Conoce los distintos vasos sagrados y objetos litúrgicos

Objetos litúrgicos: ¿qué son los vasos sagrados?

Los objetos litúrgicos fueron cobrando importancia desde los primeros siglos del cristianismo. Muchos de ellos se concebían como reliquias, como el Santo Grial y el Lignun Crucis. La presencia de vasos sagrados en la Edad Media se hace evidente no solo por los objetos que nos han llegado hasta la actualidad, sino por las numerosas fuentes documentales: inventarios de las iglesias en los que constaban las adquisiciones o donaciones de determinados objetos litúrgicos, entre los que se destacaban los vasos sagrados.

Actualmente, se llaman vasos sagrados a los utensilios del culto litúrgico que están en contacto directo con la Eucaristía. Por ser sagrados se emplean sólo con esa finalidad y deben estar bendecidos por el obispo o por un sacerdote.

Además, deben tener la dignidad necesaria para llevar a cabo la Santa Misa. Según detalla la Conferencia Episcopal Española, es requisito que estén hechos de metal noble o de otros materiales sólidos, irrompibles e incorruptibles que se consideren nobles en cada lugar.

La patena y el cáliz son los vasos sagrados más importantes desde el comienzo de la cristiandad. En ellos se contienen el pan y el vino que se consagrarán durante la Santa Misa. Con el correr del tiempo, y las necesidades del culto eucarístico y de los fieles, han ido apareciendo otros vasos sagrados como el copón o píxide y la custodia, además de otros accesorios.

Después de la celebración de los sacramentos, el sacerdote limpia y purifica los objetos litúrgicos que ha utilizado, ya que todos deben estar limpios y bien conservados.

¿Por qué los vasos sagrados son importantes para un sacerdote?

Disponer de todos los elementos necesarios para impartir los sacramentos y celebrar la Santa Misa es indispensable para un sacerdote.

Es por ello que el Patronato de Acción Social (PAS) de la Fundación CARF entrega cada año más de 60 estuches de vasos sagrados completos a diáconos y sacerdotes de todo el mundo que estudian en Pamplona y Roma. La actual mochila contiene todo lo necesario para celebrar dignamente la Santa Misa en cualquier lugar, sin necesidad de contar con una instalación previa.

El Estuche de Vasos Sagrados de la Fundación CARF permite a jóvenes sacerdotes sin recursos, administrar sacramentos donde más se necesiten. En estos momentos, no está solo el sacerdote delante ellos, sino también todos los benefactores que posibilitarán el ejercicio del ministerio con la dignidad material adecuada.

¿Qué objetos litúrgicos son vasos sagrados?

Los vasos sagrados primarios son los que, previamente consagrados, han sido destinados para contener la Sagrada Eucaristía. Como el cáliz, la patena, el copón, la custodia y el sagrario.

Al contrario que los vasos sagrados secundarios, que no tienen contacto con la Eucaristía, pero sí son destinados al culto divino, tales como las vinajeras, acetre, hisopo, incensario, campanilla, alba y el candelero, entre otros.

vasos sagrados

Cáliz

Del latín calix que significa copa para beber. El cáliz es el vaso sagrado por excelencia. Utilizado por Jesús y los apóstoles en la Última Cena, probablemente fue una copa de kiddush (vajilla ritual judía para la celebración de la Pascua), siendo en la época un cuenco de piedra semipreciosa.

Los primeros decretos oficiales conocidos, provenientes de sínodos son del siglo XI, prohíben ya expresamente el uso del cristal, la madera, el cuerno y el cobre, por ser fácilmente oxidable. Se tolera el estaño y se recomiendan, en cambio, los metales nobles.

La forma de los antiguos cálices se asemejaba más a una taza o ánfora, frecuentemente con dos asas para facilitar el manejo. Este tipo de cáliz estuvo en uso hasta el siglo XII. Desde ese siglo casi todos los cálices, desprovistos de asas, se distinguen por la amplitud de la copa y por una mayor separación entre ésta y el pie que constituye el tronco del cáliz con el nudo, a media altura.

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Patena

Proviene del griego phatne que significa plato. Se refiere a la bandejita o un platillo poco profundo, ligeramente cóncavo donde se deposita el pan consagrado en la Eucaristía. La patena entró en el uso litúrgico contemporáneamente con el cáliz y debe ser dorado en el lado cóncavo. Es importante que permita recoger fácilmente las partículas sobre el corporal.

