Julio César Morillo Leal tiene 33 años y pertenece a la Diócesis de Cabimas, Venezuela. Desde hace dos años se encuentra en España porque su obispo le envió a realizar los estudios teológicos en la Universidad de Navarra, en Pamplona, con el fin de formarse integralmente en dicha universidad y en el Seminario Internacional Bidasoa. En este testimonio cuenta su vocación, algunos de los problemas por los que atraviesa su país y la labor que hace la Iglesia católica en Venezuela.
Hola, mi nombre es Julio César Morillo Leal, tengo 33 años y soy de la Diócesis de Cabimas, Venezuela. Soy el mayor de 2 hermanos de una familia humilde. Desde pequeño recibí mucha atención por parte de mi familia ya que durante los primeros años de vida crecí con mis abuelos en su pueblo.
Luego me fui a vivir con mis papás a la ciudad y fue muy duro el cambio, porque eran pocos los momentos en los que podíamos estar en paz. Mis papás ya no se entendían mucho y cuando yo tenía unos 15 años, la situación era tan difícil que pensé hasta en abandonar mi casa, pero en ese momento mis padres se divorciaron y me quedé viviendo junto con mi hermana y mi madre.
Desde esa edad me tocó asumir ciertas responsabilidades en mi hogar y plantearme diversos objetivos que me llevaron a centrarme en alcanzarlos con mucho empeño, dedicación y esfuerzo. Diseñé de tal modo lo que quería para mi vida y seguí ese plan hasta lograrlo.
Elegí estudiar ingeniería porque me apasionan los números y por eso mis sueños estaban basados principalmente en graduarme de ingeniero de tal modo que luego pudiera no sólo ejercer en campo, sino también ejercer la docencia en a nivel universitario.
Con respecto a mi vocación debo decir que cada uno tiene su propia historia y recibe de modo particular el llamado del Señor a seguirle. En mi caso, desde joven pertenecí a diversos movimientos y grupos de apostolado dentro de la Iglesia en mi país como Jovenmisión, Pastoral Juvenil, Cursillos de Cristiandad, Legión de María, y a uno en particular, Encuentros Familiares de Venezuela, en el que estuve sirviendo a Dios durante varios años.
Curiosamente este movimiento se centra en la familia y en el compromiso personal para crear una familia futura. Hacia este camino estaba enfocado mi proyecto de vida, al tiempo que siempre sentí la presencia de Dios en mi proyecto profesional, lo cual me hizo creer que también eso era lo que Dios quería para mí.
Me gradué como Ingeniero de Petróleo y ejercí mi profesión en este campo y como Profesor Universitario. Estaba en la cumbre de mi proyecto profesional: mi familia estaba muy contenta con los resultados que había obtenido hasta el momento y mis amigos admiraban en cierta manera mis logros a tan corta edad.
Creía que esto sería lo que me haría plenamente feliz, pero en realidad no lo era. Me sentía un poco vacío y también sentía que estaba llamado a algo más por lo cual debía concentrarme en descubrirlo.
Fue un golpe bastante duro darme cuenta de que mi proyecto había fallado a pesar del éxito que hasta el momento había alcanzado y fue entonces cuando emprendí una búsqueda que, con ayuda de mi director espiritual fui llevando a cabo, comenzando por decidir dejar en manos de Dios mi futuro y dejar que se hiciera su Voluntad en mi vida.
En ese momento me percaté que si bien había realizado mi plan, nunca lo había sometido a consideración de Dios para ver si eso era lo que realmente Él quería para mí, sino que sólo mi oración se basaba en pedir ayuda para realizarlo y siento que Dios me permitió cumplirlo.
A partir de ese momento comenzaron a suceder diversos acontecimientos en los que vi claramente que el Señor me pedía una entrega total para seguirle: dejar mi empleo, profesión, estudios, incluso a mi familia, quienes al principio no estuvieron de acuerdo.
La reacción de mi familia fue al principio de un severo rechazo. Obviamente ellos no entendían el cambio que iba a significar dejar todo lo que había construido durante años para emprender un nuevo camino. Algunos consideraban que era signo de inmadurez o confusión por mi parte, incluso llegué a sentir que me veían hasta con pena y decepción.
Allí recordé una gran frase de san Juan Bosco que me hizo confiar más en Dios ante lo que estaba viviendo: “Cuando se trata de seguir la vocación, hay que estar dispuesto a sacrificarlo todo”. Entonces tomé la decisión de embarcarme en esta aventura de la vocación y Dios se ha ido encargando poco a poco de poner todo en su sitio, acompañar a mi familia y ocupar el lugar que yo he dejado en ellos.
