Iba acompañando a unos familiares en esa visita, pero su vocación de sacerdote también se fragua en la universidad. Allí notó que Dios le llamaba a entregarse completamente a Él y a servirle como sacerdote.
Durante varios años este joven venezolano estudió en Roma en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae, donde recibió una formación académica, humana y espiritual que le sirvió para luego poder dar clase en el seminario de su diócesis. En esta entrevista con la Fundación CARF nos habla de la vida en Venezuela y de los acontecimientos que le acabarían llevando a ser sacerdote, vocación en la que ha encontrado la plenitud, pudiendo servir a Dios y a personas tan necesitadas de respuestas en un mundo que ofrece el camino más fácil, pero que no logra llenar sus ansias de felicidad.
El padre Edicson Acosta como venezolano es muy consciente de la complicada situación social de su país. «Pero a pesar de que en Venezuela la situación social es complicada, la salud de la Iglesia y de los católicos es muy buena. La fe de la gente es siempre fuerte. En medio de las dificultades del país la gente se ha vuelto mucho a Dios. Aunque es verdad que hubo un momento fuerte, la gente encuentra en Dios consuelo y fuerza. Hay mucha participación en la Misa y en los diversos grupos de apostolado. Los laicos son un gran apoyo para los párrocos».
¿Y cómo era la vida de Edicson Acosta antes de ser sacerdote? Pues, una vida normal. Antes de ser sacerdote estudió en la universidad y obtuvo una licenciatura en Educación con mención en la especialidad de Biología y Química. Sin embargo, desde siempre tuvo una vida muy cercana en la parroquia, donde ejerció como catequista y también como miembro del coro.
Supo que Dios le llamaba al sacerdocio en el año 2004. Desde joven siempre hacía vida parroquial y recuerda que una vez «fui con mi hermana a visitar a un seminarista que estaba empezando en el seminario y era su amigo. Participamos en la Misa y al ver a todos los seminaristas vino a mí una pregunta: “¿Cómo sería estar ahí?”.
Pero fue algo que no tuvo en ese momento mucha trascendencia. Inició posteriormente la universidad. En un primer momento empezó la carrera de Ingeniería Mecánica, la que luego abandonó para estudiar Biología.
En las instalaciones de la universidad funcionaba la parroquia universitaria Divino Maestro, y empezó a formar parte de ella. «Ahí tuve la oportunidad de hacer mis primeros retiros espirituales en los que aquella vieja pregunta hizo de nuevo su aparición y empezó a hacerse más fuerte. Desde aquel momento no pude callarla, aunque lo intenté muchas veces. Recuerdo las rebeldías de Jonás, de Isaías y yo viví lo mismo», recuerda con cariño Edicson Acosta.
Pero veamos qué situación le hizo decir sí definitivamente al Señor. El momento decisivo tuvo lugar en las instalaciones del seminario, donde fue invitado como jurado para el festival de la canción vocacional que se hace cada año.
Justo al empezar proyectaron un vídeo vocacional en el que vio claramente reflejada su vivencia vocacional, también con las visitas al Santísimo preguntándole a Dios qué quería de él. «Mientras veía el vídeo las lágrimas empezaron a aparecer y mi corazón latía a mil. En ese momento recibí un mensaje de texto de mi hermano gemelo, que estaba presente, diciéndome: “sé lo que estás sintiendo”. Ese día le dije al Señor: “Está bien, ya sé que me estás llamando, voy a responder y ser sacerdote”».
Previamente, había comenzado a recibir dirección espiritual con un sacerdote y fue él quien le ayudó a tomar la decisión. Así fue como el 22 de septiembre de 2013 ingresó en el seminario, y más tarde, el 27 de agosto de 2014 empezó su experiencia romana.
Vayamos ahora a Roma para conocer cómo le fue la experiencia como seminarista en el Sedes Sapientiae. Para Edicson la experiencia que más le impresionó fue palpar la universalidad de la Iglesia cuando se reunían todos en la capilla del Colegio Internacional Sedes Sapientiae.
Edicson Acosta recuerda que «éramos de muchos países y todos llamados para ser sacerdotes desde diversas realidades y culturas. Pero la llamada al sacerdocio era la misma. Por otro lado, la experiencia que aún conservo es haber construido grandes amistades con compañeros con quienes mantengo comunicación. Y se amplía el corazón porque al pensar en China, Suiza, Tanzania, El Salvador, Argentina, Sri Lanka o Ecuador aparece una cara, un amigo. Es extraordinario».
La formación ayuda siempre. Y sus tres años de formación en Roma, puede decir con gran convicción, después de casi seis años de haber regresado a Venezuela, quedaron en él grabados a fuego especialmente en todo lo referente a la vivencia del bautismo, las virtudes, la fraternidad o el acompañamiento espiritual. Pero especialmente por el amor a la Iglesia, al Papa, a su obispo, en otras palabras, «la fidelidad a la Iglesia».
Hoy da gracias a Dios por la Obra, porque ha sido para él un apoyo grandísimo durante sus primeros años de ministerio, que además los estuvo viviendo en Madrid, pues le permite encontrarse «con otros sacerdotes, poder mantener la dirección espiritual y la confesión frecuente».
La formación intelectual en Roma le permitió ampliar la visión del mundo, así como también su formación para poder apoyar impartiendo clases en el seminario en la diócesis de San Cristóbal, en Venezuela.
En su corto tiempo como sacerdote, uno de los momentos que le son más memorables es la confesión, poder ser testigo de la misericordia de Dios cuando viene alguna persona y le manifiesta, por ejemplo, llevar más de 20 años sin confesar, y ver cómo se encuentra con Jesús que lo perdona.
Desde su joven experiencia, lo que necesita el sacerdote, para afrontar los numerosos retos a los que se enfrenta, es la «oración, los amigos-fraternidad, así como una dirección espiritual y confesión frecuentes», Edicson Acosta lo tiene muy claro.
¿Quiere decir algo a los benefactores de la Fundación CARF?
Para terminar, se acuerda de los benefactores de la Fundación CARF que hacen una gran labor. Y añade con contundencia: «les pido que sigan apoyando a tantos seminaristas y sacerdotes, pues el Señor les multiplicará el ciento por uno. Muchas gracias por haber contribuido en mi formación. Dios les bendiga».