La felicidad le llegó de la mano de Padre Pío. Y ahora estudia Teología y Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (PUSC), junto a veinte Hermanos de su congregación los Siervos del Corazón Inmaculado de María, entre seminaristas y sacerdotes.
Guilherme nació el 26 de octubre de 2003 en Aracaju, la capital del estado de Sergipe, en el noreste de Brasil, una ciudad conocida por su clima cálido, sus extensas playas y su ambiente tranquilo a orillas del océano Atlántico. Hoy vive en Roma y se encuentra cursando el segundo año del bienio filosófico, para luego empezar el trienio de estudios teológicos, en la PUSC.
Guilherme Silva es seminarista del instituto religioso de los Siervos del Corazón Inmaculado de María. Viene de una familia católica, aunque no asistía a Misa todos los domingos y rezaba poco el rosario. En su casa es el menor; tiene una hermana que es cuatro años mayor que él.
Su madre siempre procuró que su hermana y él recibieran al menos los sacramentos iniciales y luego les dio la libertad de elegir si querían continuar o no en el camino de la fe. Para Guilherme, eso fue algo muy positivo, al menos hasta los 14 años, momento en el que su vida comenzó a cambiar de una manera particular.
La adolescencia y algunas heridas interiores provocaron en él un alejamiento de Dios y una búsqueda equivocada de la felicidad.
Con 12 años y durante ese período, comenzó a vivir ciertas experiencias negativas propias de la adolescencia, influenciado sobre todo por amistades poco edificantes que tenía, especialmente en la escuela. A esto se sumaban algunas heridas interiores que arrastraba desde tiempo atrás, lo que le llevó a buscar la felicidad en cosas que creía buenas, pero que en realidad no lo eran.
Poco a poco, comenzó a dejar a Dios de lado. Sólo mantenía un vínculo con Él a través de una pastoral en su parroquia, donde colaboraba como auxiliar de catequista. Esa era una de las pocas cosas que aún hacía dentro de la Iglesia.
Sin embargo, en medio de todo eso, creció dentro de él una profunda tristeza y una búsqueda constante de sentido para su vida. Sentía la necesidad de encontrar una «causa» por la cual entregar su existencia.
En esa época comenzó el curso de Confirmación, y lo hizo con buena voluntad, porque sentía que eso le llevaría a algo bueno. De hecho, vivió muchas experiencias hermosas durante aquel año (hablamos de 2018, cuando cumplió 15 años). Además, se reencontró con un amigo que le invitaba con frecuencia a la Misa dominical.
En su parroquia había un grupo de jóvenes al que deseaba mucho unirse, pero por algunas dificultades –como la distancia y el horario– le resultaba complicado. Sin embargo, después de recibir la Confirmación, se mudó de barrio y estaba más cerca de la parroquia. Pocas semanas después, comenzó a participar en el grupo de jóvenes.
¡Eso cambió su vida de una manera increíble! Conoció a otros jóvenes que tenían el mismo deseo que él: entregar la vida por una causa que realmente valiera la pena, Jesús. Eran pocos, pero teníamos una sed inmensa de algo más.
Guilherme comenzó a conocer la vida de los santos, el Catecismo de la Iglesia Católica, la tradición… Todo eso le ayudaba a dejar atrás los vicios y a buscar las virtudes. A ese período de su vida lo llamó su conversión, aunque no fue solo la suya, también la de su familia.
De hecho, ellos veían que ya no era el mismo: «mis amistades cambiaron, mis argumentos también, incluso mi forma de vestir. Pero, sobre todo, había una novedad esencial en mi vida: la oración».
La oración era la que iniciaba mis días, los llenaba y los cerraba. ¡La felicidad que tanto buscaba estaba presente!
Guilherme se sentía solo y deseaba un amor: alguien a quien amar. Entonces comenzó a pedirle a Dios que le permitiera encontrar a una joven que buscara lo mismo que él: ser santo. Esto fue en 2019.
Algún tiempo después, en el grupo de jóvenes, vieron una película sobre la vida de san Padre Pío. Su vida y su entrega total a Dios fueron como un golpe en lo más profundo de su ser: «ya no era el mismo. Por más que intentara seguir con mi vida como si nada hubiera cambiado, no podía».
Había una joven que le interesaba mucho, pero después de aquel «encuentro» con el Padre Pío, ya no encontraba sentido en seguir adelante con esa idea, ni con ninguna otra. Lo que ardía en su corazón era otro deseo: «quería hacerme religioso».
Guilherme confió ese deseo a un amigo que formaba parte del mismo grupo de jóvenes y que ya estaba recorriendo un camino vocacional. «Al acoger mi apertura de corazón, me invitó a la comunidad de los Siervos del Corazón Inmaculado de María para participar en una celebración el 13 de octubre, en honor a la aparición de Nuestra Señora en Fátima.
Allí me confesé y participé en la Misa. Todo lo que viví ese día tocó profundamente mi corazón. Volví algunas veces más, pero la comunidad estaba muy lejos de mi casa y, por mi falta de perseverancia, dejé de frecuentarla durante un año».
La vida parroquial de Guilherme se volvía cada vez más activa y, para discernir y alimentar aún más su vocación, en el año 2020 entró en la pastoral de monaguillos. Al final de ese mismo año, regresó a la comunidad, decidido a retomar el camino vocacional con los Siervos, y así fue.
Mientras tanto, terminó la escuela y fue aceptado en la Universidad Federal de su estado. Sin embargo, para poder vivir un año de experiencia dentro de la comunidad, decidió renunciar a su tan soñada plaza universitaria. Desde 2021 hasta agosto de 2023 estuvo activo en la comunidad como laico consagrado y "vocacionado".
«Viví tantas experiencias hermosas: misiones marianas, encuentros con jóvenes y niños en el oratorio… Conocí a muchas personas que enriquecieron mi vida con sus buenos ejemplos, especialmente en las parroquias por las que pasé».
En agosto de 2023 llegó a Italia, confiando a su familia y amigos a los cuidados de Jesús, para poder seguirlo más de cerca e iniciar su formación en el seminario. Actualmente cursa el segundo año del postulantado y también el segundo año de Filosofía.
«Cada día estoy más agradecido al Señor por la gracia de haber recibido una llamada particular, pero aún más por haber podido responderle».
Su camino vocacional y de conversión está impulsado por el amor infinito que recibo de Dios cada día, y también por la sanación de tantas heridas que Él ha permitido en mi vida. «Le ofrezco mi existencia diariamente, para que pueda ser instrumento de sanación y canal de gracia para tantas otras personas; para que descubran cuánto amor las envuelve y quién es el que las ama: ¡el Amor! Y a ese Amor sólo se le puede responder amando».
Guilherme desea expresar también su sincero agradecimiento a los benefactores de la Fundación CARF, quienes hacen posible que pueda continuar su formación en una universidad de tan alta calidad. «Les aseguro mis oraciones cada día, y les pido que me tengan presentes en las suyas, para que pueda seguir firme y siempre fiel a los santos designios de Dios».
Gerardo Ferrara, Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio. Responsable de alumnado de la Universidad de la Santa Cruz de Roma.