«En mi adolescencia y primeros años de juventud, muchas personas me invitaban a participar en algún grupo juvenil o de adoración, y mi respuesta siempre era la misma: muchas gracias, pero no. En esos momentos de mi vida no veía todo lo bueno que Dios me ofrecía».
Ahora con 33 años es seminarista, de la diócesis de Tabasco (México), y estudia en la Universidad de Navarra y reside y se forma en el Seminarul internațional Bidasoa (Pamplona). Es consciente de que es necesaria una buena formación para poder evangelizar en una sociedad post moderna del siglo XXI, y sobre todo en México, un país de fuertes raíces católicas donde el protestantismo también está copando espacios.
«Unas de las principales necesidades de evangelización, no solo de mi diócesis sino de todo el país, es cómo evangelizar ante los múltiples grupos protestantes que van creciendo».
Según su experiencia, es necesario empezar por las familias, catequizando y dando a conocer la belleza de la palabra de Dios. «Para conseguir esto, las parroquias deben fomentar más el espíritu misionero en las propias comunidades (que es algo que se realiza) pero se debe impulsar mucho más, y así, junto con la participación de toda la comunidad, acercar a Dios a aquellos que aún no lo conocen o que incluso se han alejado».
Ante la proliferación de grupos protestantes o anticlericales, este seminarista está convencido del poder que desprende el que cada católico sea testigo de la fe católica, y como sugiere, empezando por las familias.
«Las familias son las iglesias domesticas en donde se inicia el cultivo de la fe, así como también aquellos valores, virtudes, enseñanzas y costumbres que poco a poco moldearán el carácter y personalidad de cada uno de sus integrantes».
Jesús está convencido de que, si en cada familia se vive la fe católica, su testimonio dará respuesta a aquellos grupos anticlericales que buscan atacar a la Iglesia. «No se trata de una guerra entre la fe católica y sectas protestantes, pero como católicos tenemos una gran responsabilidad, e iluminados por la luz de la fe, debemos adquirir la mejor preparación para enfrentarnos a los nuevos desafíos de esta época».
Este seminarista, que quiere ser sacerdote, transmite su propia experiencia de lo que aprendió en su familia. Es el pequeño de tres hermanos y ha crecido con el apoyo de su familia, un factor fundamental para ser la persona que ahora es, siempre de la mano de Dios en cada proyecto de su vida.
«Los buenos momentos de mi infancia están llenos de la unión entre hermanos, jugando, divirtiéndonos, protegiéndonos los unos a los otros. Algo bueno de mi infancia es que desde pequeño he sido una persona constante en mis estudios, lo cual siempre me inculcaron mis padres, algo que me ha caracterizado toda mi vida».
También recuerda que la adolescencia fue una de las mejores etapas de su vida por el hecho de que empezó a crecer y madurar en su personalidad. «Lo bueno de mi adolescencia es que fui definiendo mi forma de ser, sabía distinguir lo bueno de lo malo y sobre todo la confianza que mis padres tenían en mí y mis hermanos. Agradezco a mis padres que siempre me dieron una educación basada en valores, creando en mis hermanos y en mí, el sentido de la responsabilidad, dedicación y esfuerzo en todas nuestras actividades» comenta este seminarista.
Sus padres le apoyaron en el momento más importante de su vida: el ingreso en el seminario con treinta años, después de cursar una carrera profesional y tener un trabajo estable, confiando siempre en la voluntad de Dios, «llamándome a ir más allá de mis capacidades para devolver a Dios, de manera generosa, todo aquello que Él me había dado a lo largo de mi vida».
El sueño de este seminarista es evangelizar a los jóvenes de México. «Hay algo que me llama mucho la atención y es que la juventud en México, a pesar de los cambios que se han producido en los últimos años, es una juventud que tiene voz y se hace escuchar, es una juventud en donde se ve claramente que cuando hay unión y todos conectan hacia un mismo interés logran alcanzar las metas que se proponen, es una juventud en donde hay mucha esperanza sobre todo en estos tiempos de modernidad”.
În opinia sa, lo que se necesita para que los jóvenes se acerquen a la fe católica es darles y permitirles más participación en las parroquias, no excluirlos de los servicios litúrgicos porque es de gran importancia hacerles sentir parte de la iglesia, integrándolos en las actividades para generar en ellos actitudes de amor y responsabilidad no solo al servicio que estén prestando, sino a Dios.
«No obstante, las familias son fundamentales para lograr esto, ya que es ahí en donde se fomenta el amor a Dios, así como a la Iglesia», insiste Jesús.
¿Cómo tiene que ser el seminarista y el sacerdote del siglo XXI para Jesús Eduardo? «En mi opinión debe tener un gran amor y entrega a lo que le ha llamado Dios; tener un sentido de compromiso y responsabilidad en donde quiera que esté; tener una solidez en todas sus áreas de formación, lo cual le permitirá enfrentarse a los retos que nuestra Iglesia tiene y tendrá en el futuro».
Además, considera necesario que los seminaristas y sacerdotes actuales mantengan una formación permanente constante para así poder dar respuesta ante aquellas necesidades e inquietudes del pueblo de Dios ya que estamos ante futuras generaciones que se están preparando muy bien.
«Un seminarista del siglo XXI no debe apagar la llama de su vocación ante lo que el mundo puede ofrecer, lo cual podría desviarlo de aquello para lo que fue llamado. Debe tener siempre presente el motivo por el que decidió seguir a Dios y no tener miedo ante las tribulaciones que puedan experimentar».
Jesús Eduardo Flores concluye: «responder a la llamada de Dios es y será una de las grandes experiencias más enriquecedoras que marcarán la vida de un seminarista, que jamás olvidará todo su esfuerzo realizado a lo largo de su formación y se verá reflejado en el servicio a la Iglesia y a todo el pueblo de Dios como sacerdote»
Para terminar, Jesús está muy agradecido a todos los benefactores de la Fundația CARF que hacen posible sus estudios en Pamplona. «Gracias a los benefactores por su generosidad y por sus oraciones, porque ayudando a seminaristas como yo, ayudan a muchas comunidades cristianas de todo el mundo. Les tengo presentes en mis oraciones».
Marta Santín, periodista especializada en religión.