He sentido la misericordia que Dios ha tenido al llamarme y por eso comencé mi formación hace poco más de 6 años, en la que hasta ahora me siento muy feliz al ver que se está realizando el sueño que Dios ha tenido conmigo, a pesar de mis debilidades.
Desde adolescente, a Julio César Morillo le tocó asumir ciertas responsabilidades en su hogar y plantearse diversos objetivos que le llevaron a centrarse en alcanzarlos con mucho empeño, dedicación y esfuerzo. "Diseñé de tal modo lo que quería para mi vida y seguí ese plan hasta lograrlo. Pero mi vida estaba un poco vacía. Me percaté que, si bien había realizado mi plan, nunca lo había sometido a consideración de Dios para ver si eso era lo que realmente Él quería para mí, sino que sólo mi oración se basaba en pedir ayuda para realizarlo y siento que Dios me permitió cumplirlo", relata.
Es evidente ya la grave situación en la que se encuentra Venezuela, que es víctima del más aterrador sistema político convertido en dictadura, donde se vulneran los derechos humanos, se persiguen a quienes piensan distinto y hay numerosas privaciones de libertad, lo cual ha afectado a toda la población, en especial a los más desfavorecidos, los niños, ancianos y huérfanos.
Las familias se encuentran en su mayoría disgregadas porque algunos de sus miembros han tenido la necesidad de emigrar hacia otros países para trabajar y poder mantener a sus familias en Venezuela.
El salario mínimo de los trabajadores es insuficiente, la escasez e incapacidad para conseguir los productos de la canasta básica es realmente alarmante, la falta de medicamentos e insumos en los hospitales y centros de asistencias, así como últimamente la escasez de combustible para los vehículos y la crisis que ha significado la actual pandemia que amenaza al mundo entero, ha agravado la situación en un país que ya venía pasando por la peor crisis económica, política y social de su historia.
Lo que más me preocupa es que quienes pudieran controlar dicha situación, son los primeros en violar la constitución: el Tribunal Supremo de Justicia, las Fuerzas Armadas y demás poderes públicos que claramente están del lado del gobierno que ilegítimamente permanece en el poder y controla el país a su conveniencia.
Dentro de todo esto, la Iglesia venezolana está haciendo un gran trabajo al tratar de cubrir las necesidades de la población con la ayuda de diversas fundaciones internacionales que se han mostrado solidarias con la situación del país.
Así, han levantado comedores, centros asistenciales y han provisto de medicamentos, entre otras cosas, que le permiten solidarizarse con los fieles que en este momento necesitan algo más aparte de los sacramentos.
Pienso además que los grupos de apostolado también están respondiendo positivamente ante la situación que atravesamos como país, puesto que se han dedicado a la práctica de diversas obras de caridad, ayudando a los párrocos y mostrando ese amor y entrega por las cosas de Dios que les caracteriza.
"Desde joven pertenecí a diversos movimientos y grupos de apostolado dentro de la Iglesia en mi país como Jovenmisión, Pastoral Juvenil, Cursillos de Cristiandad, Legión de María, y a uno en particular, Encuentros Familiares de Venezuela, en el que estuve sirviendo a Dios durante varios años. Curiosamente este movimiento se centra en la familia y en el compromiso personal para crear una familia futura, es decir, hacia allá estaba enfocado mi proyecto de vida, al tiempo que siempre sentí la presencia de Dios en mi proyecto profesional, lo cual me hizo creer que también eso era lo que Dios quería para mí", explica Julio César.
La oración es el mejor medio que tenemos para lograr un cambio en el país, y a partir de ella la realización de acciones concretas que lleven a la búsqueda del bien común, dejando a un lado los intereses particulares y cumpliendo el mandamiento del amor que nos dejó nuestro Señor.
Por eso rezamos cada día por quienes tienen en sus manos el cambio político que se necesita y a partir del cual el país obtendría un nuevo rumbo hacia el progreso, con garantías de los derechos fundamentales de sus ciudadanos: la vida, educación, salud, trabajo, así como el desarrollo de nuevas políticas de industria y comercio que contribuyan a recuperar la economía nacional.
Que Ntra. Sra. de Coromoto, patrona de Venezuela, interceda ante su Hijo por nuestra Patria y que el llamado del Señor siga resonando en los corazones de los jóvenes para que con su sí, podamos seguir construyendo nuestra Iglesia con la ayuda de Dios.