Cleyver Josué Gómez Jiménez es un seminarista de la Diócesis de Punto Fijo, Venezuela, estudiante de tercer año en el Bachillerato de Teología de la Universidad de Navarra.
«Desde los 15 años comencé a asistir a la Iglesia gracias a la invitación de unas monjas (Misioneras de Acción Parroquial) que atendían mi parroquia.
Poco a poco, Dios fue dándome pequeños “encargos" dentro de este caminar.
Fui coordinador del grupo juvenil parroquial, repetidor del servicio de animación misionera “Jovenmisión”, coordinador diocesano de Pastoral Juvenil y en ese tiempo me gradué como Comunicador Social, por varios años trabajé en medios radiales y televisivos llevando programas de corte religioso.
En mi corazón seguía sintiendo una inquietud, entendí que Dios pedía más de mí.
Luego de un proceso de discernimiento, el 13 de Mayo de 2014, día de Nuestra Señora de Fátima, bajo la protección maternal de la Virgen María, decidí aceptar esta aventura a la que Dios me invitaba ¡El camino hacia el Sacerdocio!
Ingresé al Seminario San Ignacio de Antioquía, de la Arquidiócesis de Coro para iniciar este camino hacia el Sacerdocio Ministerial. Culminada la filosofía Dios volvió a sorprenderme por medio de mi Obispo, quien me informaba que quería enviarme a estudiar en España, al Seminario Internacional Bidasoa.
En ese momento tuve una mezcla de sentimientos en mí, pero sin duda, lo que más me llenaba era el gozo de comprender que Dios seguía dirigiendo este camino de servicio y entrega.
Les confieso que nunca, ni en mis sueños más remotos, había pensado en que podría salir en algún momento de mi país, ni mucho menos montarme en un avión pues mi familia no es de grandes recursos económicos y la situación de mi país no es la mejor.
A pesar de todo, Dios comenzó a abrir los caminos para cumplir este deseo de mi Obispo que se había convertido también en el mío.
Me hacía mucha ilusión ver en Internet vídeos sobre Bidasoa y conocer cómo sería este lugar bendito al que Dios me invitaba para seguirme moldeando como un alfarero.
El 8 de Septiembre de 2019, llegué a Bidasoa, un poco triste por dejar a mi familia, pero Dios, que no se deja ganar en generosidad, me ha regalado otra familia muy numerosa y diversa en los seminaristas y formadores. He afianzado mucho más mi respuesta a esta vocación que el Señor me ha regalado gracias a todo lo que he podido vivir dentro de la formación en Bidasoa.
Me permitiré contarles una anécdota de alguien a quien le tengo mucho amor y que sin duda ha sido protagonista de este proceso, mi madrecita del cielo, la Virgen María. En el año 2012, dos años antes de mi ingreso al seminario, me encontré con un artículo en el periódico que hablaba sobre una advocación Mariana, desconocida para mí en ese momento, Nuestra Señora del Pilar.
Lo leí con mucho entusiasmo y desde ese día me fui encontrando en varias oportunidades con libros, reseñas, imágenes, pinturas... Todo sobre la Virgen Santísima del Pilar; recuerdo que repetía a mis amigos, a modo de broma, que la Virgen del Pilar me estaba persiguiendo porque se me aparecía en todas partes.
Un día una Señora llegó al lugar donde yo trabajaba y me regaló un prendedor de la Virgen del Pilar que había comprado en el santuario Mariano en España, le di las gracias y recuerdo decirle que ese prendedor era lo más cerca que estaría de aquel lugar tan bendito y ella me contestó que si la Virgen me estaba siguiendo me daría la gracia de algún día visitar aquel lugar donde se le apareció al Apóstol Santiago.
Siete años más tarde sucedió este encuentro tan anhelado con la Madre de Dios en su santuario gracias a una excursión del Seminario Bidasoa, allí comprendí que el estar aquí es una gracia que Dios ha colocado en mi caminar, cada vez estoy más seguro de mi vocación y para expresarla me gusta usar la frase de Santa Teresita de Lisieux “Mi vocación es el Amor".
Gracias a ustedes por ser parte de mi historia».