En los relatos de la Última Cena se menciona el plato con el pan que Jesús tenía delante de sí sobre la mesa (Mt 26, 23; Mc 14,20). En cuanto al material de las patenas, siguió la misma evolución que el cáliz.

vasos sagrados

Accesorios del cáliz y la patena

  • Purificador: pieza de lino blanca, distinguible de los demás paños por su tamaño menor y por una cruz roja o blanca bordada a la mitad. Para la Misa se coloca justo encima del cáliz, porque con él se purifica el interior de la copa frotando antes de ponerle vino. Y luego de haberlo puesto, se secan con él las gotas que hubiesen podido quedar en los bordes.
  • Palia / hijuela / cubrecáliz: cuadrado de tela almidonado que cubre el cáliz mientras está sobre el altar. Evitando que caigan en el cáliz partículas extrañas y sólo se quita en el momento de la Consagración.
  • Velo del cáliz: cubre el cáliz preparado para la Misa. Se usa hasta el ofertorio, momento en el cual se prepara el cáliz para ser consagrado. Es del mismo color litúrgico que los ornamentos y va acompañado de una bolsa para los corporales que se pone encima.
  • Corporal: pieza cuadrada de tela sobre la cual se colocan el cáliz, la patena y copones. También se coloca sobre él la custodia para la exposición con el Santísimo. Debe de ser de lino o cáñamo y no de otro tejido. Puede llevar una cruz tejida.

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Copón

La conservación de la Eucaristía después de celebrada la Misa es una costumbre que arranca de los primeros tiempos del cristianismo, para lo cual ya desde entonces se utilizaba el copón.

Antiguamente en ocasiones los fieles guardaban la Eucaristía, con exquisito cuidado, en sus propias casas. San Cipriano habla de un cofrecito o arca que se tenía en casa para tal fin (De lapsis, 26: PL 4,501). También, por supuesto, se guardaba en las iglesias. Contaban con un espacio llamado secretarium o sacrarium, en el que había una especie de armario (conditorium) donde se guardaba el cofrecito eucarístico. Estos conditorium fueron los primeros sagrarios. Solían ser de madera dura, de marfil o de metal noble; y recibían el nombre de píxides –con tapa plana, sujeta con goznes; o bien, con tapa cónica y en forma de torreta con pie–.

En la baja Edad Media se popularizó la posibilidad de recibir la comunión fuera de la Misa, requiriéndose un mayor tamaño y evolucionando hasta el actual copón: una copa grande que se usa para distribuir la comunión a los fieles y luego guardarla para conservar el cuerpo eucarístico de Cristo. Se cubre, al guardarlo en el sagrario, con un velo circular llamado conopeo, nombre que también recibe el velo que recubre el sagrario del color del tiempo litúrgico.

En los lugares en los que se lleva solemnemente la Sagrada Comunión a los enfermos, se utiliza un copón pequeño del mismo estilo. La pequeña píxide utilizada se hace del mismo material que el del copón. Tiene que ser dorada en el interior, la parte inferior debe tener una ligera elevación en el centro, y debe ser bendecida por la forma Benedictio tabernaculi (Rit. Rom., tit. VIII, XXIII). También recibe el nombre de teca o portaviático y suele ser una caja redonda de materiales nobles.

vasos sagrados

Custodia u ostensorio

La custodia es una urna enmarcada en vidrio en la que se expone públicamente el Santísimo Sacramento. Puede ser de oro, plata, latón o cobre dorado. La forma más adecuada es la del sol que emite sus rayos a todas partes. La luneta (viril o lúnula) es el recipiente que está en medio de la custodia, hecha del mismo material.

La luneta, siempre que contenga el Santísimo Sacramento, se puede colocar en el sagrario dentro de una caja portaviril. Si el sagrario tuviese suficiente espacio para albergar la custodia, entonces ésta se debe cubrir con un velo de seda blanca. También es utilizada para hacer procesiones fuera de la Iglesia en fechas especiales como la Fiesta del Corpus Christi.

Todos estos recipientes deben ser de oro, plata o de otro material, pero dorado en el interior, liso y pulido, y pueden ir coronados por una cruz.

vasos sagrados

Vinajeras

Las vinajeras son dos jarritas pequeñas donde se coloca el agua y el vino necesario para celebrar la Santa Misa. El sacerdote mezcla el vino con un poco de agua y, para ello, tiene una cucharilla de complemento. Suelen ser de vidrio para que el sacerdote pueda identificar el agua del vino, y, además, porque se limpian más fácilmente. No obstante, también se pueden encontrar vinajeras de bronce, plata o estaño.

Acetre

Es un caldero donde se coloca el agua bendita y se utiliza para las aspersiones litúrgicas. Toda el agua que recoge el acetre, se dispersa con el hisopo.

Hisopo

Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa junto con el acetre.

Incensario e incienso

El incensario es un pequeño braserillo metálico suspendido en el aire y sujetado por unas cadenas que se utiliza para quemar el incienso. El incienso se utiliza para manifestar la adoración y simboliza la oración que sube hasta Dios.

Campanilla

Es un utensilio que tiene forma de copa invertida y de tamaño pequeño con un badajo en su interior, que se usa para convocar a la plegaria durante la consagración. Con la campanilla se llama la atención y, además, se expresa un sentimiento de alegría. Las hay de una sola campana o de varias campanillas.

Candelero

Es un soporte donde se coloca la vela que se utiliza en la liturgia como símbolo de Cristo, que es la Luz que guía a todos.

«Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios.
—Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco.
—Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: opus enim bonum operata est in me —una buena obra ha hecho conmigo».

San Josemaría
Camino, punto 527.

Bibliografía

- Augustin Joseph Schulte. "Vasijas de Altar", The Catholic Encyclopedia.
- Sacrosanctum Concilium n. 122-123; CIC cc. 939, 941, 1220 §2.
- Instrucción general del Misal Romano (2002).
- Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004) 117-120.

El comediógrafo Molière y los falsos devotos

Celebración del Año Molière

Francia celebra el Año Molière con motivo del cuarto centenario del nacimiento del gran comediógrafo, el 15 de enero de 1622.

Es un nombre básico en el teatro universal, un actor y autor al que la muerte sorprendió en plena representación de El enfermo imaginario. Molière está asociado para siempre a la vivacidad y la alegría de una compañía de comedias, errante por naturaleza hasta que un poderoso se digna patrocinarla o tomarla a su servicio, tal y como le sucedió a nuestro autor con Luis XIV.

Pero el paso del tiempo ha podido hacer de Molière más un estereotipo que un ser real, y a veces se le ha presentado como alguien opuesto a los poderes establecidos, en particular a la Iglesia, que supuestamente prohibía enterrar a los cómicos en terreno sagrado.

Ningún documento confirma esta afirmación y en el caso de Molière tampoco fue cierta. Pese a todo, el recurso fácil es considerar al autor de Tartufo como un anticlerical y un libertino. En realidad, Molière se limitó a criticar en esta obra la hipocresía de las falsas devociones.

Sin embargo, pretender distinguir las verdaderas de las falsas devociones siempre conlleva riesgos: muchos incrédulos no suelen estar interesados en hacer semejante distinción, pues les obliga a matizar sus juicios, y algunos creyentes son demasiado suspicaces y piensan obstinadamente que su manera de entender la fe es la única aceptable. En realidad, ninguna de las dos posturas tiene el sentido del humor encarnado por la vida y la obra de Molière.

Molière en Tartufo

Molière y los falsos devotos - Artículos de Expertos - Francia
Molière (1622 - 1673) comediógrafo nacido en Francia.

Los marqueses, los médicos, los maridos burlados, las «preciosas» pedantes… habían sido protagonistas de las sátiras de Molière, pero aceptaron de mejor grado estas críticas que los hipócritas religiosos que lucharon para prohibir Tartufo.

No querían admitir, según asegura el autor, que las comedias tienen por propósito corregir los vicios de la sociedad, y que amar o no la escena es cuestión de gustos. Molière escribe en su prólogo a Tartufo que había padres de la Iglesia a los que les gustaba el teatro, y a otros no.

Presentar a un personaje casi siempre arrodillado en el templo, entre suspiros y miradas al cielo y al suelo no significaba atacar a la religión. Resaltar la escrupulosidad de alguien que se sentía molesto por haber matado una pulga distrayéndose en la oración no era criticar a los que rezaban.

Tampoco era signo de ateísmo denunciar la actitud de quienes habían mejorado su fortuna al tiempo que ejercían la adulación y llenaban sus labios de expresiones sobre la humildad, la gracia y las bondades del cielo.

Además, Molière en Tartufo arremete contra la falsa humildad, pues conviene desconfiar de quien se considera a sí mismo como alguien que no vale nada y que por dentro es todo pecado e iniquidad. Pero al final de la comedia, Tartufo, el hipócrita, será desenmascarado porque Orgón, su protector, le escucha decir lo que realmente piensa.

A Tartufo solo le preocupa en realidad el escándalo externo: «Es el escándalo de este mundo lo que hace la ofensa, y no es cuestión de pecar, sino de pecar en silencio». Es un ejemplo de cómo la apariencia de virtud puede llevar a los mayores vicios.

No es exagerado afirmar que la falsa virtud suele estar relacionada con una progresiva pérdida del sentido del pecado. La falsa virtud es hija de la tibieza.

Donde no hay una sólida virtud cristiana, el eje de la vida espiritual no es el amor a Cristo, ni el amor de Cristo, sino el individuo que se busca a sí mismo al querer ganar su salvación con un repertorio de devociones.


Antonio R. Rubio Plo, Licenciado en Historia y en Derecho. Escritor y analista internacional @blogculturayfe / @arubioplo.

Misterios Dolorosos del Santo Rosario

Los misterios dolorosos forman, junto a los misterios gozosos, los misterios luminosos y los misterios gloriosos, la oración completa del Santo Rosario. Estos misterios se rezan exclusivamente los martes y los viernes. Exceptuando durante la Cuaresma, que se suelen rezar también el día domingo.

Recorren todos los momentos de la Pasión de Nuestro Señor. Desde su agonía en el Huerto de los Olivos hasta su muerte en la cruz, con la manifestación palpable de todo su amor por los hombres, y que son el origen del misterio de nuestra salvación.

