En su adolescencia era perezoso pero un día pensó en el discernimiento de su vocación a sacerdote: «Con la crisis vocacional que hay en la Iglesia, si no salen vocaciones de seminaristas en familias cristianas como la mía, ¿de dónde saldrían?».
Jacobo nació en Madrid el día de Navidad de 2002. Pero su vida ha sido muy internacional. Por el trabajo de su padre se mudaron a México siendo él un bebé. Después a Panamá, y con seis años llegó a Kenia donde estuvo hasta los doce años. «Vivir esos años de la infancia en un país como Kenia me marcó mucho y me encantó», afirma. Más tarde se mudaron a Ginebra, en Suiza, donde residió hasta acabar el Bachillerato.
«La experiencia de vivir en varios países, aunque difícil, me ha ayudado mucho a abrir mis horizontes y conocer el mundo tan rico en el que vivimos. Sin embargo, uno de los aspectos más difíciles de esta vida tan internacional fue encontrar grupos de amigos con los que compartir la misma fe. Por eso, mi madre siempre buscaba campamentos de verano católicos para que hiciéramos amigos en nuestra patria, pero hasta 2018 no me terminaba de gustar ninguno», relata Jacobo.
Ese año, su madre se encontraba en san Sebastián de Garabandal (Cantabria) donde se venera muchísimo a la Virgen y se estudian las posibles apariciones marianas. Su madre se encontró con un grupo de monjas jóvenes y sonrientes de una congregación que no conocía: las Siervas del Hogar de la Madre.
«Nos invitaron a pasar la Semana Santa en Madrid con otras familias del Hogar de la Madre, y recuerdo que me encantó. Desde ese mismo verano, empecé a acudir a los campamentos, y en 2020 hice mi primer compromiso de vida cristiana (oración, sacramentos etc.) en el movimiento juvenil del Hogar de la Madre (HMJ)», cuenta este joven seminarista.
En su último año de colegio participó en unos ejercicios espirituales en España que los Siervos del Hogar de la Madre organizan para jóvenes.
«Este retiro de cuatro días en silencio me cambió la vida, pues fue el momento de mi conversión. Los Siervos seguían el método de San Ignacio de Loyola, con meditaciones y largos momentos de silencio delante del Santísimo. Fue en estos momentos de silencio cuando percibí que mi vida cristiana no era coherente. Iba a misa los domingos, hacía mi rato de oración diario, pero todo arrastrando los pies y un poco obligado. Me di cuenta de que todo lo que había hecho el Señor por mí, y de lo poco que hacía yo por Él».
Después de esta conversión, se propuso tomarse más en serio la vida espiritual y por la gracia de Dios comenzó a ir a Misa diaria.
Jacobo es candidato de los Siervos del Hogar de la Madre, una Asociación Pública Internacional de Fieles, con aprobación pontificia de la Santa Sede, con tres misiones en la Iglesia: la defensa de la Eucaristía; la defensa del honor de Nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su virginidad y la conquista de los jóvenes para Jesucristo. Precisamente en esta última misión están muy involucrados y comprometidos muchos jóvenes, laicos y seminaristas de los Siervos del Hogar de la Madre y varios de ellos han estudiado en Roma, en la Universidad de la Santa Cruz, gracias a la ayuda de la Fundación CARF.
Al acabar el colegio en Ginebra, consiguió entrar en la Universidad de Comillas ICADE en Madrid para estudiar el Doble Grado de Derecho con Business Analytics.
«Me di cuenta en mis segundos ejercicios espirituales que había empezado a estudiar la carrera sin preguntarle al Señor que quería que hiciera con mi vida. Y pensé que con la crisis vocacional que hay en la Iglesia, si no salían vocaciones de familias cristianas como la mía, ¿de dónde saldrían? Así que en esos mismos ejercicios tomé la decisión de pasar un mes de discernimiento viviendo con los Siervos en la Casa Madre, en el campo en Cantabria», nos cuenta.
Después de acabar los exámenes de primero de carrera, pasó el mes de junio de 2022 en el campo de Cantabria. «¡Fue un mes duro, porque los Siervos vivían un horario exigente para un joven perezoso como yo!», exclama.
Aunque intentó abrirse a la posibilidad de la vocación durante sus ratos de oración, llegó el final del mes sin una conclusión certera.
«Sin embargo, creía haber encontrado una buena solución: el año siguiente seguiría con mi discernimiento, pasando otro mes con los siervos después de mis exámenes de segundo de carrera».
El último día de su estancia ahí, el Superior de los Siervos le propuso quedarse un año en casa para acabar con su discernimiento.
«La verdad es que la propuesta fue una sorpresa, y en mi interior dije que no: me había costado bastante adaptarme al ritmo en Madrid y hacer amigos y no estaba preparado para mudarme otra vez. Además, dejar mi carrera y mi colegio mayor (Moncloa) me parecía una locura. Sin embargo, el Superior me pidió que estuviera abierto a la Voluntad de Dios, y que le pidiera luz a la Virgen, pues estaba a punto de ir a una peregrinación de jóvenes a Medjugorje, también con los Siervos», explica Jacobo.
Fue en Medjugorje cuando pidió luz para esta decisión, y todos los sacrificios que hacía los ofrecía por esta intención, pero no lo veía nada claro y tenía mucho miedo.
«Llegando ya al final de la peregrinación, subiendo el Krizevac y rezando el Viacrucis, tuve en una estación la certeza de que el Señor quería que le regalara ese año de discernimiento. Este momento fue acompañado por mucha paz y alegría, y aunque solo duró un par de minutos, esta gracia fue suficiente para poder decirle al Superior de los Siervos que aceptaba su propuesta. Aunque me fue difícil renunciar a mis planes, volví a Cantabria en septiembre de ese año», relata.
Ese curso de 2022-23 fue muy importante para su maduración espiritual y humana. Estuvo viviendo con otros chicos jóvenes de su edad que también estaban discerniendo. Había muy buen ambiente y estaba muy contento. Algunos entraron como candidatos de los Siervos, otros siguieron su discernimiento en otras comunidades y otros se fueron a casa.
Jacobo decidió trabajar en el discernimiento de su vocación, y se dio cuenta de que no estaba progresando mientras estaba cómodo con los Siervos. Por ello, decidió pasar un mes en mayo de 2023 en un monasterio benedictino en Francia llamado Fontgombault para discernir si debía ser monje. Fue allí donde escuchó la llamada del Señor para ser Siervo del Hogar de la Madre. Ingresó como candidato el 1 de julio de 2023 y su primer destino fue la comunidad de Roma, después de un verano de campamentos.
Ahora se encuentra en Roma con mucha alegría, en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, donde ha empezado a estudiar el primer curso de Filosofía en vistas a ser sacerdote, además de seguir estudiando el segundo año de Derecho por la UNED.
«Estoy muy agradecido a la Fundación CARF por darme la oportunidad de poder estudiar en una universidad con tan buenas instalaciones y profesores tan bien formados. ¡Rezo por vosotros!», concluye.
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.