

Instituido para anunciar la palabra de Dios y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, era incapaz de realizar la salvación. Por lo cual, tenía necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva, ya que sólo podría ser lograda por el sacrificio de Cristo.
Aún así, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, y en la institución de los setenta «ancianos», prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza.
Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, «único mediador entre Dios y los hombres».
El sacrificio redentor de Cristo es único. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: «se hace presente por el sacramento del sacerdocio ministerial.» cf. Catecismo, 1539-1545




