Davide cuenta su testimonio de conversión: nació en Brescia, al norte de Italia, en 1999. Sus padres le educaron en la fe desde la infancia y frecuentaban ambientes católicos. Guarda muy buenos recuerdos de su niñez: «la catequesis, la Misa dominical donde ayudaba como monaguillo y los numerosos partidos de fútbol en el campo de la parroquia. Gracias a Dios puedo decir que tuve una buena infancia».
En 2013 su madre comenzó a asistir a unos encuentros semanales que ofrecían las Siervas del Hogar de la Madre –que habían llegado a la parroquia en 2010– y donde había muchos testimonios de conversión. A partir de estos encuentros el clima espiritual en casa empezó a crecer. Ese mismo año se organizó el primer encuentro con las Siervas abierto a los jóvenes. Fue el primero de muchos que se sucedieron a lo largo de los años.
A los quince años empezó a alejarse de la vida de la gracia, lo que le llevó a tomar decisiones no muy acertadas. Además, la inmadurez típica de la edad no ayudaba. Dejándose llevar por algunos de sus compañeros de clase, empezó a odiar a Dios y a Nuestra Madre: «empecé a blasfemar y a no ir a Misa los domingos sin que se enterasen mis padres». Su rendimiento escolar empezó a bajar. «Llegué a mediados de marzo con 6 de 11 asignaturas suspendidas. Pasé de ser un chico alegre y despreocupado a experimentar una profunda tristeza y amargura, que se convertía fácilmente en ira. Una ira que a menudo descargaba contra las personas que más me querían: mis padres». Sin embargo, la cercanía de sus progenitores fue decisiva. Le ofrecieron una oportunidad que influiría en su futuro para siempre.
En 2015 sus padres le invitaron a pasar una temporada en Las Presillas (España) con los Siervos del Hogar de la Madre. Aceptó la propuesta como una alternativa mejor a tener que pasarse el verano estudiando. «Me encontré viviendo en una casa con 7 religiosos, y puedo asegurar que no fue fácil: estaba en un país extranjero, cuyo idioma desconocía, ajeno a su forma de vida, no apreciaba la comida y en los ratos de oración aprovechaba para dormirme o pensar en las musarañas».
De repente, la gracia de Dios tocó su corazón. Empezó a ver lo hermoso que era vivir en esta comunidad, a apreciar la Misa y las horas santas diarias, a rezar el rosario por la Virgen con gusto y amor, y a disfrutar de la alegría de la vida comunitaria. Al volver al vivir en gracia, «regresaron a mi corazón la paz, la serenidad y el entusiasmo. Etimológicamente, entusiasmo significa “vivir en Dios”. Abriéndome al Señor y a Nuestra Madre, empecé a sentirme cada vez más atraído por esta forma de vivir. El precio de lo que tenía que dejar me parecía menos importante que lo que estaba adquiriendo».
Después de cuatro meses regresó a Italia convencido de haber descubierto lo que de verdad quería hacer en la vida. Sin embargo, su testimonio de conversión no acaba aquí. «Cometí el error de creer que podía vivir como el Señor quería, pero sin el Señor. No entendí lo que Jesús nos recuerda en el Evangelio, que sin Él no podemos hacer nada. Así fue como emprendí un camino que volvió a alejarme de Dios».
Poco a poco fue dejando la oración y dejando que le absorbieran las propuestas del mundo. A los 17 años empezó a fumar hachís y marihuana. El efecto de estas sustancias desataba en él la alegría que siempre había querido experimentar. Pero pronto pasó de ser una forma de divertirse en las fiestas a una necesidad. Al cumplir los 18 ya podría beber sin problemas en los bares. «Vivía esperando el fin de semana para poder divertirme con mis amigos». A pesar de todo, nunca dejó de asistir a los encuentros de los Siervos del Hogar de la Madre. Aunque no quería admitirlo, su alma anhelaba descansar en el Señor.
Con este estilo de vida, «mi prioridad era el placer». El estudio pasó a un segundo plano. Volvió a suspender y sus padres volvieron a tomar cartas en el asunto. Le enviaron a trabajar durante la mayor parte del verano a una fábrica como obrero, con la esperanza de que la experiencia le ayudara a madurar. En septiembre volvió al colegio y finalmente se graduó el 17 de junio de 2020. El 6 de julio ya estaba trabajando. «Me gustaba el trabajo y había buen ambiente entre los compañeros. Tenía todo lo que había deseado durante años: dinero para mis vicios y libertad de movimientos y horarios. Sin embargo, había algo que me dejaba insatisfecho. Constantemente tenía la sensación de que me faltaba algo, y este pensamiento se volvía cada vez más molesto. No me dejaba tranquilo».
El 11 de abril de 2021, día de la Divina Misericordia, cansado de esta situación interior que se prolongaba desde hacía meses, «tomé la decisión más importante de mi vida: abrir mi corazón a Jesús. Así comencé un camino de discernimiento con un sacerdote que conocía desde hacía años. Mi prioridad pasó entonces a volver a relacionarme con Dios y con Nuestra Madre: retomé la Misa diaria, la oración personal –especialmente el Rosario–, y la lectura de libros que pudieran ayudarme a crecer espiritualmente».
«Sin embargo, el texto que más me ayudó fue El Tratado de la Verdadera Devoción a María de san Luis María Grignion de Monfort. También tuvo mucha influencia en mi conversión la vida y vocación de la hermana Clare Crocket, de los Siervos, y los videos vocacionales y para jóvenes de nuestra televisión HM TV, de la Fundación EUK Mamie. Este cambio me permitió describir lo que Dios quería para mi vida: ser Siervo del Hogar de la Madre».
El 2 de octubre de 2021, a la edad de veintiún años, Davide entró como postulante en los Siervos.
«Ahora cada día experimento una alegría y una exultación en el Espíritu inconmensurables. Es casi imposible encontrar las palabras adecuadas. Este es mi testimonio de conversión. No es un camino fácil, pero es feliz, como diría san Pablo VI. Sólo puedo aconsejar a todos que nunca dejen a Dios fuera de sus planes. Sólo en Él hay alegría y esperanza. Una vida sin Dios es una vida que no vale la pena vivir».
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.