La Virgen de Guadalupe es uno de los mayores tesoros de nuestra fe católica en Hispanoamérica. Su figura trasciende el tiempo como un símbolo de consuelo, esperanza y unión cultural. Su imagen, milagrosamente impresa en la tilma de san Juan Diego en 1531, guarda misterios que continúan fascinando a fieles y científicos por igual.
Pero antes de conocer los misterios que encierra la tilma de Juan Diego, volvemos al siglo XX para rememorar que, en mayo de 1970, san Josemaría Escrivá viajó a México con un ferviente deseo: rezar ante la Virgen de Guadalupe en la antigua Basílica.
«He venido a ver a la Virgen de Guadalupe, y de paso a veros a vosotros», anunció a sus hijos en los primeros saludos. La profunda devoción de san Josemaría le llevó a pasar horas en oración frente a "la Morenita del Tepeyac", a quien dirigía palabras llenas de amor:
«Te ofrezco un futuro de amor, con muchas almas... Oleadas de almas, en todo el mundo y en todos los tiempos, decididas a entregarse a tu Hijo y al servicio de los demás».
Durante su visita, rezó por la Iglesia, el Papa y por el Opus Dei con una gran y de confianza filial. Incluso, en una conversación con el cardenal Miguel Darío Miranda, había expresado con humor su anhelo: «cuando esté delante de Ella, no me sacarán del santuario ni con una grúa».
Recordando las circunstancias de aquel arranque de cariño filial a la Virgen, Mons. Javier Echevarría –que le acompañó en el viaje– escribía veinticinco años después: «Me atrevería a asegurar –se lo oí en varias ocasiones– que Nuestra Señora le obligó a emprender aquella romería penitente, porque deseaba que allí, a los pies de esa imagen morena, pidiese su intercesión en favor del mundo, de la Iglesia, y de esta pequeña porción de la Iglesia, que es el Opus Dei».
Escrivá de Balaguer guardaba un profundo cariño por la Guadalupana, reflejado incluso en los detalles de su vida diaria. En su oficina en Roma siempre tenía una imagen de ella, testigo de sus innumerables oraciones.
El impacto de su devoción a la Virgen de Guadalupe también se reflejó en los encuentros que tuvo con miles de personas durante su estancia en México. En sus catequesis, transmitía su amor por la Virgen y animaba a todos sus hijos e hijas y a los fieles a acercarse a ella con confianza y generosidad. Esta enseñanza continúa inspirando a los miembros del Opus Dei y a todos los que buscan seguir el camino de santidad en la vida cotidiana.
San Josemaría no promovía una devoción exclusiva a una advocación mariana en particular, pero reconocía en la Virgen de Guadalupe un modelo especial de ternura y cercanía divina. La llamó Asiento de la Sabiduría y Esperanza nuestra, invocándola con confianza para pedirle su intercesión en favor de todos los hijos de Dios.
La relación de san Josemaría con la Virgen de Guadalupe sigue siendo una fuente de inspiración. Su confianza filial y su amor por la Madre de Dios nos recuerdan que María está siempre dispuesta a recibir nuestras súplicas y a acompañarnos en nuestro camino hacia Cristo.
Hoy, su ejemplo nos anima a rezar con fe y a confiar plenamente en la protección maternal de la Virgen. 🙏💙 Pero ahora adentrémonos en los misterios de una tilma milagrosa.
Para entender la magnitud del milagro de Guadalupe, es importante saber qué es una tilma. Se trata de un manto utilizado por los indígenas mesoamericanos, hecho de fibra de maguey. Este material, aunque resistente para el trabajo diario, tiene una vida útil limitada, generalmente no supera los 20 años.
Las tilmas eran prendas sencillas, utilizadas como abrigo o para transportar alimentos. Es en este contexto donde comienza la historia de la Virgen de Guadalupe, pues fue en la tilma de un humilde indígena, Juan Diego, donde se plasmó una imagen que desafía toda explicación humana.
En diciembre de 1531, apenas 10 años después de la conquista de México, un indígena converso al cristianismo llamado Juan Diego se dirigía al Tepeyac para asistir a Massa. En ese cerro, la Virgen María se le apareció por primera vez, pidiéndole que fuera al obispo Zumárraga y le solicitara la construcción de un templo en ese lugar.
Como era de esperarse, el obispo pidió pruebas de las apariciones. En respuesta, en su última aparición, el 12 de diciembre, en la cumbre de la colina, donde solo crecían plantas especialmente resistentes a las inclemencias del tiempo, la Virgen le pidió a Juan Diego que recogiera las rosas en flor que ahí encontró, en pleno invierno.