Por todo ello, el Papa san Juan Pablo II nos dice en la encíclica Rosarium Virginis Mariae, que los misterios dolorosos guían al cristiano a revivir el fallecimiento de Jesús, situándonos a los pies de la cruz y al lado de María, para poder entender con ella el gran amor de Dios.

Primer misterio doloroso: contemplamos La oración de Jesús en el huerto

Y les dice a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras hago oración.

  • Evangelio de san Mateo 14, 36-39:
    Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a sus discípulos: "Sentaos aquí mientras voy a orar". Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: "Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo". Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú".

En el primero de los Misterios Dolorosos contemplamos La oración de Jesús en el huerto

La aceptación incondicional del sufrimiento “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Con el ánimo conmovido volvemos una y otra vez sobre la imagen de Jesús orando que ante su angustia acepta la voluntad del Padre y rechaza las tentaciones del demonio.

¿Soy capaz como Jesús de rechazar las tentaciones y esperar pacientemente aceptando con amor a que se haga la voluntad de Dios, así como Jesús lo hizo?

Señor Jesús, te pido que, cuando decaiga en la oración, tu ejemplo me anime a pesar de que no ocurra lo que esperaba. Ayúdame a aceptar Tu voluntad, a no quedarme dormido en las vigilias más importantes de mi vida.

Segundo misterio doloroso: contemplamos La flagelación del Señor

Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran.

  • Evangelio de san Mateo 27, 26.
    Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

En el segundo de los Misterios Dolorosos contemplamos La flagelación del Señor

Jesús fue atado injustamente y flagelado por pecadores

Este misterio trae al recuerdo del suplicio despiadado, de latigazos innumerables sobre los miembros santos e inmaculados del Señor. La Virgen María, dolorida, lo acompaña durante el sufrimiento. Pensemos con qué preocupación, dolor y amargura muchas madres sufren hoy en día las injusticias, enfermedades o problemas que viven sus hijos.

Señor Jesús, que, ante la injusticia, reine el amor y la paz en mi corazón. Que sepa soportar los flagelos de la vida y pueda perdonar a quienes empuñan el látigo. Ayúdame a levantarme otra vez y a perseverar en la misión que me has encomendado.

Tercer misterio doloroso: contemplamos La coronación de espinas

Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura.

  • Evangelio de san Juan 19, 1-3
    Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: —Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.

En el tercero de los Misterios Dolorosos contemplamos La coronación de espinas

Jesús, encadenado, fue sometido a burla con la corona de espinas

Cada espina rasgaba su piel y la sangre derramada le impedía ver y aun así continuaba su camino a la Cruz. —Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir? Ya no más, Jesús, ya no más... Y un propósito firme y concreto surge en nuestro corazón.

Señor Jesús, que yo sea capaz de comprender a todos mis hermanos y que mis acciones se aten a tu amor misericordioso.

Cuarto misterio doloroso: contemplamos a Jesús con la Cruz a cuestas

Y, cargando con la Cruz, salió hacia el lugar que se llama de la Calavera, en hebreo Gólgota.

  • Evangelio de san Marcos 15, 21-22:
    Y obligaron a uno que pasaba, un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Lo condujeron al lugar del Gólgota, que quiere decir de la Calavera.

En el cuarto de los Misterios Dolorosos se contemplamos a Jesús con la Cruz a cuestas

Jesús lleva la cruz por todos nosotros.

Jesús caminaba con el gran peso de la Cruz que portaba todos nuestros pecados, y su gran amor por nosotros fortalecía cada uno de sus pasos. En este misterio Jesucristo representa al género humano con su continuo caminar por la senda de la vida. Contemplando a Jesucristo que sube al Calvario, aprendemos, antes con el corazón que con la mente, a abrazarnos y besar la cruz, a llevarla con generosidad, con alegría.

Jesús lleva la Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz.

Señor Jesús, que seamos humildes al portar nuestra cruz y que cuando desfallezcamos acudamos al consuelo de nuestra Madre del Cielo la Santa Virgen María.

Quinto misterio doloroso: contemplamos la Muerte de Jesús en la Cruz

Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado de Jesús. Pilato mandó escribir un título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos».

  • Evangelio de san Lucas 23, 33-34:
    Llegados al lugar llamado La Calavera, le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen"... Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: "Padre, en tus manos pongo mis espíritu" y, dicho esto, expiró.

En el quinto de los Misterios Dolorosos se contemplamos la Muerte de Jesús en la Cruz

Jesús realiza su gran sacrificio de amor por todos nosotros

Vida y muerte representan los dos extremos del sacrificio de Cristo: desde su nacimiento en Belén, donde se revela a todos los hombres en su primera aparición en la tierra, hasta el suspiro final que recoge todos los dolores para santificarnos. Y María está junto a la Cruz, como estaba junto al Niño de Belén.

"¡Qué gran sacrificio de amor has hecho Tú, Señor, por nosotros! Despegado de la tierra, entregaste todo lo que tenías, a tu Madre, a tu Espíritu y ¿Qué hacemos nosotros por ti?".

