には 僧侶 es el deseo de este joven de Filipinas de 25 años. Nació en una familia de seis hijos e ingresó en el seminario pese a la oposición inicial de la familia. Ahora está en su séptimo año de formación como seminarista en Roma (大学 Pontificia de la Santa Cruz), gracias a una ayuda de la CARF財団.
— No crecí en una familia religiosa. No éramos de los que iban a la iglesia todos los domingos, aunque asistíamos a Misa en ocasiones especiales.
Supongo que mi vocación nació de mi deseo de ser monaguillo. Cuando íbamos a Misa deseaba llevar las vestiduras que llevan los monaguillos, pero no sabía cómo empezar. No sabía con quién hablar o a quién consultar sobre este asunto, así que, durante muchos años, fue un sueño en mi corazón.
Cuando estaba en los últimos años de la escuela Secundaria, hubo algunas actividades inusuales que ocurrieron en nuestra escuela, y todos estábamos obligados a asistir a la 聖ミサ los domingos. Acudía acompañado de mis amigos. Después de ir a Misa varias semanas seguidas, un amigo me invitó a unirme a ellos en la pastoral juvenil.
Al cabo de un tiempo, mi párroco me preguntó si quería ser sacerdote en su congregación, pero me negué. La pregunta se repitió varias veces y también me lanzaban la cuestión algunos feligreses, pero yo respondía constantemente que no.
Sin embargo, un sábado por la noche le dije a mi párroco: «Padre, mañana no podré ir a Misa porque voy a hacer el examen de ingreso en el seminario». Se quedó estupefacto, pero me apoyó de todos modos. En aquel momento no les dije a mis padres que había ido al seminario, porque estaba seguro de que no estarían de acuerdo. Pero al final, cuando recibí el resultado del examen, les dije que había aprobado.
— Cuando le conté a mi familia mi decisión, no estuvieron de acuerdo. Me dijeron que podía hacer lo que quisiera, pero que ellos no iban a apoyarme.
Fui al seminario solo, sin nadie que me acompañara, a diferencia de mis otros compañeros. Pero me quedé y me mantuve firme en mi decisión. Cuando se acercaba la fecha de mi investidura, les dije a mis padres que tenían que venir, pero ese día también era el funeral de mi abuelo. Pensé que no los vería, pero diez minutos antes de la Santa Misa, aparecieron todavía con sus vestidos del funeral, lo que alegró mi corazón.
A mis padres se les saltaron las lágrimas y fue ahí cuando aceptaron mi decisión. Me abrazaron fuerte y desde entonces me visitaban en el seminario. Cuando un día volví a casa de visita, ya toda la comunidad de mi pueblo sabía que era seminarista.
— Con la gracia de Dios, diría que la Iglesia en Filipinas está viva en el sentido religioso y devocional. Aunque no todos los filipinos conocemos la fe ni profundizamos en las doctrinas y dogmas de la Iglesia, la fe está viva y activa.
La Iglesia filipina es una Iglesia a la que le encanta hacer procesiones. Las devociones a la Virgen María y otras prácticas devocionales sostienen su fe en Dios.
— Creo que existen dos retos a los que se enfrenta la Iglesia de Filipinas. El primero y más importante es la falta de vocaciones religiosas. El segundo reto, desde mi punto de vista, es que muchas otras denominaciones que se dicen cristianas utilizan el nombre de la Iglesia católica o actúan como tal para obtener beneficios.
La gente se reviste con los ornamentos de la Iglesia católica y crean sus propias iglesias. Por su imitación de la Iglesia, los fieles pueden confundirse fácilmente y algunos caen en esas falsas religiones.
— Ir a Roma para cursar mis estudios de Teología formaba parte de mis sueños cuando entré en el seminario. De hecho, fue una sorpresa para mí cuando mi obispo me pidió que fuera a la ciudad eterna.
Roma y la Universidad Pontificia de la Santa Cruz ofrecen educación no sólo a través de los libros, sino también a través de la realidad de la vida.
Recuerdo que en mi primer día aquí en Roma, durante mi clase de italiano, el profesor nos dijo que no sólo aprendemos Teología dentro del aula, sino también en la propia ciudad, porque el centro del catolicismo está aquí.
ジェラルド・フェラーラ歴史学・政治学専攻、専門は中東。ローマ教皇庁立聖十字架大学学生部長。