Cuando conoces a Rocío Fumanal, todos tus problemas se esfuman. Irradia esperanza y logra que desaparezcan tus quejas. Esta chica de 22 años consigue transmitir un nuevo brío en tu vida. Es un ejemplo de fortaleza. El destino de Rocío cambió totalmente tras sufrir un accidente de coche cuando se disponía a colaborar como monitora en un campamento juvenil de verano. Cuenta que su madre, desde el cielo, le salvó la vida. «Sentí su abrazo. Mi madre me dio una segunda oportunidad para vivir, y sé que ahora vivo por las dos».
Tras ocho meses en el hospital de parapléjicos de Toledo, ha regresado a casa junto a su padre y sus tres hermanas, sus grandes apoyos. Y su silla de ruedas. En el hospital contagió optimismo y vitalidad a sus compañeros. «Una chica entró con un cáncer de médula, nos hicimos como hermanas. Antes de morir, se bautizó, se confirmó e hizo la Comunión. Dios me puso a su lado», relata Rocío.
Porque para Rocío Fumanal, «la esperanza es lo último que se pierde. Es lo que siempre les decía a mis compañeros del hospital, mi otra gran familia. Tenía miedo de salir de allí, de enfrentarme a la vida. Pero aquí estoy para lo que Dios quiera».
En el hospital testimonió su fe y a todos les habló de la Fundación CARF y de la labor que hace por los sacerdotes diocesanos y por los seminaristas y las vocaciones de todos los continentes. «Conocí la Fundación CARF en el viaje que organiza a Roma. ¡Qué importante es que los sacerdotes reciban una buena formación!», afirma Rocío.
Rocío Fumanal es, desde entonces, benefactora joven de la Fundación CARF. Es consciente de que, a pesar de haber quedado parapléjica de piernas, tiene una misión que cumplir. «Como católicos sabemos que Dios tiene una historia para cada uno. Nos manda baches para que confiemos en Él y para que seamos ejemplo».
Lo pasó mal, no lo niega, se rebeló, se rapó el pelo... «Cuando la furgoneta volcó, tardaron una hora en sacarme. Sufrí muchísimo. Nunca se termina de superar que antes podía andar y ahora no. Pero he vuelto a recobrar la ilusión y las fuerzas para reanudar mis estudios de Magisterio Infantil y aprender el lenguaje de signos. La silla la necesito para el trasero, pero no para la cabeza”, bromea. Además, juega al tenis, practica handbike y va a probar con el pádel.
Aunque le han dicho que su discapacidad es irreversible, sueña con un milagro. “Dios me va a conceder algo grande”, y sonríe, porque el propósito de Rocío es que la vean con buena cara. En verano ha realizado el Camino de Santiago con un grupo de amigos de la Orden de Malta. No piensa decaer. Lo promete: palabra de Rocío Fumanal.
Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.
Publicado originalmente en 2019 en el Boletín de la Fundación CARF.