El pasado 12 de marzo CARF organizo un encuentro online y presencial con seminaristas del Seminario Internacional Bidasoa (Pamplona). Este encuentro se celebró como punto de partida de la campaña “Que ninguna vocación se pierda”. Los alumnos fueron Hasitha Menaka Nanayakkara de la diócesis de Colombo (Sri Lanka) y Francisco José Lucero Obiols, de la diócesis Santiago de Guatemala, (Guatemala). Ambos dieron las gracias a los benefactores que les ayudan en su vocación: “Formar a un sacerdote, es formar a un pueblo”, dijeron.
Este acto, que tuvo lugar en el Oratorio de Santa María de Bonaigua (Barcelona) fue presentado por dos benefactores de CARF: Leopoldo Abadía y Fernando de Salas.
Leopoldo Abadía presentó a Hasitha Menaka Nanayakkara de 28 años de edad: “A los 15 años se le ocurrió ser sacerdote católico, en un país de 22 millones de habitantes, de los cuales solo el 6% son católicos. ¿Cómo es que con esos porcentajes se hace católico y quiere ser sacerdote?”, se preguntó.
Abadía dio también una respuesta: “En mi opinión, Hasitha tiene dos padres santos: su madre porque todas las madres son santas que es quien le bautizó y su padre que, siendo budista, no ha puesto objeción al sacerdocio de su hijo y, por lo tanto, él es el verdadero santo”.
El seminarista de Sri Lanka, siempre con una sonrisa en su rostro, comenzó su testimonio.
“Cada uno tenemos una historia familiar. La mía es singular. Mi madre es católica y mi padre budista. Mi mamá me enseñó a rezar y me bautizó. Y mi papá me demostró su grandeza. Cuando le dije que quería ser sacerdote, al principio fue difícil porque soy el único hijo varón (tengo una hermana), y los apellidos se pasan a través del hijo varón. Sin embargo, no me puso objeción y pero me dio su permiso”.
Hasitha también contó cómo descubrió su vocación:
“No apareció un ángel para preguntarme si quería ser sacerdote, lo fui descubriendo poco a poco desde la infancia. A través de la parroquia y de otros acontecimientos de mi vida, el Señor va plantando la llamada en el corazón. Cuando me decidí a ser sacerdote, observé que era una decisión difícil en mi contexto, pero “el Señor también da la valentía para ser sacerdote”.
El seminarista asiático dio las gracias a todos los benefactores que forman parte de su historia y agradece enormemente su formación en Bidasoa. Nosotros vamos a dar lo que hemos recibido porque formar a un sacerdote es formar a un pueblo.
“Cuando me obispo me envió a España me aconsejó que abriera mi mente para comprender más el país en el que vivo, un país pequeño con una minoría de católicos. El 70% de la población es budista y también hay musulmanes e hinduistas”.
Hasitha lanzó un mensaje de esperanza para los cristianos en Europa: “Dicen que en el continente europeo está muriendo el cristianismo. Sin embargo, yo veo muy buenas raíces”.
Concluyó su relato dando de nuevo las gracias a los benefactores: “Sois como San José, que trabaja para ofrecer su generosidad para los otros. El Señor os premiará en abundancia por lo que hacen por nosotros. Tenemos que ser santos y devolver lo que nos han dado”.
Leopoldo Abadía cerró este primer testimonio con un broche final: “A estos benefactores que están aquí nadie les ha llamado San José, hasta ahora”.
Hasitha Menaka Nanayakkara de 28 años de edad proviene de Sri Lanka, un país de 22 millones de habitantes, de los cuales solo el 6% son católicos. A los 15 años sintió la llamada a la vocación sacerdotal.
“Cada uno tenemos una historia familiar. La mía es singular. Mi madre es católica y mi padre budista. Mi mamá me enseñó a rezar y me bautizó. Y mi papá me demostró su grandeza. Cuando le dije que quería ser sacerdote, al principio fue difícil porque soy el único hijo varón (tengo una hermana), y los apellidos se pasan a través del hijo varón. Sin embargo, no me puso objeción y pero me dio su permiso”.
