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Fundación CARF

16 junio, 25

Sacerdote católico polaco con alzacuellos y gafas, de pie junto a un crucifijo de madera colgado en la pared.

Krzysztof Patejuk, un sacerdote de Polonia enamorado de España

El padre Krzysztof Patejuk quería ser periodista y ese era su camino cuando, incluso teniendo novia, Dios le llamo con fuerza en la universidad. Ahora ya como sacerdote y experto canonista desarrolla una importante labor pastoral en su diócesis natal de Warmia.

Polonia es un país que se mantiene como un faro para el catolicismo, pero que a su vez se enfrenta a importantes desafíos que hacen que la Iglesia tenga aun, si cabe, un papel más trascendental. El más evidente es el de la guerra entre Rusia y Ucrania que se libra junto a su frontera y la amenaza de
una posible invasión de su territorio. Mientras tanto, y en plena escalada de rearme, la Iglesia Católica en Polonia tiene dos grandes frentes, de los que habla a la Fundación CARF el sacerdote Krzysztof Patejuk.

El papel del sacerdote es fundamental en estos tiempos de crisis. Por un lado, resalta la acogida que han podido realizar de cientos de miles de refugiados ucranianos. «El reto para la Iglesia es el cuidado pastoral y social de estas personas, y hasta ahora las instituciones eclesiales han estado a la altura», afirma. Y por otro lado, destaca el desafío de un país tradicionalmente católico que ve como actualmente está experimentando un proceso bastante rápido de secularización, especialmente entre los jóvenes».

Krysztof Patejuk, sacerdote polaco con una estola morada estrechando la mano de un hombre vestido de civil, mientras otros dos hombres vestidos con sotanas blancas observan. Uno de ellos sostiene un micrófono. La escena tiene lugar dentro de una iglesia.
Bienvenida de don Krzysztof a un feligrés durante una celebración en la iglesia.

Precisamente, él mismo representa a esta juventud que ha crecido en un ambiente católico, de ahí que conozca perfectamente las necesidades espirituales de su generación. En este sentido, el padre Patejuk confiesa que la transmisión de la fe se dio en su hogar de manera muy natural.

«Desde pequeño asistía con mis padres y mi hermano a la Eucaristía dominical, rezábamos juntos en casa y participábamos en celebraciones litúrgicas propias de cada tiempo. Mis padres siempre me apoyaron en mi servicio como monaguillo y en los retiros de verano. Pero, sobre todo, crearon un ambiente de amor, apoyo y libertad que me permitió buscar por mí mismo mi camino de fe», asegura este sacerdote de Polonia.

Desde niño siempre quiso ser periodista, pues le apasionaba la literatura y los medios de comunicación. Incluso llegó a empezar la carrera de Periodismo, pero Dios tenía otros planes para él y, tras un año en la universidad, y viviendo un profundo proceso de discernimiento, comprendió que su verdadero camino estaba en el seminario.

Cuatro niños y un sacerodte polaco vestidos con túnicas litúrgicas blancas y doradas dentro de una iglesia. Los niños llevan cruces al cuello y el sacerdote lleva una estola. Al fondo se ven arcos de ladrillo y un altar con un crucifijo.
Un grupo de jóvenes monaguillos y Krzysztof Patejuk en su parroquia.

Una experiencia intelectual maravillosa

Don Krzysztof describe su llamada para ser sacerdote con palabras que revelan con gran claridad el profundo combate interior que experimentó: «Dios me habló de forma muy fuerte. Tras aprobar los exámenes de verano en la universidad, sentí en mi corazón, como un fuego ardiente; una llamada a entrar al seminario y ser sacerdote.

Me resistí durante mucho tiempo, porque estaba cumpliendo mis sueños y tenía novia. Pero finalmente Dios me habló a través de un pasaje del profeta Jeremías, que describía perfectamente mi lucha interior durante ese verano: "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me venciste…" había en mi corazón como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; me esforzaba por contenerlo, y no podía. Me rendí a su voluntad y entré al seminario, decisión de la que no me arrepiento».

Una vez ya ordenado sacerdote su obispo envió a don Krzysztof Patejuk a estudiar Derecho Canónico a la Universidad de Navarra, en Pamplona, etapa de la que confiesa que guarda una «experiencia maravillosa a nivel intelectual».

En Pamplona asegura que no sólo le enseñaron Derecho, sino que sus profesores lograron que lo amara, lo cual hoy es una ayuda inmensa en su labor como juez en el tribunal eclesiástico de la archidiócesis polaca de Warmia.

«Fue un tiempo de gran riqueza espiritual y pastoral, por mi contacto con compañeros de todo el mundo y por mi servicio en la parroquia de San Miguel Arcángel. Ese tiempo me permitió profundizar en mi fe y amor por la Iglesia», añade con convicción.

Hoy la formación recibida es fundamental para su diócesis de origen. Y no destaca únicamente la dimensión académica sino también la humana. De este modo, el padre Patejuk explica que «el amor por el derecho que me transmitieron los profesores me facilita tratar con humanidad y justicia los casos difíciles de nulidad matrimonial. También aprendí que esta tarea no es meramente administrativa, sino profundamente pastoral».

Krisztof Patejuk, con gafas, vestido con una sotana negra y cuello romano, de pie frente a una pared blanca con un logotipo azul de una paloma y el texto "SOLI DEO OMNIA".
El sacerdote de Polonia Krzysztof Patejuk en la oficina de la parroquia.

Enamorado de Pamplona y de España

Don Krzysztof destaca que el aprendizaje del español que estudió en Pamplona le permite ahora acompañar a estudiantes internacionales en su labor como capellán universitario. Su amor por la cultura española –agrega con entusiasmo– «me impulsa a volver cada año para descubrir nuevos lugares de este hermoso país».

Han pasado diez años desde la ordenación de este sacerdote de Polonia, y desde su propia experiencia
pastoral considera que «lo más importante para afrontar los desafíos del sacerdocio es la fidelidad a la celebración de la Eucaristía, la oración personal y vivir cerca de la gente, acompañándola en su camino».
Es más, añade con humidad, le ayuda mucho recordar que «no estoy por encima de las personas, sino que soy, como ellas, discípulo del Señor, su hermano, y también yo puedo contar con ellas en mi propio camino de fe».

Por último, el sacerdote de Polonia, Krzysztof Patejuk, tiene un especial recuerdo y palabras de profundo agradecimiento para los benefactores de la Fundación CARF: «Gracias a vuestro apoyo, pude vivir un tiempo de estudios inolvidable en Pamplona, de encuentro con la Iglesia y de crecimiento espiritual, especialmente a través de la formación ofrecida por el Opus Dei. Sé que esta experiencia ha sido clave para mi sacerdocio, y sin vosotros, yo no sería el mismo sacerdote que soy hoy».

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