Niño Jesús, quienes posan para él rodeados de querubines.
San Lucas pintando a la Virgen, fresco de Giorgio Vasari (1565).

A Dios a través de las letras

Se desconoce la forma en que san Lucas murió y se presentó ante el Juicio de Dios. Algunas fuentes señalan que pudo ser martirizado, pero otras tradiciones señalan que murió a los 84 años, tras un trabajo paciente, meticuloso e inspirado por Dios.

Su obra: el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, dos libros, una sola historia: la historia del amor de Dios que se hace hombre y que continúa vivo y actúa en su Iglesia por la fuerza del Espíritu Santo. Y con san Lucas como fiel compañero de san Pablo, en sus viajes misioneros, documentó los inicios de la Iglesia.

El Evangelio de la Misericordia

Si hubiera que definir el tercer Evangelio con una sola palabra, sería misericordia. Lucas presenta a un Jesús que se acerca constantemente a curar la fragilidad humana. Es la parábola del buen samaritano, de la oveja perdida, del hijo pródigo...

Es el evangelio que nos muestra a un Dios que no se cansa de perdonar, que corre a abrazar al pecador arrepentido y que celebra una fiesta en el cielo por cada conversión. Como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 125, «los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador». La obra de Lucas es un testimonio elocuente de esta verdad.

Su pluma, guiada por el Espíritu Santo, no solo sacó de dudas a su destinatario, el ilustre Teófilo, sino que ha seguido acercando a las almas a lo largo de veinte siglos, recordándonos que la santidad no es la ausencia de dolores, sino el dejarse acompañar por el Médico divino, Cristo.

El cronista de la primera cristiandad

En los Hechos de los Apóstoles, Lucas pone el foco en la Iglesia naciente, pero el protagonista sigue siendo el mismo: el Espíritu Santo. Narra con detalle y emoción la aventura de los primeros cristianos, las persecuciones, los viajes de Pablo, los milagros y, sobre todo, la irrefrenable difusión de la Buena Nueva. Nos enseña que la vocación cristiana empieza con un encuentro personal con Cristo que impulsa a llevar adelante la misión: testigos hasta los confines de la tierra.

san lucas evangelista y médico

La obra de san Lucas es, en definitiva, un canto a la fidelidad de Dios y a la grandeza de la vocación humana. Un médico de Antioquía, un hombre que no conoció personalmente a Jesús, se convirtió, por la gracia de Dios y su diligente trabajo, en uno de sus más fieles retratistas, legándonos un evangelio que es un bálsamo para el alma y una hoja de ruta para la Iglesia de todos los tiempos.

Los cristianos en los Hechos de los apóstoles

Como nos muestra el papa Francisco en una catequesis de 2019 «en los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos muestra a la Iglesia de Jerusalén como el paradigma de toda comunidad cristiana. Los cristianos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, hacían memoria del Señor a través de la fracción del pan, es decir, de la Eucaristía, y dialogaban con Dios en la oración.

Los creyentes vivían todos unidos, conscientes del vínculo que los une entre sí como hermanos en Cristo, sintiéndose especialmente llamados a compartir con todos los bienes espirituales y materiales, según la necesidad de cada uno. Así, compartiendo la Palabra de Dios y también el pan, la Iglesia se convierte en fermento de un mundo nuevo, en el que florece la justicia, la solidaridad y la compasión.

El libro de los Hechos añade que los discípulos acudían a diario al templo, partían el pan en las casas y alababan a Dios. En efecto, la liturgia no es un aspecto más de la Iglesia, sino la expresión de su esencia, el lugar donde nos encontramos con el Resucitado y experimentamos su amor».


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