Posteriormente, en el turno de preguntas de los invitados, una benefactora preguntó sobre la persecución religiosa en esos países. Hasitha respondió: “Siempre ha habido persecución en la Iglesia, pero lo importante es estar convencido de que no se puede derrotar a Cristo. En ocasiones el camino es lento, a veces hay momentos de silencio, otros en cambio es bueno hablar.
Encontrarnos con Cristo y vivir en Cristo a pesar de nuestras debilidades, significa vivir una vida en la verdad. Este ejemplo atrae muchísimo: lo he visto en las conversiones que se han producido en mí país. No niego que el ambiente sea a veces un poquito duro, pero estoy contento y alegre y sigo con valentía. El Señor da las fuerzas, soy su testigo. Hagamos todo lo posible, con prudencia, pero viviendo verdaderamente el cristianismo".
Cada año, alrededor de 800 obispos solicitan una beca económica para sus seminaristas y sacerdotes, como Hasitha Francisco y José seminaristas de Bidasoa y en CARF, trabajamos para poder atender todas sus solicitudes, gracias a la aportación de benefactores comprometidos y generosos.
Francisco José tiene 32 años, habla inglés y conoció a un empresario, al que admiraba, que tenía una empresa que facturaba millones de dólares, que le hizo preguntarse el por qué de todo lo que hacía “y se le removió el piso”, describe.
A la vuelta de realizar un curso de retiro, comenzó una época de incertidumbre. Finalmente, el Señor le hizo ver que le llamaba por ese camino y decidió, con 26 años, dejarlo todo por Él.
“Los benefactores sois como San José, que trabaja para ofrecer su generosidad para los otros. El Señor os premiará en abundancia por lo que hacen por nosotros. Tenemos que ser santos y devolver lo que nos habéis dado"
Fernando de Salas, benefactor de CARF, presentó al otro seminarista del encuentro, Francisco José Lucero Obiols, de la diócesis de Santiago de Guatemala (Guatemala).
Francisco José tiene 32 años, habla inglés y conoció a un empresario, al que admiraba, que tenía una empresa que facturaba millones de dólares, que le hizo preguntarse el por qué de todo lo que hacía “y se le removió el piso”, describe.
A la vuelta de realizar un curso de retiro, comenzó una época de incertidumbre. Finalmente, el Señor le hizo ver que le llamaba por ese camino y decidió, con 26 años, dejarlo todo por Él.
El seminarista guatemalteco relató a los presentes su vida en Bidasoa y lo agradecido que está con su formación.
“En Bidasoa somos cien seminaristas de 20 países distintos, con costumbres y culturas distintas. Juntarnos tantos, con tanta riqueza y diversidad, resulta espectacular. A la vez, vivimos el ambiente familiar porque estamos divididos en grupos tanto en las etapas formativas como en cinco grupos de tertulias y cada uno tiene asignado un formador. En estos pequeños grupos compartimos experiencias, noticias de la Iglesia y de nuestros países.
La formación que reciben en Bidasoa es por una parte académica, en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra y también espiritual, humana y pastoral.
“Todos podemos llamar a Bidasoa como mi casa. Una de las primeras cosas que más me impresionó fue cómo se vivían las Eucaristías. Me impactó. La liturgia en Bidasoa está tan cuidada que permite que los seminaristas solo piensen en el Señor. Nos transportan al Cielo y el coro ayuda a esto. Es espectacular”, dijo Francisco José.
Al término de su testimonio, un benefactor le preguntó que dónde se ve cuando se ordene sacerdote en su país. “Vivo en la capital de Guatemala y hay lugares con mucha necesidad tanto económica como espiritual. Veo personas que sufren muchísimo y me encantaría poder llevar al Señor a esas gentes. También, me encantaría trabajar con seminaristas y con personas que se están planteando la vocación. Pero será lo que Dios y mi obispo quieran”.
A preguntas de los benefactores sobre la pérdida de valores, advierte que, tanto en su país como en España, en ocasiones les insultan por las calles cuando llevan, por ejemplo, la comunión a los enfermos, pero esto “nos hace crecer como personas. Nos configuramos con Cristo. Como dice el Papa Francisco debemos ser una iglesia en salida, cercana a todo el mundo”.