Señor, te pido que me ayudes a ser obediente a tus mandatos y sumiso a todos los preceptos de la Iglesia que fundaste. Ayúdame Señor a desear intensamente “estar contigo en el Paraíso…” a reconocer tu Sacrificio de la Cruz como el acto más grande de amor que pueda existir en el mundo y a acudir a tu encuentro ya que me esperas con los brazos abiertos.

Bibliografía:

Misterios dolorosos del Rosario, san Josemaría Escrivá de Balaguer.
Meditación del Papa Juan XXIII para los misterios dolorosos.

60º aniversario del Concilio Vaticano II

Fe viva, misión y unidad

En su homilía, el Papa Francisco ha construido su predicación en torno a las palabras que Cristo dirige a Pedro en el Evangelio: “¿Me amas? (…) Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15 y 17). 

Fe viva: "¿Me amas?"

Primero una mirada desde lo alto. Esa mirada corresponde a la pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?”. Una pregunta que el Señor nos hace siempre y que hace a la Iglesia. Lejos de las perspectivas pesimistas como también de las perspectivas humanamente demasiado optimistas, y sin entrar en ello, afirma el Papa en línea con los Papas anteriores:

“El Concilio Vaticano II fue una gran respuesta a esa pregunta. Fue para reavivar su amor por lo que la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió como misterio de gracia generado por el amor, se redescubrió como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.

En efecto. Y no se trata de abstracciones pseudoteológicas, sino realidades que pertenecen a la fe. Y no a una fe teórica sino a una fe viva, es decir la fe que obra y vive por el amor (cfr. Ga 5, 6). Y la Iglesia es un “sacramento” (un signo e instrumento) del amor de Dios (cfr. LG, 1).

Y ahora nos toca a nosotros: “Preguntémonos –invita Francisco– si en la Iglesia partimos de Dios, de su mirada enamorada sobre nosotros. Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás”.

Continúa advirtiendo contra dos extremos equivocados: “Estemos atentos: ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo o el ‘involucionismo’ que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad. Son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro”.

Invita Francisco a redescubrir el concilio desde el amor de Dios y desde la esencial misión salvadora de la Iglesia, que ella debe cumplir con alegría (cfr. Juan XXIII, Alocución Gaudet Mater Ecclesia en la inauguración del Concilio Vaticano II, 11-X-1962). Una Iglesia que sepa superar los conflictos y las polémicas para dar testimonio del amor de Dios en Cristo.

«Te damos gracias, Señor, por el don del concilio. Tú que nos amas, líbranos de la presunción de la autosuficiencia y del espíritu de la crítica mundana. Líbranos de la autoexclusión de la unidad. Tú, que nos apacientas con ternura, condúcenos fuera de los recintos de la autorreferencialidad. Tú, que nos quieres una grey unida, líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones, de los 'ismos'. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos” (cfr. Jn 21,17)».

Papa Francisco.

La misión y la unidad: "apacienta mis ovejas"

La segunda mirada, una mirada en medio, es la que corresponde a la misión de la Iglesia. Ella “apacienta” porque es un “pueblo pastoral”, al servicio de la salvación. Así es y lo lleva a cabo contando con la tarea de sus pastores, si bien no exclusivamente, porque la misión de la Iglesia pide una "cooperación orgánica" entre pastores y fieles, cada uno según su condición y vocación, sus ministerios y sus carismas. Esto se está redescubriendo en el proceso del actual sínodo sobre la sinodalidad, que el Papa ha prolongado hasta octubre de 2024.

Esa mirada –prosigue el Papa– lleva a “estar en el mundo con los demás y sin sentirnos jamás por encima de los demás, como servidores del Reino de Dios (cfr. LG 5), y sin clericalismo".

La mirada tercera: es una mirada de conjunto. Porque se trata, dice Jesús a Pedro, de apacentar “mis ovejas”, todas las ovejas, observa el Papa, y no solo algunas. Pues eso sería ceder ante la polarización (dedicarse solo a una parte de las ovejas). Y, por tanto, desgarrar el corazón de la Iglesia-madre. Nuestra mirada debe ser la que busca la unidad, la comunión eclesial, evitando la desunión y los extremismos.

Importancia de la unidad: “Todos Iglesia, todos. El Señor no nos quiere así, nosotros somos sus ovejas, su rebaño, y sólo lo somos juntos, unidos. Superemos las polarizaciones y defendamos la comunión, convirtámonos cada vez más en ‘una sola cosa’ (…) Dejemos aparte los ‘ismos’ –tanto el progresismo como el tradicionalismo–, al pueblo de Dios no le agrada esta polarización. El pueblo de Dios es el santo pueblo fiel de Dios, esta es la Iglesia”.

El mensaje del Papa se mueve, pues, en estas coordenadas: fe viva, misión, unidad.