Juan Diego obedeció y, al desplegar su tilma frente al obispo, no solo cayeron las flores, sino que apareció dibujada sobre el tejido de tela de maguey una imagen de la Virgen María. Este milagro marcó el inicio de la devoción guadalupana.
La tilma de Juan Diego no es solo un lienzo milagroso; es un enigma que ha sido objeto de numerosos estudios científicos. Estos son algunos de los misterios que la envuelven:
1. Durabilidad inexplicable: a pesar de estar hecha de fibra de maguey, que debería haberse desintegrado hace siglos, la tilma permanece intacta después de casi 500 años. Esto desafía las leyes naturales y ha sido considerado un milagro por fieles, y un hecho inexplicable por la comunidad científica que ha estudiado el lienzo.
2. El origen desconocido de los colores: los pigmentos de la imagen no corresponden a ninguna técnica pictórica conocida. Científicos han confirmado que no son de origen vegetal, animal ni mineral, y no se encuentran trazos de pincel.
3. Reflejos en los ojos: en los ojos de la Virgen, al ser ampliados, se pueden observar reflejos diminutos que corresponden a figuras humanas, incluyendo a Juan Diego y al obispo Zumárraga.
Este detalle, descubierto con tecnología moderna, asombra por su precisión en el pequeño espacio de las corneas. Mediante el proceso de digitalización de imágenes por computadora se descubrió el reflejo de trece personas en los ojos de la Virgen Morena de acuerdo a las leyes de Purkinje-Samson.
El pequeñísimo diámetro de las córneas (de 7 y 8 mm) descarta la posibilidad de pintar las figuras en sus ojos, sobre todo, si se tiene en cuenta el material tan burdo sobre el que está estampada la imagen.
4. Las estrellas en el manto: el manto de la Virgen muestra un patrón estelar que coincide con las constelaciones visibles en el cielo de México el 12 de diciembre de 1531, día de la última aparición.
5. Temperatura constante: la tilma mantiene una temperatura constante de 36,6º centígrados, similar a la de un cuerpo humano vivo.
6. Resistencia a daños: en 1921, un atentado con dinamita cerca de la tilma destruyó el altar, pero la imagen permaneció completamente intacta, sin sufrir daños.
7. Simbolismo cultural: la Virgen combina elementos indígenas y cristianos. Por ejemplo, su vestido tiene patrones florales que representan montañas sagradas para los mexicas, y su postura indica humildad y oración, común en la iconografía católica. Los rasgos de su cara son indígenas y así habló a Juan Diego en su dialecto natal.
Hoy, esta tilma milagrosa se encuentra en la basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, expuesta para millones de peregrinos que acuden a contemplarla cada año, especialmente durante su festividad el 12 de diciembre.
En la homilía del 12 de diciembre de 1981, san Juan Pablo II destacó la importancia de la Virgen de Guadalupe en la identidad cultural y religiosa de México e Hispanoamérica, refiriéndose a ella como símbolo de unidad y de evangelización, y es también tierra fértil para las vocazioni sacerdotali.
La Virgen de Guadalupe, como patrona de América, sigue alentando a jóvenes a responder con valentía a Su llamada, ofreciéndoles su protección maternal y su intercesión constante. San Juan Diego, canonizado en 2002 y elegido como mensajero de este milagro, es un ejemplo de humildad y servicio. Su vida sencilla nos recuerda que Dios obra maravillas a través de corazones dispuestos.
Como nos enseña san Josemaría, «A Jesús siempre se va y se vuelve por María». La Virgen María intercede por cada uno de nosotros. Su amor y guía fortalecen a los sacerdotes en su misión de evangelizar y servir.
María siempre guía a sus hijos hacia Jesús, y en especial a quienes Él llama al sacerdozio. Su mensaje de amor y servicio, que transformó la historia en 1531, sigue siendo fuente de fortaleza para quienes disciernen su vocación. La Virgen invita a estos jóvenes a ser puente entre Dios y su pueblo, al igual que lo fue san Juan Diego.
Cada 12 de diciembre, día de su fiesta, millones de peregrinos acuden a la basílica de Guadalupe, considerada uno de los santuarios más visitados del mundo. Pero más allá de los números, la devoción a la Virgen de Guadalupe es un testimonio del amor de Dios. Su imagen no solo fue un regalo para los indígenas recién evangelizados, sino también un llamado universal a la fe y la reconciliación.
Y terminamos con una de las peticiones de san Josemaría el último día de su novena: «¡Señora, me entrego, me entrego totalmente: ya no pido! ¡Amo la Voluntad de tu Hijo! Nos abandonamos, descansamos, amamos y aceptamos sus designios, acatando en pleno la Voluntad de Dios.
Sabemos, Madre nuestra, que Tú nos darás los medios para sacar adelante este camino de caridad y de amor, y para extenderlo por todo el mundo. (...)»