Su testimonio se dirige especialmente a los jóvenes: «Si eres joven y estás leyendo mi testimonio, puede ser un gran comienzo para ti, cuando tengas dificultades para rezar el rosario, reza simplemente tres Avemarías al día».
Elias es el mayor de cuatro hermanos. Nació el 25 de abril de 2001 en Friedberg, Alemania, pero ha vivido siempre en Mering, una pequeña ciudad de Baviera. Sus padres crecieron en granjas de pequeños pueblos, en familias muy católicas, y a ellos les debe su fe. «Me gustaba la vida en familia, la vida sencilla, ir al colegio… En la escuela me iba bastante bien, sobre todo en matemáticas, pero de todas formas no me gustaba nada estudiar», añade el religioso.
Su vida dio un giro cuando empezó a formar parte de los Boy Scouts, pues «sin ellos, seguro que hoy no estaría en el seminario».
En las reuniones semanales con este grupo jugaban, recreaban obras de teatro, aprendían cosas interesantes, realizaban manualidades con madera y cuerda, etc. Pero la actividad estrella eran los campamentos de verano, dos semanas disfrutando de la naturaleza en alguna ciudad europea. «Cocinábamos en las hogueras y lo pasábamos muy bien. Siempre nos acompañaba un sacerdote, así que teníamos misa diaria, rosario y catecismo. Mis mejores amigos han sido los que conocí en los Scouts. Estaré eternamente agradecido por esos años, por todas las experiencias que me hicieron ser quien soy ahora», confiesa.
Cuando Elias Baier empezó el instituto, su vida dio otro giro y las cosas empeoraron. «Empecé a tener notas cada vez peores y al final ya no estudiaba nada en casa. Si al principio seguía devorando montones de libros, sobre todo de aventuras, ahora me pasaba el tiempo frente al ordenador. Esto me hizo cada vez más incapaz de tener buenas relaciones hasta que, a los 16 años, me sentía bastante solo, escondiéndome cada vez más en el mundo virtual», reconoce sin tapujos.
Pero de nuevo, los Scouts le salvaron de esa pendiente peligrosa. Un viaje a Roma de dos semanas, disfrutar de las extensas colinas, las caminatas por la montaña hasta la ciudad (a pesar del calor) y vislumbrar el Vaticano, fueron el salvavidas que Baier necesitaba en ese momento. Allí se consagraron a la Virgen en la iglesia de Santa María la Mayor, la iglesia madre de todas las iglesias marianas.
«En esta consagración prometimos intentar rezar al menos un misterio del rosario cada día. Realmente quería tomármelo en serio. Al final, la primera semana, después del campamento, ni siquiera recé un misterio al día... Quizá conozcáis esos buenos propósitos que se hacen durante los retiros, pero que al volver a casa fallas horriblemente. Quiero animaros, sobre todo a los jóvenes, a que lo intentéis de todas formas, porque mi historia no se acaba aquí», Elías comparte con la Fundación CARF.
Dos semanas después del campamento, la Virgen le concedió una gracia muy especial: fue capaz de rezar un rosario entero al día, ¡y por una chica que acababa de conocer!
Piensa Elías Baier y nos pide pensar que «si eres joven y estás leyendo mi testimonio, puede ser un gran comienzo para ti. Cuando tengas dificultades para rezar el rosario, rezar simplemente tres avemarías al día por tu futura esposa o esposo (deja de leer por un instante y piensa en un momento apropiado de tu rutina diaria)».
Volvamos a su historia de conversión. La Virgen se tomó muy en serio esta consagración y empezó a transformar toda su vida. En los meses siguientes nació un gran grupo de amigos, y, en aquel momento, era crucial para él, tener amigos católicos. «Estoy seguro de que sin ellos no estaría ahora en el seminario», insiste.
Fue impresionante este cambio porque la Virgen y el rosario le ayudaron a abandonar los juegos de ordenador y en su lugar comenzó a hacer parkour –deporte que consiste en superar obstáculos lo más rápido posible, normalmente en ciudades–, se aficionó a la fotografía y volvió a leer.
En su parroquia abrieron entonces una capilla de adoración. «Empecé a visitar a Jesús con frecuencia, porque en su presencia me sabía verdaderamente aceptado, amado y perdonado. Con el tiempo descubrí que, sólo poniéndole a Él en el primer lugar de mi vida, podía vivir una existencia que importara».
Esta decisión le llevó a asistir a Misa entre semana además de seguir rezando el rosario. En aquel momento, quería casarse, pero poco a poco Dios puso en su corazón la idea de que quizás podría ser sacerdote. «Me dio la gracia de confiar en que, lo que Él quisiera para mi vida, me haría feliz, porque Él, como buen Padre, quería que yo fuera feliz. También me dio la certeza de que me mostraría Su voluntad en el momento oportuno».