En estos días se han publicado y se publican algunos artículos que airean lo que consideran el fundamental fracaso del Concilio. Uno de ellos es el de R. Douthat (“How catholics became prisoners of Vatican II”, New York Times, 11-X-2022). El autor sostiene, además, que el Vaticano II era necesario y que no puede deshacerse. Por ello no queda más remedio –concluye– que intentar resolver las contradicciones que nos legó. De modo que el catolicismo que un día llegará a superar el Concilio “seguirá marcado por las roturas innecesarias creadas por su intento de reforma necesaria”. Una perspectiva que, me parece, no ayuda precisamente a comprender la realidad del Concilio, ni el momento actual de la Iglesia y su misión.

Don Ramiro Pellitero Iglesias
Profesor de Teología pastoral
Facultad de Teología
Universidad de Navarra

 

Publicado en “Iglesia y nueva evangelización”

Fratelli tutti: amistad y fraternidad

Esas convicciones cristianas de Fratelli tutti están recogidas en la referencia al concilio Vaticano II: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (Gaudium et spes, 1).

Fratelli tutti una encíclica social

Por tanto, arranca desde una mirada al mundo que “es más que una aséptica descripción de la realidad”. Fratelli tutti supone un “intento de buscar una luz en medio de lo que estamos viviendo”, una búsqueda abierta al diálogo y con el fin de “plantear unas líneas de acción” (56).

El método es el propio del discernimiento ético y pastoral, que trata, como indica la palabra, de distinguir el camino del bien para encauzar, superando los riesgos de las polarizaciones unilaterales, el obrar personal en el contexto de la sociedad y de las culturas.

Al tratar de la fraternidad y la amistad social, en Fratelli tutti, el Papa declara que se detiene en la dimensión universal de la fraternidad. No en vano una de las claves del documento es el rechazo del individualismo. “Todos somos hermanos”, miembros de la misma familia humana, que procede de un solo Creador, y que navega en la misma barca

La globalización nos manifiesta la necesidad que tenemos de colaborar para promover juntos el bien común y el cuidado de la vida, el diálogo y la paz.

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Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social es una encíclica social, escrita desde las “convicciones cristianas”.

Fratelli tutti en un mundo marcado por el individualismo

Aunque no falta el reconocimiento de los avances científico-tecnológicos y de los esfuerzos de muchos por hacer el bien –como se ha visto con ocasión de la pandemia–, la mirada se encuentra ante “las sombras de un mundo cerrado” (capítulo 1): manipulaciones, injusticias y egoísmos, conflictos, miedos y “cultura de los muros”, xenofobia y desprecio de los débiles.

Se rompen los sueños, falta un proyecto común y es patente la dificultad para responder ante las crisis personales y sociales. “Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia” (12).

Todo ello manifiesta la “acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos” (13) y acontece ante “un silencio internacional inaceptable” (29). Para superar el cinismo, llenar el vacío de sentido de la vida y evitar la violencia necesitamos, dice el Papa, "recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad" (36).

Apertura al mundo desde el corazón para Fratelli tutti

​¿Cómo responder a esa situación? ¿Cómo lograr una verdadera apertura al mundo, es decir, una comunicación que nos haga mejores y contribuya a mejorar la sociedad?

El evangelio presenta la figura del buen samaritano (capítulo 2: “Un extraño en el camino”). En él nos queda claro que "la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro" (n. 66).

Estamos hechos para una plenitud que solo se alcanza en el amor: “No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede 'a un costado de la vida'. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano" (68).

En nuestras vidas hay siempre una oportunidad para recomenzar a vivir la fraternidad. Para responder a la pregunta ¿quién es mi prójimo?, Jesús "no nos invita a preguntarnos quienes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos" (80).

Por eso no hay excusas para la esclavitud, los nacionalismos cerrados y los maltratos hacia los que son diferentes: "Es importante que la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos" (86).

La apertura es palabra clave en Fratelli tutti. Para “pensar y gestar un mundo abierto” (título del capítulo 3), se necesita “un corazón abierto al mundo entero” (capítulo 4). Una garantía es la apertura a la trascendencia, la apertura a Dios, la apertura al Padre de todos: «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16).

Declara Francisco: “Me sentí especialmente estimulado por el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, con quien me encontré en Abu Dabi para recordar que Dios ‘ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos’ (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4-II-2019) (5).

Para los cristianos, “la fe colma de motivaciones inauditas en reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que ‘con ello le confiere una dignitidad infinita’ (Juan Pablo II, Mensaje a los discapacitados, 16-XI-1980)” (85). Prueba de ello es que “Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal” (Ib.).

Verdad y dignidad

En el trasfondo de esa dimensión universal de la fraternidad humana que el Papa desea impulsar, está lo que verdaderamente vale, porque no todo vale lo mismo: “Una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura» (Juan Pablo II, Discurso 2-II-1987) (146). La verdad se descubre con la sabiduría, que comporta el encuentro con la realidad (cf. n. 47).

