D. Robinson Alejandro Jiménez es un sacerdote de la diócesis de Punto Fijo en Venezuela. Nació en el seno de una familia muy católica y muy numerosa.
«Mi vocación inició desde niño a los 13 años donde sentí ese llamado del señor desde el servicio en el altar, cómo acólito (monaguillo).
Uno de los llamados donde sentía que el Señor me llamaba con mas intensidad era en la celebración del santo triduo pascual, en la que el Señor me invitaba a darle una respuesta a ese gran llamado en ser sacerdote de Él para el servicio de su pueblo.
A los 19 años inicié en el seminario mayor san Juan Pablo II, donde realice mis estudios de Filosofía; luego mi obispo me envió al seminario mayor Nuestra Señora del Socorro en Valencia, estado Carabobo de Venezuela para cursar la Teología.
Al transcurso de dos años mi obispo decide dar una pausa de un año a mi formación al sacerdocio. Dicha decisión no fue fácil para mi, y decidió enviarme por un año a una parroquia con unos sacerdotes religiosos llamados misioneros servidores de la Palabra. Una labor pastoral donde lo desempeñé en obediencia. Fue una experiencia de aprendizaje para prepararme al servicio del pueblo de Dios, una parroquia humilde que está dentro de las periferias de la diócesis.
Culminada la misión pastoral termino mis estudios de Teología en el seminario mayor Jesús Buen Pastor, en el estado Bolívar de Venezuela.
El 21 de febrero de 2015, fui ordenado diácono por Monseñor Roberto, arzobispo de Coro y administrador apostólico de sede plena de la diócesis de Punto Fijo. Luego de haber pasado los seis meses, fui ordenado presbítero en la basílica menor de la Catedral de santa Ana de Coro, el 15 de agosto de 2015, en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, por Monseñor Roberto, en compañía de todo el clero del estado Falcón. Fue el momento lleno de la gracia del Señor donde me hizo sacerdote de Él, sacerdote de la nueva Alianza; unos de los momentos mas alegres de vida para el servicio de la Iglesia universal.
Mi labor pastoral como sacerdote, inicia como vicario parroquial de la parroquia Inmaculada Concepción. Una zona de caseríos junto al párroco donde atendíamos más de 40 comunidades. Una parroquia muy extensa, la experiencia fue muy agradable y provechosa donde duré 4 meses y fui trasladado por la necesidad pastoral a una parroquia llamada santo Cristo de las Piedras, nombrado párroco en una de las zonas de las periferias de la diócesis, donde me tocó servir al los hermanos que sufren a los más pobres.
Una de las experiencias que más me marco en esta parroquia fue ver niños que esperaban los desperdicios de comida para poder comer. Ésta impresión, me impulsó iniciar el trabajo de las caritas parroquiales. Esta realidad que tristemente sufre mi pueblo venezolano en la que las personas no consiguen el alimento diario. Desempeñé este trabajo en la que fortalecía mi ministerio como sacerdote de Cristo en el amor a los más pobres como lo realizó y nos lo enseñó nuestro Maestro en su ministerio público. En el servicio y el amor misericordioso al prójimo.
Por otro lado, luego de cuatro años y medio de trabajo en la parroquia mi obispo decide trasladarme a la ciudad de mi diócesis a la parroquia nuestra Señora de Belén como administrador parroquial en la que duré tres meses.
El obispo, me pidió seguir mi formación sacerdotal, con el fin de formar a los laicos de nuestra diócesis, enviándome a Roma donde actualmente estoy formándome en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en la Facultad de Teología para aprender Dogmática y cada día de nuestra fe y en defenderla y sobre todo en aprender más del maestro para ser cada día más discípulo de Él y acercar a muchas almas al Señor».