En 2019 terminó el instituto y aún no sabía muy bien qué hacer con su vida. Decidió tomarse un año sabático para explorar el mundo. Con los Boy Scouts emprendieron un viaje de cinco semanas por Estados Unidos: senderismo y autostop recorriendo Vancouver, Canadá, Los Ángeles… una experiencia muy valiosa, en la que conocieron a fondo el país y a su gente de una manera única.
Cuenta gracioso Elias Baier que «una vez llegamos a las diez de la noche a un pueblecito de la costa. Todas las tiendas estaban cerradas menos una heladería que con hombre estaba limpiando. Cuando le preguntamos si conocía algún sitio donde pasar la noche, nos ofreció la posibilidad de dormir en la heladería y nos dijo que podíamos comer todo lo que quisiéramos. Os podéis imaginar que no nos lo pensamos dos veces... Conocimos a gente muy amable y acogedora a pesar de ser solo unos desconocidos».
Durante su año sabático, trabajó también como hojalatero en Uruguay, en una misión de la comunidad de la que ahora forma parte: Obra de Jesús Sumo Sacerdote. Y fueron las semanas más hermosas de su vida, a pesar de que sólo podía comunicarse con la gente con las manos, algunas palabras en inglés y un poco de español que le enseñaron. Pero enseguida le hicieron sentir como en casa.
«Con algunos de los jóvenes hice buenas amistades. Me impresionó su ejemplo de auténtica vida cristiana. De la alegría que contagiaban, de su sencillez, de su fidelidad a ir a Misa todos los días. Pasé mucho tiempo en oración y, después de las primeras semanas, Dios me dio la claridad sobre mi vocación para ser sacerdote. Todas las razones en contra del sacerdocio desaparecieron y quedó el deseo de vivir solo para Dios y que todos entren en el Cielo».
De regreso a casa unos meses después, en un retiro, decidió hacer un año de discernimiento en la comunidad Obra de Jesús Sumo Sacerdote porque, además, con su familia siempre iban a las reuniones familiares organizadas por esta comunidad. «Al conocerla mejor en Uruguay, me gustó mucho la forma de hacer misión, el espíritu de familia y la espiritualidad de amor íntimo a María y a la Eucaristía».
El verano antes de entrar en el seminario emprendió una última aventura. Hay una ruta de 600 kilómetros llamada El camino de los sueños, de Múnich a Venecia, que deseaba hacer. Sin demasiada preparación se puso en marcha, la mayor parte del tiempo acompañado por un amigo. Era junio y todavía quedaba mucha nieve en las montañas. Dormían al aire libre en el bosque y cocinaban en un pequeño hornillo de gas.
«Durante esta aventura, experimenté la providencia de Dios. Una vez, por ejemplo, era el día más intenso del viaje, llevábamos ya doce horas de marcha y estaba anocheciendo. Todavía estábamos en la cresta de la montaña, y además empezó a llover. Rezamos para encontrar un techo porque sólo teníamos una lona y nuestros pies ya estaban totalmente mojados. En el mapa había una cabaña indicada, y no demasiado lejos, colina abajo rodeada de pradera. Esperábamos encontrarla abierta, pero obviamente estaba cerrada y ni siquiera había un toldo para protegernos. Pero entonces vimos una pequeña capilla a unos cien metros, que resultó ser sólo una habitación con una cruz. Decidimos pasar allí la noche. Cinco minutos después de llevar allí nuestras cosas, había fuera una niebla tan densa que ya no podíamos ver la cabaña. A la mañana siguiente, toda la pradera de alrededor estaba inundada porque llovió mucho. Quedarnos fuera habría significado despertarnos en un lago. ¡El Padre Celestial cuida de sus hijos!».
En septiembre de 2020, entró en el preseminario de la Obra de Jesús Sumo Sacerdote situado a las afueras de Roma. Después de algunos meses ya sabía que quería quedarse. En el seminario son de ocho nacionalidades diferentes, de tres continentes y está muy agradecido de vivir con hermanos tan increíbles.
«Después de dos años empecé mis estudios de Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, y estoy muy agradecido por lo que puedo aprender aquí cada día. No me arrepiento ni un solo día de este camino de formación para ser sacerdote. Dios me ha dado siempre lo que necesitaba. Evidentemente, hay momentos difíciles, pero de repente Dios te toma de nuevo y te llena el corazón de su amor. Por último, quiero agradecer a María que me haya traído hasta aquí, donde estoy ahora; que me haya guiado siempre, que esté siempre cerca de mí y de todos vosotros, queridos amigos y benefactores de la Fundación CARF, que tanto habéis hecho y tanto hacéis para que jóvenes como yo podamos formarnos para ser buenos y santos sacerdotes», concluye feliz y agradecido Elías Baier.
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.