La verdad no se impone ni se defiende violentamente, sino que se abre en el amor. También la verdad de la dignidad humana: “la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno” (39). A la vez, la relación del amor con la verdad le protege de ser mero sentimentalismo, individualismo o humanismo cerrado a la trascendencia (cf. 184),

Diálogo, encuentro, búsqueda de la paz

El verdadero diálogo (ver capítulo 6: “Diálogo y amistad social”) no tiene que ver con la mera negociación en busca de beneficios particulares: "Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que esos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad" (202).

Tampoco el diálogo tiene que ver con los consensos manipulados o los relativismos impuestos: “Ante las normas morales que prohíben el mal intrínseco no hay privilegios ni excepciones para nadie. No hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante las exigencias morales somos todos absolutamente iguales” (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, 96) (209).

Se hace necesario buscar una nueva cultura que recupere la amabilidad. Recomenzar, en efecto, desde la verdad, junto con la justicia y la misericordia, y la artesanía de la paz (ver capítulo 7: “Caminos de reencuentro”). Por eso hay que oponerse a la guerra y a la pena de muerte. Y las religiones están llamadas a colaborar en primera línea en ese proyecto (cf. capítulo 8: "Las religiones, al servicio de la fraternidad en el mundo"). No se puede hacer callar a Dios ni en la sociedad ni en el corazón del hombre:

“Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados” (274). Los cristianos creemos que en Él se encuentra el auténtico manantial de la dignidad humana y de la fraternidad universal (cf. 277).


Don Ramiro Pellitero Iglesias, profesor de Teología pastoral de la Facultad de Teología en la Universidad de Navarra.

Publicado en Iglesia y nueva evangelización

Oración en tiempos inciertos

Porque existen hoy tantas situaciones de injusticia, de guerra y de olvido interesado en muchos rincones del mundo. Escuchemos la petición de ayuda de los cristianos perseguidos en multitud de países, los pobres, los niños de la explotación sexual y las mujeres maltratadas en países donde las protestas son sistemáticamente aplacada. Son muchos los silenciados por el terrorismo o por intereses económicos. No podemos quedarnos indiferentes ante los desastres climáticos que dejan a muchos sin recursos, ni ante la cantidad de familias enteras que se ahogan en silencio con el sueño no cumplido de llegar a Europa por mar. Hoy, el mundo entero vive una situación de incertidumbre política, económica y cultural que inquieta. También hoy vemos en soledad a miles de ancianos, abandonados en las grandes ciudades de todo el planeta. Y sin olvidarnos de Ucrania, Siria, Afganistán hasta un total de 57 conflictos armados, de las que no se habla.

Como cristianos no podemos dejar en silencio tantas realidades por las que debemos orar unidos. Queremos ser un cuerpo unido que sufre y celebra como familia. Este es nuestro camino hacia la Pascua, y el sentido de unión, con María y José, que ya al pie de tantas cruces de la historia, visibles e invisibles, anuncia la mañana de resurrección. "Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta de Dios Nuestro Señor: y eso es oración". San Josemaría, Forja 73.

Orar es despertar y ponerse en camino, en comunión.

"Si el cristianismo -decía Juan Pablo II- ha de distinguirse en nuestro tiempo, sobre todo, por el arte de la oración. ¿Cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!".

San Josemaría la define como necesaria para la vida espiritual. La oración es la respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle, y actualiza la fe en la presencia de Dios y de su amor. Esta puede ser a veces una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras, una petición, con palabras; otras, el ofrecimiento de las buenas obras, un rosario en familia, asistir a la Santa Misa o embarcarnos en una piadosa novena.

"Orar es el camino para atajar todos los males que padecemos". Forja, 76. Y no hay dos ratos de oración iguales. El Espíritu Santo, fuente de continua novedad, toma la iniciativa, actúa y espera. "Fruto de la acción del Espíritu Santo que, infundiendo y estimulando la fe, la esperanza y el amor, lleva a crecer en la presencia de Dios, hasta saberse a la vez en la tierra, en la que se vive y trabaja, y en el cielo, presente por la gracia en el propio corazón”. San Josemaría, Conversaciones, 116.

Hacen falta “cristianos verdaderos, hombres y mujeres íntegros capaces de afrontar con espíritu abierto las situaciones que la vida les depare, de servir a sus conciudadanos y de contribuir a la solución de los grandes problemas de la humanidad, de llevar el testimonio de Cristo donde se encuentren más tarde, en la sociedad”. Es Cristo que pasa, 28.

San Josemaría Escrivá.

El antídoto para tiempos inciertos: la oración

A veces pareciera que la oración, con ser algo importante, difícilmente puede frenar algo tan grande como un conflicto armado o las injusticias sociales. Pero ya ha demostrado que puede prevenir guerras o, si éstas ya están sucediendo, minimizar sus efectos o hasta acabar con ellas. Un ejemplo de esta situación sucedió con las apariciones de Fátima. Cuando el 13 de mayo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, la Virgen María pidió: “Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.

Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Dios es el que toma la iniciativa en la oración, poniendo en nosotros el deseo de buscarle, de hablarle, de compartir con Él nuestra vida. La persona que reza, que se dispone a escuchar a Dios y a hablarle, responde a esa iniciativa divina. Cuando rezamos, es decir, cuando hablamos con Dios, el que ora es todo el hombre. Para designar el lugar de donde brota la oración, la Biblia habla a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces): Es el corazón el que ora.

Por ello, “La oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada”. San Josemaría, Surco, n. 464. Debemos despertarnos no al terror a las dificultades, sino a la valentía humilde de quienes se unen, como los primeros cristianos, para orar con la convicción cierta de que Jesús en la cruz es el vencedor de la Historia.

Porque el Dios de nuestra fe no es un ser lejano, que contempla indiferente la suerte de los hombres. Es un Padre que ama ardientemente a sus hijos, un Dios creador que se desborda en cariño por sus criaturas. Y concede al hombre el gran privilegio de poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo transitorio. San Josemaría, Discursos sobre la Universidad.

Todos estamos en la misma lucha

San Pablo dice, si una parte del cuerpo sufre, todos nosotros sufrimos. Como cristianos estamos contra el sufrimiento, la guerra, la desesperanza y la falta de libertades. Estamos junto a los que sufren, aunque no sean noticia. “La actualidad pone en evidencia muchas veces que estamos indignados, pero no despierto; asustados, pero no en pie; enfadados, pero no en camino; solidarios con los de lejos, pero no tan atentos a los cercanos; generosos, pero a salvo en nuestros recintos de confort. Orar es despertar a lo que no estamos viendo y reconociendo de nosotros mismos, de nuestra familia, comunidad y país, en esta hora crucial del mundo y de la Iglesia. Cómo sería nuestra oración si teniendo nosotros de sobra, en el comer y el vestir, en casa y techo, vemos pasar esas caravanas de madres con sus hijos y no ofrecemos, no digo aquello que nos hace falta a nosotros, sino lo que no usamos y tenemos vacío. Debemos abrir el corazón, acoger y recibir a Jesús que pide posada". Miguel Márquez Calle, G. Carmelita.

oración en tiempos inciertos

El papa Francisco pide a todos los cristianos que oremos "para que aquellos que sufren encuentren caminos de vida, dejándose tocar por el Corazón de Jesús".

Para que nuestra oración sea efectiva

El Papa Francisco nos lo cuenta en su Catequesis sobre la oración que comenzó el 6 de mayo de 2020. “Ante todas estas dificultades no tenemos que desalentarnos, sino seguir rezando con humildad y confianza”, Papa Francisco.

Recogimiento contra las distracciones

La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e intención, conciencia de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con Él. Condición para que todo eso sea posible es el recogimiento. Esta actitud es esencial en los momentos dedicados especialmente a la oración, cortando con otras tareas y procurando evitar las distracciones. Pero no ha de quedar limitada a esos tiempos, sino que debe extenderse hasta llegar al recogimiento habitual, que se identifica con una fe y un amor que, llenando el corazón, llevan a procurar vivir la totalidad de las acciones en referencia a Dios, ya sea expresa o implícitamente.

Esperanza contra la aridez

Muchas veces estamos decaídos, es decir que no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises..., ¡y los hay, muchos, en la vida! Pero el peligro está en tener el corazón gris. Cuando este “estar decaído” llega al corazón y lo enferma…, y hay gente que vive con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir la consolación con el corazón gris! O no se puede llevar adelante una aridez espiritual con el corazón gris. El corazón debe estar abierto y luminoso, para que entre la luz del Señor. Y si no entra, es necesario esperarla con esperanza. Pero no cerrarla en el gris.

Perseverancia contra la acedia

Que es una auténtica tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana. La acedia es «una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón» CIC, 2733. Es uno de los siete “pecados capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma. En estos momentos, se pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la oración: la perseverancia. La razón de ser de la oración no es la obtención de beneficios, ni la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la comunión con Dios; de ahí la necesidad y el valor de la perseverancia en la oración, que es siempre, con aliento y gozo o sin ellos, un encuentro vivo con Dios. Catecismo 2742-2745, 2746-2751.

Confianza

Sin una confianza plena en Dios y en su amor, no habrá oración, al menos oración sincera y capaz de superar las pruebas y las dificultades. No se trata sólo de la confianza en que una determinada petición sea atendida, sino de la seguridad que se tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante quien se puede por tanto abrir sin reservas el propio corazón. Catecismo , 2734-2741.

Bibliografía

- Opusdei.org.
-Catequesis del papa Francisco sobre la oración, 2020.
-Catecismo de la Iglesia Católica.
- Carmelitaniscalzi.com.
-Juan Pablo II, Litt. Enc. Ecclesia de Eucharistia, 2004.
-San Josemaría, Discursos sobre la Universidad. El compromiso de la verdad (9.V.74).