Vivió en el Seminario Internacional Sedes Sapientiae de Roma entre 2017 y 2020 coincidiendo con la pandemia del coronavirus. Concede una entrevista a la Fundación CARF para contarnos cómo vivían encerrados los 83 seminaristas de 23 países dentro del seminario, sin apenas poder salir, como nos sucedió a casi todos.
¡Hola, Laerth! Gracias por compartir este testimonio tuyo y de tus compañeros con nosotros…
De nada, es un placer. Tanto el rector de seminario Sedes Sapientiae y nosotros seminaristas que vivimos en Roma queremos que nuestros benefactores sepan que estuvimos muy bien y que fue una época en la que rezamos mucho y especialmente por ellos y sus familias.
¿Cuánto tiempo estuvisteis encerrados? Casi un mes. Todo empezó a comienzos de marzo, cuando fue declarada la situación de emergencia en toda Italia a causa de la epidemia. Desde entonces, cesaron las actividades didácticas presenciales en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, y los seminaristas y los formadores tuvimos que permanecer en el recinto del Colegio Eclesiástico Sedes Sapientiae, deseando colaborar lo máximo posible con las autoridades para evitar la difusión del virus.
Ya fue bastante tiempo, para gente joven y muy activa… ¿Y es difícil? Pues, bastante. Sin embargo, los seminaristas del Sedes Sapientiae, aunque aislados físicamente, estuvimos acompañados por muchas personas, y seguimos estándolo, desde el comienzo de esa situación: fueron numerosísimas las llamadas y casi incontables los mensajes llegados desde todas las partes del mundo interesándose por nuestra salud y bienestar.
Parientes, amigos, sacerdotes antiguos seminaristas del seminario Sedes Sapientiae, benefactores, personas que hemos conocido con ocasión de nuestro trabajo pastoral en Italia… y, por supuesto, nuestros obispos, todos nos prometían sus oraciones.
Todos se volcaron y se vuelcan con nosotros, que siempre procuramos corresponder rezando más generosamente por quienes más lo necesitaban en esos momentos y ofreciendo por ellos las molestias que se derivaban del encerramiento.
¿Qué hacíais durante todo el día? Ante todo, cuidar el uno del otro, lo que fue una escuela de vida y nos ayudó a crecer, ya que el ambiente en el seminario Sedes Sapientiae es un ambiente de estudio y de formación, pero también de una gran familia y un ambiente de serenidad. Nos atuvimos a un horario fijo de trabajo, encargos y momentos dedicados a la oración, que marcaron la pauta de todos los días y nos ayudaba a aprovechar el tiempo.
¿Qué pasó con vuestros estudios universitarios, los abandonasteis? No, en absoluto, ya que muchos profesores de la Universidad de la Santa Cruz dieron sus clases online, y rápidamente nos familiarizamos con las plataformas en las que podíamos formular preguntas: YouTube Live con su chat, Skype y Zoom fueron algunas de las plataformas más usadas.
Aunque también hay profesores que preferían grabar su lección en un simple mp3: siempre era posible ponerse en contacto con ellos para aclarar dudas o profundizar. Como además tampoco faltaban los docentes que aprovecharon la circunstancia para pedirnos algunos trabajos escritos, la conclusión es que posiblemente estábamos dedicando al estudio más horas de las que sumábamos en condiciones normales.
Pues, ¡estupendo! Parece que estuvisteis más ocupados que antes… Sí, también porque estábamos rezando más, sobre todo por nuestros benefactores y sus familias. Además, hubo quienes se propusieron mejorar la propia formación cultural, leyendo algún libro valioso, viendo una película de mayor calidad, realizando visitas virtuales a museos…
En esta línea, el seminario incluso nos ofreció la posibilidad de participar delante de la pantalla en una interesante conferencia que un experto nos dio online sobre su especialidad: el cambio climático y el calentamiento global. Así, pudimos variar de temas y de pensamientos, olvidándonos de la emergencia sanitaria. Los seminaristas del Sedes Sapientiae en Roma aprovechamos el tiempo en esta situación.
¿De qué espacios disponíais para el deporte y entretenimiento? El seminario Sedes Sapientiae no dispone de un jardín amplio –algún precio hay que pagar por nuestra ubicación en pleno centro histórico de Roma–, pero tenemos uno más pequeño que lo utilizaron los aficionados al jogging, los cuales trazaron un recorrido que les permitía quemar energías diariamente.
Otros hicieron lo mismo en el gimnasio, con ayuda de algunas bicicletas estáticas y máquinas de pesas. Junto a eso, el trabajo en la sacristía, el cuidado del jardín, el mantenimiento de la casa, la limpieza periódica de las ventanas, el lavado de platos y preparación del comedor, y otros encargos también nos ayudaron a estar ocupados y sirviendo a los demás, cosa quizá especialmente sana en esos momentos.
Nos decías antes que habíais intensificado la oración... ¡Por supuesto! Ni la actividad formativa ni nuestra vida espiritual cesó. Estando en Roma, en el corazón de la Iglesia, seguimos muy de cerca las palabras que el Santo Padre que dirigía repetidamente a los católicos y a todos ante esa situación.
Secundamos las invitaciones del vicario de la diócesis de Roma para ofrecer un día de ayuno el miércoles 11 de marzo, y del Papa y la Conferencia Episcopal Italiana para ofrecer el rezo del rosario por Italia el 19 de marzo. También procuramos unirnos de corazón a las exhortaciones pastorales de cada uno de nuestros obispos. Y seguimos uniéndonos a todo aquello que nos pide y nos pedía el Papa Francisco.
Casi un corazón que reza en el corazón de Roma y de la Iglesia. Así es…. Procuramos abandonarnos en las manos del Señor para que, con su gracia, estas circunstancias humanamente difíciles significasen para cada uno de nosotros un crecimiento interior en fe, esperanza y caridad. En esta situación tan precaria para todo el mundo, tratamos de ayudar por medio de la comunión de los santos a tantos hermanos nuestros que estaban sufriendo en este querido país que nos acogió y en otros lugares del mundo.
Texto: Gerardo Ferrara y Fundación CARF.
Fotografías: lectorado 2024 de seminaristas del seminario Sedes Sapientiae.